Opinión
Ver día anteriorDomingo 18 de agosto de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Las viejas leyendas
Y

a hemos comentado que la antigua Ciudad de México, que hoy conocemos como Centro Histórico, muestra en sus construcciones su rica historia, pero también la encontramos en los antiguos nombres de las calles, muchos de ellos inspirados en leyendas que frecuentemente se derivaron de un hecho real.

Algún gobierno del pasado tuvo la magnífica idea de colocar placas de azulejo en las esquinas con la antigua denominación. Antiguos cronistas recopilaron las leyendas que nos permiten conocer el origen de muchos de los apelativos de las viejas calles.

Siempre nos intrigó el nombre de La Joya, que tuvo un tramo de la actual Cinco de Febrero y que bautizó una zapatería que actualmente tiene establecimientos por toda la ciudad. Según nos cuenta don Artemio del Valle Arizpe, en dicha calle vivió en el siglo XVIII un rico mercader español, de carácter irascible y casado con una hermosa mujer.

Un mal día el esposo descubrió una nota que habían deslizado por debajo de la puerta de un balcón. En ella le comunicaban los amores adúlteros de su mujer con un fiscal de la Inquisición. Controlando el primer impulso de enfrentarla, optó por buscar pruebas, por lo que al día siguiente avisó a su esposa que esa noche llegaría muy tarde.

Al anochecer, embozado con su capa, pasó varias horas rondando con sigilo su casa; finalmente apareció la figura de un hombre encubierto, quien entró a la mansión por uno de los balcones que le abrió delicada mano. Indignado y adolorido, espero unos minutos e ingresó a la casona irrumpiendo en la recámara de su mujer para enfrentar el momento en que el amante colocaba en la fina muñeca un brazalete de oro con piedras preciosas.

Gritando imprecaciones se abalanzó sobre el fiscal, atravesándole el pecho con filoso puñal, mientras la infiel pedía perdón, a lo que el esposo contestó: ¡toma tu perdón!, al tiempo que hendía la misma daga en el corazón de la infiel.

A continuación la despojó con violencia de la lujosa joya, salió a la calle y con el mismo puñal ensangrentado la clavó en el portón de la casa.

Al día siguiente toda la ciudad se enteró del doble crimen y los curiosos se acercaron en multitud para ver la joya clavada en la puerta, y desde entonces el vulgo bautizó con ese nombre el tramo de la calle con el que permaneció por centurias.

A mediados del siglo XVI una parte de la calle Jesús María, que se encuentra en el rumbo de La Merced, llevó el nombre de La Quemada. Corría el año de 1550 cuando llegó a la Ciudad de México el opulento don Gonzalo Espinosa acompañado por su hija Beatriz, jovencita de gran hermosura. A su belleza aunaba un carácter dulce y un alma caritativa, por lo que de inmediato fue codiciada por los caballeros de posición más elevada.

Logró ganar su corazón un noble joven marqués italiano, lo que desató terribles celos entre la numerosa corte de pretendientes. Por tal motivo, el enamorado tenía que batirse a duelo con frecuencia para eliminar a los rivales.

Esta situación causó gran angustia a Beatriz, quien decidió que pasión tan arrebatada no era deseable y que era preciso que sus encantos físicos dejarán de esclavizar a su amado.

Para eso tomó una heroica resolución: un día que se quedó sola en su casa se encerró en su recámara con un brasero ardiente, acercó su bello rostro a la lumbre quedando desfigurada entre agudos gritos de dolor. Al enterase, el amado corrió a verla y profundamente conmovido renovó sus votos y en una amorosa entrega espiritual se casó con ella.

Para paliar tanto drama nos fuimos a tomar unos mezcales a la cantina El Cuatro 20, en Isabel la Católica 10. Entre los viejos muros de tezontle que nos hablan de la antigüedad de la casa, nos atendió el famoso mesero Mingo. Tiene buena comida en la que sobresalen carnes a la leña y cocteles de mariscos.