17 de agosto de 2019 • Número 143 • Suplemento Informativo de La Jornada • Directora General: Carmen Lira Saade • Director Fundador: Carlos Payán Velver

Con Sembrando vida el rostro de los ejidos
y comunidades está cambiando: Albores


María Luisa Albores González. Secretaria de Bienestar.

Milton Gabriel Hernández García

Este programa ya cumplió sus metas iniciales y ahora se ha vuelto una alternativa para enfrentar el tema de la migración, dice la responsable de implementarlo, la secretaria María Luisa Albores. Aunque en las zonas urbanas no lo vemos, el alcance de Sembrando vida ya se puede traducir en cosas tan concretas como un mayor consumo de proteína en las familias y la creación de opciones para los jóvenes en los territorios.

¿Qué es y cómo funciona Sembrando vida?

Sembrando vida tiene la misión de volver a incluir a campesinos y campesinas de las zonas más marginadas del país. En 36 años del periodo neoliberal no hubo una inclusión verdadera. Este programa conjunta tres factores muy importantes: el apoyo directo al campesino o campesina para trabajar sus tierras; que puedan contar con la seguridad de un empleo permanente por trabajar su campo. Es un apoyo de 5,000 pesos cada mes, pagado de la siguiente forma: 4,500 en efectivo y 500 pesos se van al ahorro. Ese ahorro es de la gente y el planteamiento es que desde un inicio se empiece a trabajar la economía social y solidaria, las finanzas sociales o populares. Es importante empezar con el emprendimiento. Además, tienen asistencia técnica, acompañamiento y capacitación de un binomio de técnicos, uno productivo y otro social que trabajan en conjunto. Cada uno atiende a cien productores. En conjunto atienden a 200 productores, 8 Comunidades de Aprendizaje Campesino (CAC), integradas por 25 sembradores en cada ejido o comunidad. Cada CAC trabaja con tres integrantes de Jóvenes Construyendo el Futuro, que tienen vinculación directa con el técnico, que es su tutor. En resumen, cada CAC está integrada por un técnico, 25 sembradores y tres jóvenes. En la parte productiva están instrumentando los viveros comunitarios, pasando antes por un proceso de colecta de semillas para saber qué plantas van a sembrar en cada CAC; estamos planteando por cada uno que tengan su propio vivero comunitario. Ya lo están haciendo. También se están dando a la tarea de cada uno tener su biofábrica para biofertilizantes. En la parte social, tenemos que partir de que estamos trabajando con comunidades y ejidos en donde el tejido social está bastante roto, no han tenido asambleas ni una vez al año, aunque sí hay ejidos vivos que tenían asambleas cada dos o tres meses. La CAC está poniendo el peso en la asamblea con los técnicos sociales, que están atendiendo los reglamentos instrumentados y el ahorro. Es un modelo diferente.

Otro componente para arrancar es la planta; estamos dotando de planta a diversas entidades. Una de ellas es Sedena, con quien quienes hicimos un convenio para sembrar varios millones de plantas, sobre todo maderables. También hicimos convenios con gobiernos estatales como el de Chiapas, Tabasco y Veracruz. También los estados tienen viveros y entregaban planta a Conafor. Necesitamos recuperar esos viveros, por la cantidad de millones de plantas que requerimos y no nos dábamos abasto. También se están plantado especies en las que la gente ya tiene experiencia, como el café, cacao y otras.

¿Cuál es el impacto del programa en los territorios, no solo en la cuestión productiva sino también en la ambiental y social?

Estamos viendo un impacto directo. Por ejemplo, en la Selva Lacandona, hombres y mujeres se van a trabajar a la Riviera Maya, por la cuestión del turismo. Y pues ya no, ahora están regresando, también en Tabasco. En las partes altas, la gente ya se está quedando a trabajar sus tierras, está dejando de migrar. En lugares emblemáticos como el Triángulo Dorado, la gente recibió el programa muy bien, y eso nos da mucho gusto. La dispersión de recurso por territorio es de 100 millones al mes. El rostro de los ejidos y comunidades está cambiando. Noventa millones en efectivo y diez millones en ahorro. Ya estamos viendo el incremento en el consumo de proteína. También ya estamos haciendo un esquema de vivienda social en los territorios, porque vemos que es muy importante el tema de vivienda.

¿De qué manera está ayudando a atender el fenómeno migratorio?

Sembrando vida puede apoyar muchísimo para resolver el problema migratorio, porque lo que hay en Centro América, al igual que en nuestros estados del sureste, es que hay tierras y gente, pero no hay empleos. En El Salvador ya arrancó el programa; lo que hicimos fue compartirles la metodología, obviamente con su adaptación a la realidad de ese país, porque recordemos que en México hubo una Revolución y un reparto agrario; tenemos un país donde la tenencia de la tierra es social y eso es una fortaleza tremenda. No es lo mismo Guatemala o El Salvador, pero el modelo es bueno y puede lograr que la gente se quede en su sitio.

