18 de mayo de 2019 • Número 140 • Suplemento Informativo de La Jornada • Directora General: Carmen Lira Saade • Director Fundador: Carlos Payán Velver

Sonora

Saqueos por mar y por tierra

Milton Gabriel Hernández García y Pablo César Sánchez Pichardo  Equipo Noroeste-PERIM INAH

Sobrevivir con todo en contra.

Según el “Atlas de los pueblos indígenas de México” publicado por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI, ahora INPI), en Sonora se encuentran los pueblos cucapá (542 habitantes), guarijío (2,946), mayo (108,180), pápago (426), pima (1,603), seri (1,031) y yaqui (29,815). También es preciso mencionar la existencia del pueblo kikapú y de una gran cantidad de migrantes temporales y residentes nahuas, mixtecos, triquis, tlapanecos y otros grupos culturales provenientes del sur y sureste del país. En este artículo realizamos una breve aproximación a las problemáticas socioambientales que enfrentan algunos pueblos indígenas de este estado, las cuales requieren atención urgente para su resolución.

Para el pueblo seri o comcaac que habita en las comunidades de Punta Chueca y Desemboque, la pesca ha sido históricamente una de las actividades en las que se ha fundamentado su sobrevivencia. Si bien ha mantenido importantes continuidades, a lo largo del siglo XX esta actividad ha experimentado profundas transformaciones. Algunas de ellas empiezan a tener un efecto negativo en la posibilidad de su reproducción. A pesar de la certeza jurídica que tiene el pueblo comcaac para realizar su actividad en una zona de exclusividad, en las pasadas dos décadas, una serie de agravios a su autonomía ha vulnerado sus derechos territoriales plenamente reconocidos por el Estado mexicano mediante un decreto presidencial de 1975.

Una de las grandes problemáticas territoriales que enfrenta el pueblo comcaac es la constante y casi cotidiana invasión de embarcaciones camaroneras y sardineras provenientes sobre todo de Guaymas: “matan especies chicas, la hueva de muchos pescados, destruyen el fondo marino y además contaminan el mar con los desechos de la fauna muerta”. Si bien la Guardia Tradicional vigila permanentemente que este tipo de embarcaciones no entren en la zona pesquera que por decreto presidencial les corresponde, la vastedad de este espacio marino no puede ser cuidada en su totalidad de manera simultánea.

Los comcaac han denunciado un constante saqueo de los recursos marinos y cuando la guardia realiza acciones para su defensa, suele ser estigmatizada como grupo de asaltantes o piratas. Debido a ello consideran urgente que las autoridades ambientales y pesqueras coadyuven con la guardia en la vigilancia de la zona de exclusividad pesquera, que, gracias a los procesos de conservación ecológica de este pueblo, es una de las mejor conservadas del Golfo de California, aunque hoy día está en riesgo por la amenaza de la pesca furtiva, ilegal y de gran calado.

Otra de las problemáticas importante tiene que ver con el impacto que genera la planta de producción camaronera que se encuentra en el Estero Santa Cruz, en Bahía de Kino. Se sabe que los desechos químicos que arroja al mar están afectando la reproducción de varias especies mediante la sustracción de larvas para el abastecimiento de sus estanques. Los pescadores comcaac consideran que es necesario que las autoridades ambientales hagan un estudio para detectar el tipo de daño que están causando estos desechos, así como determinar medidas de regulación para evitar la extracción de larvas y finalmente, un dragado del estero.

Otro problema que acontecen al sur de Sonora, en territorio yoreme, en municipios como Etchojoa, Huatabampo, Benito Juárez, entre otros, es la extracción de los recursos naturales, que beneficia económicamente a pequeñas, medianas y grandes empresas, extranjeras o nacionales, que no pertenecen a los pueblos indígenas. Así lo expresa don Julio Valenzuela, músico tradicional del valle del río Mayo, al señalar que las relaciones interétnicas –principalmente entre yoremes y no indígenas– están marcadas por la desigualdad económica en ámbitos como la pesca, la agricultura o la medicina. La agroindustria, si bien no se puede considerar como una actividad propiamente extractiva, a partir de la década de 1950 ha provocado la desecación del afluente del río Mayo con la construcción de la presa Adolfo Ruiz Cortines o Mocúzarit, para abastecer el distrito de riego 038. La agroindustria destina gran parte del agua a los extensos campos de cultivo, mientras que las parcelas de los pequeños agricultores no alcanzan a ser regadas, pues se considera que no pueden pagar el alto costo del agua de riego.

Otro aspecto que evidencia el carácter desigual de la extracción de los recursos naturales, es el caso de la planta medicinal conocida como guareque (Maximowiczia sonorae), usada para combatir los efectos de la diabetes, entre otras enfermedades. Esta planta se da principalmente en la parte serrana, donde personas no indígenas la extraen y comercializan en los mercados públicos: “los yoris se están llevando todo. De aquí están sacando medicina para después venderla a nosotros cara”.

Aunque en algunos pueblos y comunidades no es un fenómeno tan acentuado, en términos generales, los pueblos indígenas de Sonora han experimentado un fuerte proceso de desplazamiento lingüístico asociado, en la mayoría de los casos, a la discriminación.

Además, enfrentan diversas amenazas territoriales. En el caso de los yaquis o yoeme, dos grandes problemas fueron heredados de los gobiernos anteriores: el Acueducto Independencia, que además de la afectación ambiental que supone, ha ayudado a construir el imaginario urbano de que los yaquis son un pueblo egoísta que no quiere compartir el agua, no trabaja y solo sabe tomar carreteras. Por otro lado, el ducto que pretende llevar gas de Chihuahua a Sinaloa, pasando por Sonora y específicamente por su territorio, es otro foco rojo que amerita una intervención gubernamental urgente.

El pueblo pima (O´ob) que habita en pueblos como Yécora y Maycoba enfrenta el despojo territorial a manos de las empresas carboneras y de manera altamente violenta, por la presencia de los grupos de sicarios que han obligado en muchas ocasiones a modificar no solo la vida ritual, sino incluso a abandonar las rancherías que han quedado atrapadas en el fuego cruzado de los enfrentamientos entre bandas del crimen organizado. En el caso del pueblo tohono o´odham, ubicado cerca de la línea fronteriza, su territorio está atravesado por proyectos extractivos, contaminantes y sobre todo por las rutas del crimen organizado y el tráfico de personas.

El pueblo guarijío, que se encuentra al sur del estado, ha enfrentado tenazmente el proyecto de la Presa Los Pilares que amenaza con poner en riesgo las aguas del alto río Mayo, del cual dependen para la reproducción de su cultura y su subsistencia. El escenario futuro ha cambiado a favor de los guarijío, ya que recientemente obtuvieron en los tribunales un amparo con el que han ganado el derecho a que se reponga el proceso de consulta previo, libre e informado que se realizó en 2012, así como la cancelación de la Presa Bicentenario.

Ante esta situación de despojo de los recursos naturales, los pueblos indígenas continúan resistiendo muchas veces de forma activa y otras no tanto por miedo a represalias, ya sea de las mismas empresas o como ha sucedido a lo largo de la historia, por medio de diferentes formas de violencia.

Para conocer más sobre estos pueblos indígenas, hasta el 31 de mayo se puede disfrutar de la exposición “Etnografía del Noroeste de México 20 años de investigación etnográfica del INAH” en la Media Luna del Museo Nacional de Antropología, la cual da cuenta de algunos de los procesos contemporáneos que experimentan los pueblos indígenas comca´ac, yoeme, yoreme, yoleme y ralámuli de Sonora, Sinaloa y Chihuahua.•

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