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Perdura el DDT en lagos de Canadá 50 años después de ser prohibido
 
Periódico La Jornada
Jueves 13 de junio de 2019, p. 2

Ottawa. El potente insecticida DDT perdura en lagos de Canadá casi 50 años después de su prohibición, reveló un estudio publicado este miércoles que destaca su impacto dañino en microorganismos en la base de la red alimenticia local.

Entre 1952 y 1968, más de 6 mil 280 toneladas de dicloro difenil tricloroetano o DDT fueron rociadas desde aviones sobre bosques de la costa atlántica canadiense, en la provincia de Nuevo Brunswick, para controlar brotes de plagas en bosques explotados por la industria forestal, según el ministerio del Ambiente canadiense. La maniobra se considera uno de los mayores programas de fumigación aérea en América del Norte.

El conocimiento público de los efectos nocivos del DDT sobre la fauna y el ambiente propiciaron la regulación de su uso hasta que en 1972 se prohibió completamente.

Sin embargo, un grupo de investigadores de la Universidad de Mount Allison en Nuevo Brunswick encontró recientemente en sedimentos lacustres trazas de DDT que aún exceden los niveles considerados seguros para organismos acuáticos, señalaron en un comunicado.

También identificaron un potencial riesgo de que el DDT se esparza a través de la red alimenticia local, más allá de las costas de los lagos.

Estos hallazgos fueron publicados en la revista de ciencia y tecnología ambiental de la American Chemical Society.

El equipo de investigadores recogió muestras de cinco lagos en Nuevo Brunswick y analizó la concentración de DDT y restos parcialmente fosilizados de pulgas acuáticas (Cladocera).

Encontró que en la mayoría de los lagos se produjo un cambio en las especies de plancton animal existentes, de mayor tamaño a otras más pequeñas, que son en general más resistentes a los contaminantes. Se considera que organismos acuáticos expuestos a cantidades significativas de DDT sedimentario pueden tener altos niveles de ese químico en los tejidos.

Un invertebrado con DDT puede ser el alimento de una trucha, que a su vez es devorada por fauna local o termina en la red de un pescador, transfiriendo así el tóxico insecticida desde el ecosistema acuático al terrestre, según señala la investigación.