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Narda: responsabilidad y solidaridad
E

n el municipio michoacano de Coahuayana la tormenta tropical Narda dejó a 500 familias sin vivienda, sin fuentes de empleo y sin acceso a alimentos, por lo que su situación se torna desesperada a seis días de que el meteoro tocara tierra en la entidad. De acuerdo con Roberto Névarez, presidente municipal del municipio limítrofe con Colima, las despensas repartidas el lunes pasado por el gobierno estatal ya se acabaron y el corte de las comunicaciones por los derrumbes carreteros impide el auxilio a los habitantes de varias localidades.

El paso de Narda se sintió de manera fuerte en 10 entidades, y dejó un saldo particularmente devastador en Oaxaca, Guerrero (los cuales quedaron aislados entre sí por el colapso de 15 metros de la carretera federal que los une), Jalisco y Michoacán. En el primero de estos estados fue necesario declarar emergencia en 21 municipios, mientras que en Guerrero se produjeron dos decesos a causa de las lluvias torrenciales, decenas de comunidades quedaron incomunicadas y se perdió una cantidad todavía no determinada de viviendas y fincas agrícolas.

A la evidente conmoción que deja tras de sí un fenómeno natural de esta magnitud debe sumarse el agravante de que varias localidades afectadas se cuentan entre las más pobres del país, por lo que deben reponerse no sólo a los estragos de Narda, sino a décadas de penurias y abandono, a la ausencia previa de infraestructuras y a la obvia carencia de mecanismos de amortización de los gastos como seguros o ahorros significativos.

Urge que las autoridades de todos los niveles ofrezcan las mayores muestras de responsabilidad y sensibilidad, con la finalidad de evitar que el desastre natural mute en una catástrofe social. Sobra decir que para ello es indispensable dejar de lado todas las rencillas y mezquindades políticas. Asimismo, es necesario apelar a la solidaridad del conjunto de la sociedad con quienes hoy encaran tan duro trance en las entidades del Pacífico, una ayuda que sin lugar a dudas llegará en forma abundante, pues la ciudadanía mexicana ha refrendado su talante fraterno en incontables ocasiones.