Nosotros somos el trópico y no hemos desarrollado una agricultura tropical con todo el potencial para el café, cacao y frutas tropicales, hasta para regresar a un mercado interno. Ahora vamos a tener más productos del campo, pero tenemos que elevar el consumo por ejemplo del café. Como en Costa Rica, donde la gente consume el café de su país o Brasil, que tiene un alto consumo per cápita de café en taza, pero en México tristemente consumimos soluble. Apenas ahora en algunas ciudades como Puebla o Ciudad de México se empieza a elevar el consumo. Parte de Sembrando vida es posicionar esos productos. El cacao es emblemático y fue la primera moneda de nuestro país. En cacao no solo no consumimos lo que producimos, sino que se exporta y se regresa como chocolate, pero no para todos, sino para una élite y lo que consumismos como chocolate económico ni siquiera tiene cocoa, sino aceite hidrogenado, pero no lo dicen. Tenemos que ser capaces de buscar el consumo de los productos que está produciendo, de alta calidad, porque estamos hablando de agricultura orgánica. Soñamos con tener cooperativas, pero tenemos que ir haciendo ese camino, porque vamos a estar seis años y después la gente tiene que apropiarse de la metodología del programa, ya que a partir de eso puede generar empleos e ingresos permanentes y estables.

¿Cuáles son las metas de Sembrando vida?

La meta que nos pidió el presidente eran 500 mil hectáreas y 200 mil empleos permanentes de manera directa. Ahora tenemos 230 mil empleos permanentes y 575 mil hectáreas. Es decir, rebasamos la meta. Tenemos 11.5 territorios. En la península de Yucatán, territorio del Tren Maya, donde entran 12,500 hectáreas de Yucatán y 5 mil sembradores; la misma cantidad en ejidos de Quintana Roo, en la parte donde pasa el tren y 25 mil hectáreas para Campeche, donde hay 10 mil sembradores. En total son 20 mil sembradores para la zona del Tren Maya. Chiapas es el estado donde tenemos más territorios. Cada territorio tiene 50 mil hectáreas y está a cargo de un coordinador territorial, que tiene a su cargo a veinte facilitadores, que a su vez tienen a su cargo a diez técnicos. Los territorios de Chiapas son el Soconusco, que abarca parte de la frontera, donde estamos trabajando fuertemente para el Sembrando vida de migrantes. También está la sierra, Pichucalco; Ocosingo y Palenque. En Chiapas tenemos cuatro territorios, 200 mil hectáreas y 80 mil empleos permanentes ya en marcha. En este estado estamos en más de 1,700 ejidos, en 96 municipios y el presidente, por la cuestión de la migración, nos pidió aumentar la superficie en este estado.

En Tabasco estamos en tres territorios con 150 mil hectáreas y 60 mil sembradores. Por la cuestión de los migrantes, aquí estamos implementando el trabajo en 12,500 hectáreas más, en la zona de Tenosique. En Veracruz son tres territorios, Papantla, Córdoba y Acayucan, con 32,000 hectáreas y 18,000 en Puebla. Ambas conforman un territorio. En cada territorio están vinculados ya los sembradores y los participantes de Jóvenes Construyendo el Futuro.

En Durango entramos con 25,000 hectáreas y para el 2020 se ampliará a 50 mil. Eso es lo que tenemos ahora y ya rebasamos la meta. Si entran otras 200 mil hectáreas que nos está planteando el presidente por la cuestión de los migrantes, el programa subirá a 1 millón doscientas mil hectáreas. 

¿Hay acompañamiento de instituciones académicas al programa?

Este es un programa que gusta mucho a la gente que lo lleva a cabo, pero también a las instituciones. Hemos tenido algunas reuniones clave. En cada reunión territorial tenemos invitados y ello fortalece las alianzas. En alguna reunión nos acompañó la doctora Elena Álvarez Buylla. Le pasamos el mapa de los territorios donde estamos y el contacto de los coordinadores territoriales y nos indicó cuales son las universidades, los investigadores y los centros de investigación que cuentan con apoyo del Conacyt, para buscar la colaboración. Vamos a empezar el estudio de los suelos para ver qué nutrientes necesitan; muchas de las universidades tecnológicas tienen laboratorios de suelo, pero están sin uso. Estamos buscando que las universidades que están en esos territorios se vinculen con el programa. Estamos coordinados también con Conagua, INIFAP, Senasica por la cuestión fitosanitaria de las semillas, con la Procuraduría Agraria. Con Semarnat es importante la coordinación porque estamos trabajando en varias reservas. En Chiapas por ejemplo, en El Triunfo, Encrucijada, Los Ocotes y necesitamos esa vinculación. Nos estamos coordinando con El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), la Universidad Autónoma de Chapingo (UACH), entre otras. Nos están apoyando mucho. También tenemos una plantilla de especialistas que apoyan en temas de nutrición, finanzas sociales, producción de café.

¿Nos podrías hablar más de la metodología, qué papel tienen las asambleas y lo relacionado con la reconstrucción de los tejidos sociales comunitarios?


