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Mil besos y vuelta al ruedo para María Victoria
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oy, domingo 14 de julio, mi muy querida María Victoria circulará en todos los billetes de lotería, según me advirtió Guillermo Salceda, también mi amigo. La entrevisté hace años en la calle de Farallón, en El Pedregal, y cuando la felicité por la belleza de sus plantas, sobre la de las hortensias más grandes que he visto en mi vida, me respondió: Yo misma las limpio con un algodón humedecido con cerveza.

Nunca imaginé que María Victoria, la famosísima vampiresa, la del vestido negro metido con calzador, la que enloqueció al Blanquita y luego se convirtió en La criada bien criada, se pusiera a limpiar cada hojita de sus macetas.

–Desde antes que se pusieran de moda yo empecé a llenar mi casa de plantas, que son mi mero mole. Voy a enseñarle mi tronquito de Japón, al que le han salido unas hojitas muy bonitas; cuando viajo las saludo, les cuento cómo me fue.

–¿Y les canta: Es que estoy tan enamorada?

-Bueno (sonríe), esa no...

–Pero, ¿no es la canción que la hizo a usted famosa?

–Quizá. Yo me di a conocer en el teatro Margo y el público me empezó a querer mucho. Canté con mucho cariño, tanto que la gente iba al teatro por mí. Aún no grababa esa de (se pone a tararearla) Estoy tan enamorada, que le gustó a la gente; esa fue la primera que grabé. No sé si me gritaban en el Margo por mi forma de cantar o por mi forma de vestir o por mi forma de caminar…

Muchos hombres empezaron a venir al teatro a verme, al Blanquita. Es una de las temporadas de mi vida que recuerdo con más cariño porque fue entonces cuando sentí por primera vez el amor del público; los hombres regresaban noche tras noche para oírme cantar y los empresarios se dieron cuenta de que yo era la que más jalaba al público.

–¿Le gritaban por esos vestidos provocadores?

–Es que como yo tenía una cinturita así apretadita y chiquita, y a la gente le gustaba ver mi cuerpo, entonces Julio trató de que se me marcara muy bien la cintura.

–¿La cintura? ¿Julio? ¿Quién es Julio?

–Julio Chávez, un modista... Mire (sonríe muy paciente y muy dulce ante mi ignorancia), el primer vestido que usé pegadito me lo hizo la señorita Lolita...

–¿Quién es la señorita Lolita?

–Una señorita de misal y mantilla, ya mayor, que cosía y me hizo un vestido negro pegadito, y la gente me chiflaba: juí, juí, juí juí, juí (chifla fuertísimo), y claro que a uno le encanta que le echen flores. Entonces le dije a Julio, un modista más famoso que la señorita Lolita: Quiero que me hagas un vestido así pero bien, bieeeen entallado y que le dejes vuelo abajo para que pueda caminar. El vestido se hizo tan famoso que hasta en Los Ángeles triunfó. Tenía que dar unos pasitos de japonesa y entrar al escenario despacito.

–¡Y todo el teatro se venía abajo! ¿Al vestido negro le debe usted su fama?

–Pues entre el vestido (sonríe), mi forma de caminar, la de cantar y lo que gritaba el público; todo se conjugó para llevarme a la fama.

–¿No la ofendían?

–No, ¿a qué mujer la ofende que la chuleen, que le chiflen admirativamente? ¿A qué mujer le ofende sentir que gusta? Primero mi público era masculino y a las mujeres no les caía yo muy bien; después me casé, tuve a mis hijos y las señoras se tranquilizaron. Empecé a hacer una vida muy unida a Rubén Zepeda Novelo, los matrimonios empezaron a hacer amistad con nosotros y con el programa de la criada en Televisa, mi público se convirtió en un público de niños y de abuelitas.

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▲ La Lotería Nacional lanza hoy un billete dedicado a la cantante y actriz María Victoria, sobre estas líneas, en una foto proporcionada por la articulista.

–¿También en La criada... vistió de negro?

–Sí, porque en la televisión, por si no lo sabe, uno engorda automáticamente 10 kilos. El programa de La criada... duró años y el amor más lindo de mi vida fue el de los niños.

(Para corroborar la afirmación de María Victoria un niño toca a la puerta y la cantante le dice: Pasa Omar, pasa, y me explica. Es mi sobrino.)

–Salgo a la calle y los niños me besan, me abrazan, me dan regalos, me dicen que no se pierden mi programa.

María Victoria se paraba a la mitad del escenario del teatro Blanquita y todo el público aullaba. Vuel-ta, vuel-ta, vuel-ta. Giraba despacio y mostraba su célebre trasero. Por esa vuelta al ruedo sobre sí misma, el cuerpo de María Victoria se hizo más famoso y más entrañable que el de La Diana cazadora. Aquel era de bronce, este de carne calientita. María Victoria provocó un verdadero delirio. En 1950 cantó: Qué bonito siento, Mucho, mucho, mucho, ¡Ay, qué divino!, de Consuelito Velásquez, y entonó la famosísima Todavía no me muero de Claudio Estrada, y Que te vaya bonito, de José Alfredo Jiménez. La sensualidad que proyectó la convirtió en un nuevo tipo de estrella, reina del bolero romántico y creadora de Soy feliz, que la lanzó más allá de la estratósfera.

Julio Chávez, su modisto, comenta: “Fue una suerte haberle hecho su primer vestido allá por 1950. Su cuerpo y mis diseños fueron una conjunción de escándalo. Recuerdo que hasta la Liga de la Decencia la proscribió por ‘impúdica’, a pesar de que jamás mostró ni el tobillo; causó escándalos que ni 10 de nuestras actuales vedets totalmente desnudas causarían ahora. Eso se llama per-so-na-li-dad”.

Las dos diosas María Victoria y Tongolele caminaban del brazo de Margo Su e Iván Restrepo, y hacían las delicias de Carlos Monsiváis, a quien la vida nocturna de México siempre le pareció muy ingenua. En el programa de La criada participaron Joaquín Cordero, Ariadna Welter, Rogelio Guerra, Enrique Aguilar, Otilia Larrañaga y quién sabe cuántos más. María Victoria le puso el nombre de Inocencia a La criada bien criada e inventó el nombre de sus patronas: doña Concepción de Lourdes Escarabarzaleta de la Barca y Dávalos Pandeada a la Derecha y Precuna de la Buchaca Desengusanadorcita Tirabuzón y Terrón. Tirabuzón por su padre y Terrón por su mamá...

En esos años, la sensualidad mexicana tuvo a la cintura de María Victoria, su larga y frondosa cabellera negra y sus mustios pasitos de conejo. La farándula entronizó a las carpas en las que se hicieron famosos Palillo, Cantinflas, Tito Guízar y muchas Hermanitas que cantaban a trío contratadas por Paco Miller y Margo Su. María Victoria fue un dulce, una paleta Mimí,y sus esquetches con Pepe Guízar también marcaron el debut de Christianne Martell, Ana Berta Lepe y Tongolele. Las dos nos convertimos en las artistas de quienes más se hablaba: Tongolele en el Follies y yo en el Margo.

Con el bolero Es que estoy taaaan en... (María Victoria hacía una pausa larga antes de decir cachondamente amorada) todo el teatro se venía en cataratas de gritos de: ¡Ay, mamacita!, al grado de que la cantante se detenía hasta que se calmaran los ánimos. Lejos de ofenderme, esos gritos me demostraban que yo era aceptada. Hoy, 50 años después, la Lotería Nacional lanza a doña María Victoria Cervantes, de 86 años, y la echa a volar en todos los cachitos.