Opinión
Ver día anteriorLunes 12 de agosto de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde el otro lado

Responsabilidad

N

o hay que darle muchas vueltas; las proclamas del presidente estadunidense han sido la causa indirecta de la tragedia que dejó un saldo de 22 personas muertas en El Paso, Texas. El manifiesto que escribió el perpetrador de tan brutal acto fue una calca del desdén que Donald Trump ha expresado en sus actos públicos por los migrantes y personas de color. Sus incendiarias referencias han sido un aval a la barbarie de grupos supremacistas blancos de corte fascista que se han sentido alentados por las continuas expresiones racistas del presidente.

¿Cómo explicar la conducta del mandatario estadunidense en el contexto de una sociedad que busca romper con un pasado de exclusión, discriminación y división? Sus ideas –de alguna manera habrá que llamarlas– están cifradas en un código en que se entremezclan y confunden conceptos como nacionalismo, patriotismo y nativismo. Es evidente que Trump está muy lejos de comprender la diferencia entre ellos, y por tanto la única intención que se puede atribuir a sus confusiones es su racismo, entendido como la exclusión de toda aquella persona de color no digna de ser considerada como parte integral de Estados Unidos. Para él, quienes no poseen las características caucásicas de los europeos del norte representan una otredad, y son personas en las que no se puede confiar. Esa forma de pensar no está lejos de la de Hitler cuando felicitó a Estados Unidos por el establecimiento de cuotas para admitir extranjeros y restringir el derecho de naturalización a ciertas razas, según escribe la historiadora Jill Lepore en This America, su libro más reciente, en el que explora el nacionalismo de ese país y la necesidad de rescatar el concepto de un Estado-nacional liberal.

La idea de la supremacía blanca de Trump ha quedado manifiesta en su intención de prohibir la entrada de musulmanes al país, en su grosera recomendación a cuatro legisladoras de color cuando les espetó que si no amaban Estados Unidos se regresaran a la tierra de donde habían llegado, y en su alusión a los migrantes mexicanos como criminales y violadores, por mencionar sólo algunas de sus manifestaciones racistas y xenófobas. Tal vez Trump no fue el causante directo de la masacre en El Paso, al igual que Goebbels no lo fue directamente del asesinato de millones de seres. Lo que no se puede negar es que ambos son responsables de haber empollado el huevo de una serpiente que se creyó sepultada pero que ha reaparecido por doquier.