20 de julio de 2019 • Número 142 • Suplemento Informativo de La Jornada • Directora General: Carmen Lira Saade • Director Fundador: Carlos Payán Velver

Conversación con Elena Álvarez-Buylla

Igualdad sustantiva y saberes
y comunalidad indígenas


“Nos anima que se perfile en México una política plural, lejana a la idea del pensamiento único”, dice la dra. Elena Álvarez. Roberto García Ortiz
Julio Moguel

La directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, Elena Álvarez-Buylla, pone los acentos donde deben ponerse y se enfrenta sin problema alguno a dos temas que le planteamos en una conversación reciente. El primero remite al rubro de la equidad de género o la igualdad sustantiva, concepto y temática que ha sido abordado sin lugar a dudas desde el gobierno con cierta pertinencia, pero no, en mi opinión, con la contundencia y claridad que se requiere. El segundo se ubica en la forma en que deba o pueda tratarse, también en concepto y en el aterrizaje político, la temática de la “ciencia y la tecnología” de cara a los “saberes originarios” o a los saberes y patrimonios indígenas. Platicamos con ella en torno a ambos aspectos, aprovechando la oportunidad para ampliar la conversación en algún otro punto.

¿Cuál es el balance y los proyectos que en el tema de género y de políticas de igualdad sustantiva se plantea el Conacyt?

En ese tema nos hemos encontrado con algunas desagradables sorpresas. Se tiene, por ejemplo, un programa de estancias posdoctorales para mujeres indígenas, lo que sin duda es relevante. Pero resulta que sólo 6 mujeres indígenas participaban en el programa.

Por otro lado, nos encontramos con que la brecha entre hombres y mujeres en la estructura heredada del Sistema Nacional de Investigadores (SIN) es significativamente negativa. Resulta que el SNI tiene, en sus primeros niveles (es decir, en el nivel de candidato, o en el nivel número 1) una relación en la que el 50% son mujeres y el 50% son hombres; pero cuando se llega al nivel 3, que está constituido por 2493 miembros, sumado a ello los Eméritos, resulta que menos del 20% son mujeres.

Hay que reducir esta brecha de manera sustancial. Las mujeres y los hombres tenemos aportaciones complementarias que hay que valorar. Esta brecha de género no remite sólo a una exigencia básica de equidad, sino que redunda en serios problemas en cuanto a cómo se piensa, y cómo se enseña la ciencia.

Nuestro programa de becas se desarrolla con una política de inclusión que apunta hacia un esquema de igualdad sustantiva. Y que pretende dar cobertura, además, a aquellas personas que por una razón u otra se encuentran en condiciones de desventaja estructural en la materia.

Has hablado en varios momentos de los saberes indígenas y de las comunidades campesinas; y has dado significativa relevancia en tus respuestas al tema de las relaciones comunitarias y el trabajo en comunidad. Se implica en lo que dices la idea de la pluralidad o pluriculturalidad; y el de concepciones que vienen desde los mundos rurales y que enriquecen el desarrollo de las humanidades, la ciencia y la tecnología. ¿Podrías abundar sobre ello?

En el mundo indígena se encuentra un conocimiento de compromiso, de pertenencia con el otro, con la naturaleza, donde uno de los valores que más aprecian es el valor de compartir: cuando vas a las comunidades siempre te dan algo, aunque sea poquito; de eso escogen lo mejor y te lo brindan.

Desde esos espacios comunitarios se desarrollan procesos cognitivos con bases epistemológicas que, aunque no se formalicen, tienen una significativa profundidad y son –o deberían ser– útiles para el desarrollo global del país. “Hacer milpa”, por ejemplo, analizado por Armando Bartra, no se refiere a un policultivo adecuado para aprovechar al máximo los recursos escasos que el campesino tiene a la mano. El tema no implica fundamentalmente que con ello se potencien productividades y ganancias, sino el desarrollo de un sistema agroecológico que presupone el sentido de comunalidad y de respeto y cuidado a la naturaleza. Pero es también un sistema productivo que provee una dieta saludable, con alimentos no sólo sanos sino culturalmente pertinentes. “Hacer milpa” implica un contacto con la naturaleza mucho más complejo, holístico, continuo, respetuoso. Es producto de esa sabiduría milenaria que sigue muy viva en el país.

