Opinión
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Avatares de la Maub
A

pesar de la imagen cosmopolitade París y del carácter de sus mo-radores en apa-riencia distante, rasgo consi-derado como muestra discreción, los barrios de París se asemejan a poblados donde los vecinos se conocen entre ellos. Y, como sucede en la vida cotidiana pueblerina, se forman amistades, se saben unos de otros el oficio, las costumbres, la fortuna, la pareja, las frecuentaciones, la soledad de ancianas que pasean a sus perros en busca de un saludo, un signo de atención, los nombres de los vagabundos, antes conocidos como clochards y ahora con la mención políticamente correcta de SDF (sin domicilio fijo), los parentescos entre los mendigos, los beneficios y pérdidas de los comercios, sean cafés, restaurantes, farmacias, florerías u otras tiendas.

El barrio de la ‘‘Maub”, como se denomina familiarmente a las calles y edificios alrededor de la plaza Maubert-Mutualité, tiene uno de sus límites a orillas del Sena frente a la catedral de Notre Dame. He podido observar, durante los treinta y tantos años que llevo viviendo en él, los cambios de paisaje y de habitantes. A pesar de haberse aburguesado de manera paulatina, la población flotante de clochards y mendigos, lejos de desaparecer, va en aumento. Para algunas personas de edad, un breve intercambio de palabras con vagabundos y pordioseros representa un bálsamo y una necesidad.

Viejos edificios se renovaron, en espacios antes cubiertos de cemento se plantaron flores, uno o dos árboles, se puso una fuente. Galerías de arte remplazan hoy viejos comercios de artesanos. Un vecino logró importar al barrio los bellos faroles cincelados provenientes de la avenida de Champs-Elysées, donde fueron remplazados. Surgieron aquí y allá restaurantes japoneses a la moda y, ahora, salones de belleza japoneses como el de una excelente estilista en la rue Lagrange.

La población tuvo cambios a veces drásticos con la desaparición de la gente de edad o a causa de muertes más prematuras. Del grupo de ‘‘Hara-Kiri” y ‘‘Charlie Hebdo”, fundados en 1960 y 1970, el primero en morir fue su fundador Georges Bernier, llamado profesor Choron. Años después murió el otro fundador, mi amigo François Cavanna. Con la desaparición de Choron, las oficinas de estas publicaciones se mudaron del edificio donde vivimos Jacques Bellefroid y yo. Esta mudanza cambió el cariz del barrio, pues antes llegaban escritores, artistas y otros colaboradores invitados por Bernier. El fallecimiento también de Georges Whitman, dueño de la librería a la que bautizó Shakespeare & Co, en honor de Silvia Beach. Librería hoy dirigida por su hija, quien la ha agrandado en forma notable y se ha vuelto un verdadero centro de animación cultural… en inglés. Poco a poco, nuevos habitantes procedentes de otros países se instalaron en un barrio que se fue encareciendo y es hoy uno de los más cotizados de París.

Como en otros barrios, la ‘‘Maub” tiene sus personajes pintorescos y sus celebridades. Pintoresco como un ruso que se pasea cantando con su voz de barítono. Celebridades como François Mitterrand antes o Pierre Soulages a quienes los vecinos reconocen con orgullo.

Un cambio diferente se dio este año, a partir del incendio de Notre Dame. Cambio acentuado en la última semana por el asesinato de cuatro policías en plena Prefectura de París. Para colmo, la matanza, que tuvo lugar en las oficinas de la Dirección de Información, fue perpetrada por uno de sus funcionarios, musulmán convertido y radicalizado islamita salafista.

Incendio y matanza trágicos que han hecho desertar a un buen número de turistas del barrio de la ‘‘Maub”, vecino de Notre Dame y la Prefectura. Deserción que afecta sobretodo a bares y restaurantes, como me señala el excelen-te cocinero del ‘‘Palais de laGriserie”, donde la clientela ha disminuido a pesar de la deliciosa comida y los bajos precios.

Uno de los más antiguos barrios de París, la ‘‘Maub” defiende su existencia de aldea y su espíritu a la vez popular y artístico.