Defensa del territorio. Robin Canul

Este programa es diferente a otros; no entró en el Censo del Bienestar, entró con otro censo porque implicó visitar las asambleas. Se hizo una metodología para invitar a técnicos y técnicas, principalmente agrónomos, biólogos, trabajadores sociales, antropólogos que a la mejor no tienen la licenciatura, pero sí muchos años de experiencia. También promotores comunitarios. Nosotros planteábamos el trabajo con 2,200 técnicos y cuando cerramos la página teníamos 11,800 técnicos que querían entrar al programa. Eso indica que es muy alto el número de egresados de esas carreras que vieron en el programa la expectativa de dedicarse a su carrera. Por territorios se hicieron las entrevistas a las personas que querían participar. Respecto a los sembradores, se le preguntó al ejido si quería entrar o no al programa. El requisito es que los sembradores y sembradoras cuenten con 2.5 hectáreas que sean potrero, acahual bajo o milpa. En Veracruz aceptamos cañaverales debido a que este cultivo erosiona mucho la tierra. Se dejó claro que no le íbamos a entrar a cafetales porque nuestro programa no es renovación de cafetales, para ello está Sader. Lo mismo con los cacaotales, que es otra cadena productiva. Entramos a dar información para que quedara claro que no es un programa de deforestación. Desafortunadamente mucha gente política está utilizando eso como argumento de que Sembrando vida deforesta. Hemos seguido los casos que nos han llegado y no es una realidad. Estamos preparando las fotografías de vista panorámica que maneja Conabio para que se vea que no estamos apoyando la deforestación, al contrario, estamos apoyando la restauración productiva. Por eso hacemos hincapié en que las tierras tienen que reunir esas características.

Es uno de los pocos programas que ha tenido verificación en campo. Cuando se anotaron los sembradores y las sembradoras pedimos papeles, entre ellos el documento que demuestre que es posesionario de la tierra. Estamos apoyando la feminización del campo y el relevo generacional. Para que las mujeres accedan hicieran convenios que garanticen al menos por veinte años el usufructo de la tierra para mujeres y jóvenes. Trabajamos muy a la par con el Registro Agrario Nacional y cuando fuimos a las asambleas, revisamos las carpetas agrarias completas, con los visitadores agrarios, para ver la situación de cada ejido o comunidad. Era necesario que estuviera legitimado el proceso ante las autoridades agrarias. Cada técnico visitó 100 parcelas o más, cuando el productor tenía su tierra dividida. Cada técnico hizo una revisión de los polígonos para validar cuánto miden y eso quedó registrado en nuestro sistema. Al revisar la visita encontró que en algunos casos la parcela no cumplía con los requisitos, porque ya existía el antecedente de que otros programas, sobre todo Procampo, nunca realizaban la visita parcelaria. Hemos visto que los que tienen superficie grande, de lo que era el Procampo, cobraban el apoyo y rentaban la tierra porque no sembraban. Nosotros fuimos a visitar las parcelas y la gente nos decía que nunca se había hecho una verificación real. Si el productor y la parcela cumplían, se incorporaban al padrón de sembradores y se les vinculaba con Hacienda para el pago del recurso.

Hubo de todo: lugares donde la gente no creyó en el programa, y no se apuntaron y ahora tenemos listas de espera enormes. Ahora que se están dando cuenta que en determinado ejido ya están llegando los recursos y ya se está trabajando, muchos quieren entrar y eso ha sido muy bonito. Un rasgo importante es el ahorro acordado con los sembradores, que se está trabajando con Bansefi, ahora Banco del Bienestar.

No queremos que nos pase lo que pasó con el Inmecafé, que cuando entraba más recurso por la venta del café o del “oro verde”, eso no se reflejó en el territorio más que con la llegada de más cantinas, pero no en el bienestar de la gente. Por eso tenemos el binomio productivo y social y la filosofía de la producción orgánica. Por eso las biofábricas, el mantener los viveros, la agricultura orgánica, el trazado a curvas de nivel, el “Aparato A”, entre otras. El meter a jóvenes tiene que ver con el relevo generacional y el incluir a mujeres, con la equidad de género. De cada tres, una es mujer. Las CAC hacen un plan de trabajo en la asamblea. Se está recuperando lo de hacer las minutas con los acuerdos. Hay muchos jóvenes apoyando a los sembradores y aprendiendo lo que son las asambleas. Todos los técnicos están vinculados a una página que tiene una biblioteca con manuales de producción orgánica, manejo del vivero, etc. Además, se están documentando los procesos. Con los coordinadores territoriales estamos haciendo reuniones bimensuales de manera rotativa, con planeación y con visita a experiencias ya en el territorio. Nos reunimos los coordinadores territoriales, los regionales, el subsecretario, su equipo y una servidora. Tomamos acuerdos y les damos seguimiento. Es un trabajo muy horizontal, pero con mucho seguimiento en campo para verificar que lo que se reporta en números se vea reflejado en la realidad.•

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