Queda por discutir cómo favorecer y desarrollar bien esos conocimientos ancestrales. Cuidar, por ejemplo, que al dar a conocer o difundir esos saberes no estemos ayudando a los procesos en curso de despojo. Habría que desarrollar una red de repositorios de saberes, pero también de mecanismos de regulación que reconozcan esta riqueza; y cuidar de no meter esa economía a lógicas de privatización. El tema es extremadamente complejo, pues surge naturalmente la pregunta: ¿cómo proteger ese conocimiento? ¿Van a ser bienes nacionales o bienes autónomos? No tengo respuestas frente a ello. En cualquiera de los casos, es decisivo que lo que se defina no ponga en peligro el quehacer autónomo y el nivel de bienestar de las comunidades campesinas, ni la libre determinación y autonomía de los pueblos y comunidades indígenas.

Creo muy importante desarrollar una política generacional de integración sin que se pierda la diversidad; y sin que se pierdan esas múltiples voces y perspectivas de los pueblos originarios de México. Y mantener un cuidado especial en que se proteja la integralidad de sus territorios, que no son sólo territorios geográficos, sino territorios bioculturales muy complejos. Es por todo ello que estamos comprometidos con la formación de una dirección de ciencia comunitaria.  

Como he dicho en otro momento, nos anima que se perfile en México una política plural, lejana a la idea del pensamiento único. Porque, lo que en realidad tenemos en México no es “una” ciencia o “una” técnica. En mi caminar por territorios indígenas y campesinos, en el desarrollo de mis investigaciones, he encontrado la profundidad del carácter sistémico, místico y generoso del quehacer científico, cognitivo, epistemológico y filosófico de las comunidades tradicionales; tienen éstas una gran riqueza de saberes que no ha sido bien direccionada en favor del país y del mundo. Queremos vincular en forma estrecha las ciencias y las técnicas con el conocimiento humanístico y social, dejando atrás ideas tecnocráticas y de un pragmatismo excesivo.

Entiendo que hay una nueva perspectiva en Conacyt con respecto al SNI. ¿Qué otros aspectos pudieran resaltarse sobre el tema?

El SNI representa un recurso adicional a buenas percepciones económicas. Creo que ha llegado el momento de que los colegas distinguidos con esta beca tengan un mayor y más definido compromiso. Serán mecanismos que consensaremos con los propios miembros del SNI, para que se involucren de manera más activa y comprometida en el quehacer científico y tecnológico de México.

Es importante también apoyar a los buenos docentes que están haciendo investigación, y que a la vez se encuentran activos en el apoyo a la formación de investigadores; y que, no pocas veces, desarrollan también importantes tareas vinculadas con la apropiación social de la ciencia. Habría que calificar las aportaciones de estos docentes en términos de sus trayectorias, y no sólo en lo que se refiere al esfuerzo que hacen durante el periodo que se les evalúa.” 

Otro tema que ocupa y preocupa a núcleos que se dedican a la docencia y a la investigación es el relativo a las cátedras. ¿Qué información se tiene al respecto?

El programa de Cátedras de Conacyt, si bien tiene sus limitaciones, ha subsanado parcialmente el acceso de jóvenes a un área que les permite hacer investigación. De hecho, este programa se abrió para remediar un poco la falta de oportunidades de plazas. Quiero decir: esta área tendría que estar en las universidades y no en la red burocrática gubernamental. No obstante, mientras se logre tal objetivo, hemos decidido reponer 99 plazas de catedráticos que por una u otra razón habían quedado vacías. Tenemos 1378 cátedras vigentes, a las que se agregarán las mencionadas 99 plazas de reposición, con 134 instituciones receptoras. Y con un buen nivel de descentralización: 14% de las plazas se ubican en la Ciudad de México, y 86% en otras entidades federativas.

El gobierno de la cuarta transformación ha definido un esquema programático basado en un determinado número y rubros de prioridades nacionales. ¿Cómo embona o se articula la política de Conacyt en este este esquema?

Hemos estructurado una iniciativa que se llama Programas Nacionales Estratégicos, que tiene que ver mucho con esta transversalidad que se requiere tener en las propuestas de prioridades nacionales que ha marcado el presidente. Para ello tomamos la decisión de invitar a muy diversos colegas a colaborar, de manera honorífica, para formar andamiajes colaborativos con algunas agendas de acompañamiento y de intervención sobre temas prioritarios, de economía, salud, medio ambiente, agua, basura, desechos tóxicos e impactos tóxicos de determinadas industrias, de desigualdad y de violencias estructurales, de movilidad humana, de educación y de soberanía alimentaria. •

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