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La madurez es un proceso artero que te toma por la espalda

En entrevista, Juan José Millás explica cómo surgió su nueva obra, La vida a ratos // La vejez es como tratar de ver el crecimiento de la hierba, que siempre lo hace a traición, define

 
Periódico La Jornada
Lunes 14 de octubre de 2019, p. 6

Un día el escritor Juan José Millás (Valencia, 1946), cuando estaba a punto de cumplir 67 años, decidió iniciar una suerte de diario para registrar el proceso de hacerse mayor. La bitácora se transformó en su reciente novela La vida a ratos, publicada por Alfaguara.

El autor descubrió que observar la vejez ‘‘es como intentar ver crecer la hierba, que siempre lo hace a traición: si la miras, no lo hace, pero te vas y vuelves y ha crecido. Con la madurez pasa lo mismo, no te enteras, te vas adaptando, es un proceso artero que te toma por la espalda”, sostiene en entrevista con La Jornada.

El resultado de su intención de registrar el día a día de su madurez es un ameno y aleccionador relato protagonizado por un hombre que se parece mucho a él, llamado precisamente Juan José Millás, escritor, rutinario, obsesivo, insomne, maestro de literatura, un viejo que se sorprende como un chico ante los cotidianos misterios de la vida.

El humor, efecto colateral

De visita en México para presentar esta novela, Millás admite que no entiende la realidad hasta que la escribe, y recuerda que llegó a la literatura después de leer mucho, convencido de que ‘‘no se puede escribir si no se es un lector enfermizo, porque la lectura es el combustible de la escritura. Se empieza a escribir por las mismas razones por las que se empieza a leer: porque hay un desajuste entre el mundo y tú; ese desajuste se calma cuando uno lee o escribe. Por eso digo que se escribe desde el conflicto; si no lo hay, es imposible que exista escritura creativa. Las personas que se llevan muy bien con la realidad hacen otras cosas, pero no novelas”.

En La vida a ratos, continúa, ‘‘al lector lo he colocado en una situación un poco de mirón, como si estuviera observando a través del ojo de una cerradura, puesto que el protagonista se llama como yo y cuenta su vida más íntima. El mirón, cuando se asoma para ver al otro, lo que hace es buscar qué hace él mismo, porque las personas no somos muy distintas. Lo que nos fascina de ver a otro que no nos ve es contemplarnos a nosotros mismos, sin la conciencia de que lo somos.

‘‘Por eso fascinan las ciudades centroeuropeas que no tienen cortinas en las ventanas para que en sus días con poca luz absorban toda la que pueden. Me fascina pasear de noche en Viena y mirar cómo detrás de las ventanas, que son como escaparates, la gente se mueve haciendo las cosas cotidianas que hago en mi casa también. Por eso insisto en que cuando uno se asoma a la vida de los otros es para asomarse y entender la propia. Quien se asoma a este libro y observa mi vida, está observando la suya.”

Trenzar sufrimiento y gozo

Juan José Millás se define como un escritor que goza y sufre la escritura de manera simultánea; ‘‘no se puede escribir sin hacerlo, pues si solamente se tratara de gozar saldría una escritura trivial, y si solamente se sufriera tendríamos una escritura excesivamente triste. Es una combinación de las dos cosas, lo normal es que el sufrimiento y el gozo estén trenzados”.

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Se escribe desde el conflicto, si no lo hay, es imposible que exista escritura creativa. Las personas que se llevan muy bien con la realidad hacen otras cosas, pero no novelas, considera Juan José Millás.Foto Jesús Villaseca

Respecto al humor, que siempre aparece en su obra como hilo conductor, dice que no es algo que busque: ‘‘el humor es un efecto colateral en mi escritura. Cuando era más joven y me decían que se habían reído mucho con tal o cual libro, me sorprendía y me molestaba un poco, pensaba: ‘¡caramba!, si esto que he escrito es muy serio’, pero me he ido acostumbrando porque he comprendido que el humor es un efecto secundario que tiene que ver con el modo con el que me acerco a la realidad al utilizar la ironía y el pensamiento paradójico, para poner al descubierto las contradicciones de la realidad, las cuales hacen gracia.

‘‘El ser humano es atroz y maravilloso a la vez, y cuando vemos esas dimensiones al mismo tiempo, nos induce a la risa.”

Millás considera que llegó tarde al periodismo en los años 90 del siglo XX, tras publicar cuatro o cinco novelas; ‘‘y digo que llegué tarde porque el periodismo me gusta demasiado, pero me produce respeto, incluso un poco de miedo. Finalmente comencé con columnas de opinión y de ahí pasé al reportaje que para mí es el género estrella porque se parece mucho a la literatura. Por eso la primera obligación de un buen reportaje es ser un buen cuento, y la única diferencia entre un buen reportaje y un cuento es que los materiales te vienen de fuera, y en el cuento llegan de dentro, o como tú quieras”.

La literatura, en cambio, es una metáfora de la realidad, define Juan José Millás; ‘‘y el mundo de la realidad está dominado por el azar, todo es aleatorio, puede pasar o no, y no sabemos de qué depende, mientras en el territorio de la literatura todo lo que ocurre debe estar al servicio de algo. No se puede escribir un cuento en el que haya un material prescindible. La realidad es el territorio de la contingencia, mientras la literatura es el territorio de la necesidad, por eso la realidad no nos plantea problemas de verosimilitud, mientras la literatura sí.

‘‘Muchas veces abandonamos una novela o nos salimos del cine a la mitad de una película porque no nos lo creemos; sin embargo, a la realidad no le exigimos verosimilitud, uno lee en el periódico cosas atroces pero no decimos ‘estono puede ser’, porque la realidad tiene a su favor el hecho de haber sucedido.”

En este sentido, el gran personaje de la novela La vida a ratos es la cotidianidad, donde anida el misterio. ‘‘No hay nada más raro que lo normal, es una de las cosas que tiene de atractivo este relato, que cuenta unavida normal que al mismo tiempo es extraordinaria”, concluye.