Opinión
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La república de Facebook emite su propia moneda
C

uando Marco Polo viajó a China (1295) se sorprendió de un invento inaudito: el papel moneda. Así, el viajero veneciano dedicó un capítulo entero de su libro a transmitir a la nobleza europea la buena nueva. El papel de aquella insólita moneda se fabricaba con la corteza del árbol de la seda, que ya seca y aplanada tenía una textura como de tela de algodón, aunque de color negro. Descrito el objeto físico, Marco Polo detallaba cómo operaba ese dinero tan improbable: La factura de este papel moneda es autentificada con tanta ceremonia como si fuera de oro o plata pura... y de esta manera recibe completa autenticidad como dinero. El acto de falsificación se castiga con pena de muerte... Todos los vasallos [del Gran Khan] lo reciben sin titubeos, porque... pueden disponer de él para comprar las mercancías que requieran, como perlas, joyas, oro o plata. Con ella, digo, se puede conseguir cualquier artículo.

El papel moneda era, así, una cosa fantástica –casi inconcebible. Y es que los mercaderes europeos de la época, provenían de pequeñas repúblicas que dependían de su comercio exterior. Los estados que avalaban y defendían a esos comerciantes no tenían el poder para garantizar una moneda que no estuviera hecha de un material que tuviera un valor intrínseco. Por eso, la moneda estaba hecha de oro, plata o hierro, por ejemplo, y su peso y pureza determinaban su valor.

Bien. Pues ayer Facebook anunció que emitirá su propia moneda, que será conocida como libra. El fenómeno me es casi igual de asombroso de lo que fue para Marco Polo el papel moneda. Una empresa trasnacional (Facebook) ha lanzado una moneda propia, que tendrá circulación a escala planetaria. Si entiendo bien, la libra facebookeana funcionará mediante una aplicación en el teléfono inteligente y los clientes podrán comprar libras usando otras monedas de pago. Adquirida la libra facebookeana, el tenedor podrá transferir dinero a cualquier otro usuario sin costo alguno, tan fácil y velozmente como si se tratara de un mensaje de Whatsapp.

Facebook tiene hoy 2.4 mil millones de usuarios, poco menos de un tercio de la población mundial. Muchos de esos usuarios no tienen cuentas bancarias, por lo que se calcula que esta nueva moneda será muy socorrida como forma de pago, especialmente por migrantes trasnacionales, que además no tener cuentas bancarias, pagan cuotas elevadas a las compañías como Western Union o Elektra. Con la moneda facebookeana se acabarán esas cuotas y se terminarán, además, los días de espera para recibirlas. El traspaso será, en vez, instantáneo y gratis (aparte del costo que tendrá comprar libras).

La iniciativa de Facebook está siendo resistida por la banca tradicional, que con ella podría perder cualquier cantidad de dinero. Hay también algo de nerviosismo respecto de las implicaciones que pueda tener la libra para las monedas tradicionales, como el dólar, el peso o la libra esterlina. Con razón. No hay ningún país del mundo que tenga una población del tamaño de la de los usuarios de Facebook. Quizá la libra facebookeana reduzca la circulación de las monedas tradicionales –como sucedió con el oro y la plata cuando entró el papel moneda; que esas monedas sirvan para respaldar el valor de la nueva moneda, pero que poco a poco dejen de ser instrumento principal de transacción.

En el caso de México, ¿cuáles serán las consecuencias? Quién sabe, pero quizá sean considerables. En 2018 ingresaron al país 33 mil millones de dólares en remesas (cerca de 3 por ciento del PIB). Ese dinero es objeto de toda clase de tasaciones y ha sido la base de importantes de negocios, como Banco Azteca y Elektra. Sin embargo, los migrantes mexicanos todos usan Facebook y Whatsapp. Es de suponerse que todos ellos se aficionarán a la moneda de Facebook para hacer envíos y dejar así de pagar cuotas por las transferencias. Si eso sucediera, disminuirá además la compra del peso mexicano y habrá menos cambio de moneda en los bancos. En otras palabras, se fortalecerá la presencia de Facebook en la vida socoeconómica del país.

Sin duda, como Marco Polo, aún no entendemos lo que significaría vivir en una economía de esa naturaleza, formar parte de la república mundial de Facebook.

Por otra parte, está ya asegurada la obsolescencia de la visión que existe de las redes sociales formada desde la política interna del país –resumida en la fórmula obradorista de las benditas redes sociales. Esa fórmula no describe ni remotamente la naturaleza de las implicaciones políticas, sociales o económicas de las redes sociales y el nacionalismo que estamos viviendo; es, en realidad, un espejismo.

México está montado en un proceso de integración económica mundial que avanza y toca cada vez más aspectos de nuestra vida social. La política nacional está, en ese sentido, desfasada. En la era de la república de Facebook, adoptar el nacionalismo del siglo XX es adoptar la política del avestruz.