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Cinta aborda la soledad y el silencio de los hombres migrantes en EU

Proyectan Lupe bajo el sol, de Rodrigo Reyes, en la Cineteca Nacional

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▲ Fotograma del largometraje de Reyes, quien también es intérprete de migrantes en Estados Unidos
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 9 de junio de 2019, p. 6

Descendiente de una familia de braceros originarios de Cotija, Michoacán, el cineasta Rodrigo Reyes recuerda que solía ayudar a su padre, que trabaja en los campos agrícolas de California en los veranos. Llevaba cheques o trabajaba con la gente que empleaba, gracias a lo cual pudo observar, por ejemplo, a cinco migrantes compartiendo una pequeña casa o a señores mayores de edad viviendo solos, alejados de sus familias, o aquel otro que luego de 30 años regresó a su pueblo para morir un mes más tarde o el caso del que sufrió una embolia y falleció porque no quiso ir al médico.

Es como si fueras una máquina que se venció y se va al basurero, pero no. Son seres humanos y hay que tratarlos con dignidad, opina el egresado de estudios internacionales en la Universidad de California en San Diego.

Actualmente, Rodrigo combina el oficio cinematográfico con el de intérprete en los tribunales penales en la zona metropolitana de San Francisco. Le llamó la atención la imagen del macho mexicano que trata de aguantar la dura situación de aislamiento que suele enfrentar, también descubrió que luego de la diabetes y la hipertensión, la tercera enfermedad que afecta a los hombres migrantes es la depresión, así que es un problema muy real.

Para abordar el tema escribió y dirigió su tercer largometraje, Lupe bajo el sol (Lupe Under the Sun, 2016), protagonizado por un sexagenario que toda la vida trabajó en los campos agrícolas californianos, y ahora está retirado, Daniel Muratalla (Lupe) y su esposa, Ana María Muratalla (Gloria), originarios de Rincón de Jaripo, Michoacán, quienes radican actualmente en Merced, California. Es una historia sobre la soledad –incluso si se tiene una pareja de varios años–, el aislamiento, la vida introvertida y las rutinas que no logran evadir la nostalgia por volver al pueblo originario.

Proyección nacional

La cinta es minimalista y de profunda contemplación del personaje, hablada en español aunque filmada totalmente en California; cuenta con fotografía de Justin Chin, edición de Manuel Tsingaris, diseño sonoro de Randy Matuszewski y música de Pablo Mondragón; formó parte de la competencia de largometraje mexicano del 14 Festival Internacional de Cine de Morelia y se estrena en la cartelera mexicana este fin de semana, en la Gira de Exhibición Nacional 3x3 de La Maroma Producciones y Docsmx, en la Cineteca Nacional; después, en más de 30 sedes de 15 estados del país.

La muerte de uno de los abuelos (Lupe) de Muratalla, expuso un pasaje secreto de la vida de quien fue una figura muy fuerte, casi idolatrada de su niñez: durante un lustro no se supo ni de su paradero ni de su actuar, no hubo una sola noticia hasta que un día volvió de Estados Unidos sin mayor posesión que un sombrero nuevo; sin maletas ni dinero para reintegrarse a la vida familiar y sin decir una palabra sobre su larga y misteriosa ausencia.

Me nació de una necesidad personal muy fuerte de sanar mi propia herida familiar, porque la situación me estaba comiendo y supe que tenía que hacer una película al respecto. Empecé a pensarla desde la soledad y la necesidad de regresar. Una situación desesperada lo trajo de vuelta y en esa soledad me di cuenta de que en California hay muchos Lupes, muchos migrantes que se perdieron y es con base en estos fantasmas vivos que construí esta historia de mi abuelo si se hubiera quedado 20 años sin volver, cuenta el cineasta, radicado en San Francisco.

El trabajo de intérprete le exige una actitud ecuánime y dar respeto y dignidad a las voces de los hispanohablantes que acuden a los tribunales. La distancia y el acercamiento requeridos le ayudaron a explorar una historia fílmica como esta y a comprender el problema humanitario creciente en la frontera.

“La crisis migratoria ha sido fabricada deliberadamente, es un mensaje, es una guerra de propaganda de La trumpeta, como llama al presidente estadunidense. Creo que como mexicanos debemos responder con dignidad y no con bajezas; con independencia de la filiación política tenemos que defender la dignidad de nuestros paisanos y de nuestro país. Debemos dejar claro que estas personas son refugiados de guerra que huyen y buscan asilo por la violencia o de la situación económica originada por las fuerzas del mercado; entonces, que no diga que son monstruos.

El racismo reditúa y Trump lo ve clarísimo y qué casualidad que los estados que más lo apoyan son los que menos interacción tienen con mexicanos, como Iowa o Ohio, explica Reyes.

Lo grave del asunto, dice, es que se está pervirtiendo la raíz del Estado de derecho estadunidense, pionero entre naciones: “Existía la promesa de justicia y de poder participar de esa sociedad y de ese sueño americano, y creo que en la próxima década podremos ver cómo se purga esa toxina que nos está contaminando a todos, incluso en México te estresa el mensaje de La trumpeta, y es algo que debemos tomar muy en serio y fijar nuestra protesta, pero yo los invitaría a hacerlo desde el punto de vista humanista y no político”, concluye.