Opinión
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Arte y tiempo

¡Suertudotas!

Íc

ono del cine mexicano de la segunda mitad del siglo XX, el personaje Mauricio Garcés no sólo llenó una época, sino se convirtió en prototipo del galanazo que miles de hombres hubieran querido ser.

Rico (sin dinero no se puede ser galán en esta sociedad cuyo valor principal es justamente ese, el dinero), guapo, maduro, simpático, el personaje creado por Mauricio Férez Yázbek, (nombre real y completo del actor que lo encarnó) se convirtió también en el ideal de miles de mujeres, que veían en él la encarnación de todo lo que deseaban por marido, empezando, por supuesto, por la holgada posición económica. Que el personaje Mauricio Garcés fuera infiel por antonomasia, jugador, bebedor y otros tantos atributos, era lo de menos, siempre podrían decir: la esposa soy yo. Sobre esta base, era natural, entonces, que el personaje considerara muy afortunadas, ¡suertudotas! a todas aquellas que, así fuera efímeramente, pudieran gozar de su amor. Situación que se complementaba, al terminar la relación, con una de sus famosas frases: que horrible ha de ser tenerme y después perderme, dicha, hay que admitir, con un gracejo que convertía al personaje si no en entrañable, sí por lo menos en uno muy querible, cercano y agradable.

Con tales antecedentes nada de raro tiene que a gente de teatro se le haya ocurrido hacer una comedia siguiendo los cánones de lo que el personaje fue y representó en sus películas: el Don Juan contemporáneo capaz de seducir a cuanta mujer se le pusiera enfrente. Una de sus películas se llamó, precisamente, Don Juan 67.

Joaquín Bissner tuvo la idea y escribió el libreto. Consiguió los apoyos pertinentes para traerla a escena y él mismo se encargo de la dirección. Esto es lo que, presentado como un homenaje a Mauricio Garcés, se ofrecece en el remozado teatro Manolo Fábregas.

La comedia de situaciones sigue la línea de sus películas y hasta semeja a algunos de sus personajes, como El mayordomo, que en cine encarnó muchas veces Luis Manuel Pelayo, o sea, es insustancial, no tiene ni pretende tener valores sustantivos ni dar lección ninguna, vaya, ni siquiera pretende mostrar una moraleja aleccionadora como hace la comedia clásica sino, simplemente, pretende divertir, lo que consigue en la mayoría del público.

Como literatura dramática no hay, pues, nada que buscar ni señalar, salvo que, sobre todo en la primera parte, se prolonga demasiado haciendo caer el ritmo y la tensión y, consecuentemente, perdiendo la comicidad que es su sustento.

El montaje es consecuente, todo se desarrolla en el vestíbulo de un hotel donde el supergalán subyuga a varias féminas incluyendo a la gerente y, como buen cazafortunas, termina persiguiendo a otra. Bien ambientada y con un vestuario muy bien recreado, la comedia cuenta con un elenco de desempeños desiguales en los que los mejores son los de Fuentes, el representante, personificado por (Gerardo González, y Sandy, la gerente encarnada por Vanesa Montemayor.

Al gran Mauricio Garcés lo interpreta Ulises de la Torre a quien auténticamente disfrazan de Mauricio Garcés con un maquillaje por demás notorio y a quien, pese a la voluntad que pone, le quedó enorme el personaje. En su abono debo decir que, en realidad, para cualquier actor debe ser muy difícil encarnar a un personaje de la talla de Mauricio Garcés, que, guste o no, fue toda una creación del señor Mauricio Férez Yázbek.

¡Suertudotas! Para pasar un rato sin ninguna complicación.