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Economía moral

Homo prospectus y El circuito (cerebral) de la esperanza // Libros más recientes de Martin Seligman

E

n la serie de entregas (del 3 de febrero al 26 de mayo de 2017) de Economía Moral investigaciones recientes sobre bien-estar, abordé varias veces el pensamiento de Martin Seligman (MS), considerado el creador de la sicología positiva, que estudia en qué consiste la salud síquica, en contraste con la sicología clínica, la siquiatría y el sicoanálisis, cuyos objetos de estudio son los trastornos mentales. En la entrega del 17 de febrero analicé el cambio en su visión del bien-estar (BE) entre La auténtica felicidad (FA) y el libro que siguió, Florecer. Esto significó ampliar los tres rubros incluidos en FA: emoción positiva, involucramiento ( engagement) y sentido ( meaning) a cinco, añadiendo relaciones significativas, y logros. Más recientemente, MS ha publicado dos nuevos libros (al parecer no disponibles en español): Homo prospectus (en coautoría con P. Railton, R.F. Baumeister y C. Sripada, Oxford University Press, 2016) y The Hope Circuit: A Psychologist’s Journey from Helplessness to Optimism, Public Affairs, 2018. En éste dice que la sicología usual estudia la memoria, el pasado personal, la motivación y la percepción, y supone que sus acciones futuras se desprenden del conocimiento de su pasado y su presente. Añade:

“Este panorama violenta mi propia vida mental. No pienso mucho en el pasado, y ciertamente no me dejo acariciar por el presente. El presente es demasiado breve para morar en él. Más bien, uso una enorme parte de mi tiempo imaginando futuros, fantaseando que pasaría si… dándole vueltas a posibles escenarios… y mientras más envejezco, más tiempo le dedico al futuro. El nombre de nuestra especie me molesta también. Homo sapiens significa hombre sabio, pero en contraste Homo habilis, hombre diestro, y Homo erectus, hombre erguido, este nombre no es una descripción, sino una aspiración. Y no es una con la que vivamos a la altura… Siguiendo a Dan Gilbert, profesor de sicología en Harvard, yo creo que la habilidad humana sin rival es la de imaginar futuros –prospección–, es la única que describe nuestra especie… Por tanto, nuestro mejor nombre es Homo prospectus” (capítulo 28, pp. 350-1, The Hope Circuit)

De aquí derivó el primer libro citado. El segundo es una autobiografía personal e intelectual muy bien escrita (publicada a sus 76 años), en cuyo capítulo seis cuenta el desarrollo de su primera teoría: impotencia (indefensión) aprendida ( learned helplessness), que empezó a gestarse cuando su mentor en la Universidad de Pennsylvania, Richard L. Solomon, famoso por su trabajo sobre la irreversibilidad del condicionamiento al miedo, una de cuyas frases divagantes se me quedó grabada para siempre: Creo que mis perros [con los que experimentaba en su laboratorio] son impotentes y no sé por qué. (p.57). Después conoció un experimento, llevado a cabo por dos compañeros para contestar la pregunta de si se duplica el estímulo previo a un shock eléctrico, el perro huirá saltando más rápido que con un único estímulo. En la 1.ª etapa, los perros en una hamaca (de la que no pueden escapar, con electrodos amarrados en sus patas traseras), oyen un tono fuerte y cinco segundos después reciben un shock eléctrico. Esto se repite 64 veces en una hora para hacer que el perro sienta temor al oír el tono. En la segunda etapa, la electricidad la reciben (los mismos perros) por la parrilla metálica en la que están parados, dentro de una caja con dos secciones. Pueden saltar a la otra sección donde no circula la electricidad. Cinco segundos antes de cada shock la iluminación se atenúa. Los perros aprenden a saltar la barrera al atenuarse las luces, anticipando y evitando la descarga eléctrica. Pero cuando al atenuado de luces se añadió el tono de la primera etapa, en lugar de que los perros saltaran más rápido, como pensaban los diseñadores del experimento, éstos se quedaron inmóviles. Lo ocurrido lo vieron sus diseñadores como un fastidio, pero

“Steve [Maier] y yo lo vimos como el fenómeno… La impotencia humana tiene una amplia presencia y es fuente de sufrimiento sin fin. ¿Podríamos capturarla en el laboratorio y descubrir sus causas? ¿Podríamos descubrir cómo revertirla? ¿Podríamos descubrir su fisiología cerebral y cómo prevenirla? Por esto me convertí en sicólogo… Empezamos por definir la impotencia. Central a nuestra noción intuitiva de ella es la creencia que nada de lo que uno haga importa. Esta es la impotencia subjetiva, pero ¿cuáles eran las condiciones de la impotencia objetiva que podrían llevar a tal creencia?... Un animal o una persona es objetivamente impotente respecto de un resultado importante, como evitar un shock eléctrico, si la probabilidad de ese resultado, dada una respuesta, no es diferente que sin dicha respuesta. Cuando esto es verdad para todas las respuestas, la impotencia objetiva existe. Nótese que todo condicionamiento pavloviano es impotencia: ninguna respuesta del animal hace diferente el resultado…” (pp.70-71)

Para avanzar en el tema y sostener su teoría de la impotencia aprendida, MS y Steve Maier (SM) diseñaron un experimento con 24 perros clasificados en tres grupos; uno en el cual el shock era evitable (EVIT), en las hamacas podían aprender que apretando con su nariz un panel se evitaba; en el 2.º grupo el shock era inevitable (INEVIT). hicieran lo que hicieran en las hamacas. Al tercer grupo no se le aplicó shock (CERO). Al siguiente día a los perros de los tres grupos se les colocó en las cajas con las dos secciones y la parrilla. Los ocho perros de los grupos EVIT y CERO aprendieron a escapar de la descarga; pero cinco de los ocho del grupo INEVIT no aprendieron. “Concluimos que los perros del grupo INEVIT aprendieron, en la hamaca, que el shock era independiente de su respuesta, y cuando estaban en la caja supusieron que el shock era otra vez independiente de lo que hicieran. Esta expectativa socavó su intento de escapar. Habían aprendido su impotencia… Definimos una dimensión que llamamos control sobre resultados. Claramente, los sujetos de EVIT controlaron un aspecto del evento aversivo, apagando el switch, y los de INEVIT no. Es decir, supusimos que la incontrolabilidad era el ingrediente activo en producir pasividad y que los sujetos de EVIT escaparon normalmente en la caja porque no habían aprendido este ingrediente crítico” (pp-74-75). Concluye MS: “Encontramos, casi 50 años después, cuando SM finalmente descifró los procesos cerebrales, que nuestra teoría estaba sesgada en 180º. SM descubrió que la impotencia no es aprendida; es la respuesta por default a eventos malos prolongados. Lo que los mamíferos necesitan es aprender que los malos eventos pueden ser controlados… Les contaré la historia del descubrimiento de SM en el capítulo 28” (pp.75-76). MS se refiere al circuito cerebral que SM descubrió y que ellos dos bautizaron como el circuito de la esperanza. Lo abordaré en la próxima entrega.

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