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Una guerrera incansable
 
Periódico La Jornada
Miércoles 9 de octubre de 2019, p. 10

El 18 de abril de 1975 la vida de Rosario Ibarra de Piedra se transformó. Ese día su hijo Jesús fue desaparecido de manera forzada por agentes del Estado. Desde entonces comenzó una vida de lucha de más de cuatro décadas que ha trascendido el ámbito nacional.

Hija de un ingeniero agrónomo y militar durante la Revolución Mexicana, doña Rosario –como la gente la llama a manera de respeto y admiración– nació en Saltillo, Coahuila, en 1927, de formación socialista. Su esposo fue miembro del Partido Comunista Mexicano.

A partir de que policías y militares se llevaron a su hijo, aquella noche en Monterrey, Nuevo León, doña Rosario se volvió luchadora social y defensora de los derechos humanos. No sólo ha peleado por la presentación con vida de Jesús, sino de cientos de desaparecidos durante la llamada guerra sucia.

Cuatro veces ha sido candidata al premio Nobel de la Paz y en dos ocasiones (1982 y 1988) fue aspirante a la Presidencia de la República por el extinto Partido Revolucionario de los Trabajadores. Ha sido diputada federal y senadora.

En aquella época de la guerra sucia, se percató que decenas mujeres en el país vivían la misma tragedia, por lo que en 1977 fundó el Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos, conocido como Comité Eureka, un colectivo conformado por familiares –sobre todo madres y esposas– de víctimas del Estado durante los sexenios de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez.

Las doñas, como se les decía, tomaron las calles y fueron las primeras que en este país lanzaron ese grito tan vigente hoy día: ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos! Con Ibarra de Piedra a la cabeza, el Comité Eureka comenzó una larga lucha. Desde su creación, ha logrado recuperar con vida a 148 desaparecidos.

El 28 de agosto de 1978, Ibarra de Piedra y 83 doñas más, junto a cuatro hombres, se plantaron frente a la Catedral Metropolitana en una huelga de hambre para exigir la presentación de los desaparecidos y una amnistía.

Habían pasado ya 10 años del 68; ningún movimiento popular pisaba ese sitio desde entonces. Nosotras entendimos que era clave que rompiéramos ese cerco mental que nos hacía pensar en nuestro Zócalo como algo intocable, dijo doña Rosario, 25 años después, a la periodista Blanche Petrich.

Ante el cuestionado triunfo de Carlos Salinas en 1988, doña Rosario encabezó, junto a Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier, la lucha contra el fraude electoral.

Ha simpatizado con la lucha indígena y de sectores sociales; ha sido parte de comisiones de la verdad y de otras instancias en favor de los derechos humanos. Apoyó al hoy presidente Andrés Manuel López Obrador desde su campaña de 2006. Actualmente reside en Monterrey.