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Participan PP, ciudadanos, PSOE y podemos

Cataluña, ultraderecha y corrupción dominan el primer debate en España

Cien minutos de toma y daca en pos del voto de un ejército de indecisos

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▲ Los clientes de un bar en Pamplona pudieron seguir el primer debate de los aspirantes al gobierno de España que se celebró ayer. En la pantalla del fondo aparecen, de izquierda a derecha: Pablo Casado, del Partido Popular; Pedro Sánchez, del PSOE; Albert Rivera, de Ciudadanos, y Pablo Iglesias, de Podemos. Hoy se llevará a cabo el segundo y último encuentro entre los candidatos.Foto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 23 de abril de 2019, p. 21

Madrid. La crisis abierta por el proceso independentista en Cataluña, la corrupción y el auge de la extrema derecha fueron algunos de los temas recurrentes en el primer debate entre los cuatro principales aspirantes a gobernar España, de cara a las elecciones generales del próximo domingo. El intercambio de ataques y recriminaciones puso en evidencia la ruptura entre dos grandes bloques: el de la derecha, representada por el Partido Popular (PP) y Ciudadanos (C’s) y el de la izquierda, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Unidos Podemos (UP).

En la sede central de Radio Televisión Pública Española (RTVE) se celebró el primero de los dos debates que protagonizarán los cuatro candidatos: el socialista y presidente del gobierno, Pedro Sánchez; el nuevo líder del PP, Pablo Casado; el aspirante de C’s, Albert Rivera, y Pablo Iglesias, de UP. El encuentro se llevó a cabo a pesar de las dificultades que puso el aspirante socialista, quien va de líder en las encuestas, y rehuyó hasta el último momento su participación. Sólo cedió tras una dura campaña mediática y política en su contra.

El debate se dividió en cuatro bloques, con un minuto de presentación y uno de salida para cada candidato. Los temas acordados por los propios representantes de los partidos políticos y los periodistas de la cadena RTVE fueron política económica, fiscal y empleo; política social, pensiones e igualdad; política territorial y finalmente los pactos postelectorales.

El favorito y el más atacado

Pedro Sánchez, en su condición de favorito, fue también el que más ataques recibió durante los 100 minutos que duró el debate; tanto de los partidos conservadores, que le recriminaron sus supuestos pactos con las formaciones independentistas, golpistas y bilduetarras (según sus propias palabras); como desde la izquierda de Pablo Iglesias, que lo acusó de no ser de fiar y lo emplazó en numerosas ocasiones a despejar la duda de si está dispuesto a pactar con otra formación política que no fuera la suya, en este caso con C’s.

Sánchez intentó evitar el cuerpo a cuerpo con el resto de candidatos y explicó en tono pedagógico que su llegada al poder hace sólo 10 meses se debió a una histórica moción de censura, a la cual se congregó una amplia mayoría del Congreso de los Diputados con un solo objetivo: expulsar al PP y al entonces gobierno de Mariano Rajoy de las instituciones por los gravísimos casos de corrupción que afloraban en los tribunales de justicia.

Además, defendió los grandes y profundos cambios que ha logrado hacer en estos 10 meses, a pesar de contar sólo con 85 diputados de los 350 que forman la Cámara, donde la mayoría absoluta se conforma con 176. Entre los logros que enarboló destacaron la recuperación del poder adquisitivo de las pensiones, el aumento del salario mínimo interprofesional, la reforma a la ley hipotecaria para facilitar la vivienda a los más jóvenes y los arrendatarios, varias iniciativas para fortalecer la actual legislación en contra de la violencia de género, para erradicar los vestigios de la cultura machista.

El candidato socialista también alerta en al menos cuatro ocasiones del riesgo real de que el auge de la extrema derecha de Vox –el quinto partido en liza, pero que no estuvo en el debate por la prohibición de la Junta Electoral Central– logre meterse en las instituciones a través de un pacto entre lo que llamó las tres derechas.

El debate en RTVE fue el primer asalto, a la espera de que lo ocurra la noche de este martes, cuando los cuatro candidatos se volverán a enfrentar, pero ahora en una televisión privada (Atresmedia), con un formato menos rígido, en el cual habrá más espacio a la interpelación directa y a las provocaciones o cuestionamientos espontáneos de los periodistas.

Josetxo Zaldua

Enviado

Madrid. Fueron 100 minutos de toma y daca entre el presidente defensor, el socialista Pedro Sánchez, y los suspirantes de la derecha Pablo Casado, del Partido Popular, y Albert Rivera, el hombre que llevó a Ciudadanos del centro a la derecha. En medio, el único político de izquierda, Pablo Iglesias, líder omnipresente de Podemos, fue el único de los cuatro que eludió el lenguaje vitriólico de sus oponentes y además se amparó en la Constitución para defender sus propuestas.

Este martes será el último round: dos debates seguidos que los partidos pretenden les sirvan para sacar la mayor tajada de los votos indecisos que, según el promedio de las encuestas, oscila entre el 30 al 40 por ciento.

El gran ausente en ambos encuentros será el partido Vox, representante genuino del nacionalcatolicismo, es decir, la ultra derecha pura, dura y madura. Y no estarán en los debate porque así lo decidió, con la ley en la mano, el Colegio Nacional Electoral al esgrimir que Vox no tiene representación nacional, parlamentaria.

Estaba previsto que en ese ring a cuatro, dos de ellos, Casado y Rivera, centrarían sus golpes en el hígado de Sánchez, y así fue. La lluvia de golpes contra el socialista fue despiadada, sin cuartel, tanto que a ratos emergía desde la equina el podemita Iglesias para pasar la esponja por la golpeada cara de Sánchez.

Nadie se pone de acuerdo sobre en qué medida estos dos debates influirán en la decisión final del ejército de indecisos. Pero todas las encuestas, hasta las encargadas por los medios de la derecha, dan por hecho que Sánchez ganará las elecciones del próximo domingo pero sin los votos que le permitan formar un gobierno en solitario.

Una alianza con los populares es algo más que una quimera, y Rivera, en ese desaforado volantazo hacia la derecha, ya juró que con Sánchez no va ni a misa. Así las cosas al actual presidente no le queda otro camino que llegar a acuerdos con Podemos y con los nacionalismos catalán y vasco, auténticos demonios para Casado y Rivera.

Y ese fue uno de los caballitos de batalla que montaron populares y ciudadanos para enderezar sus diatribas contra el socialista. La tesis del bloque trifacha, integrado además por Vox, es que Sánchez se echó ya en los brazos de los independentismos catalán y vasco para poder gobernar los próximos cuatro años. A cambio, sostienen, el PSOE abrirá la puerta a la desintegración territorial de España.

A tenor de los hechos de dominio público no hay en la hemeroteca ninguna declaración de Sánchez en esa dirección. Ayer no se cansó de repetirlo durante el largo debate. Casado y Rivera hicieron pinza en ese delicado tema, aunque el líder de Ciudadanos también arremetió contra Casado por todos los casos de corrupción. Rivera se ha empeñado en desfondar al PP y por eso ha asumido un discurso claramente orientado a la derecha. El problema es que ese corrimiento que seguramente atraerá votos de los populares, seguramente provocarán que los votantes socialistas que abandonaron a su partido hace cuatro años para apoyar las tesis centristas de Ciudadanos, optarán este domingo por regresar al redil socialista.

Asustó a esos y a otros votantes sin partido –la mayoría– la llamada foto de Colón (por la madrileña plaza que lleva el apellido de marras). En esa foto están los que son cabezas de la derecha y ultraderecha española: Casado, Rivera y Abascal, líder de Vox. La instantánea entusiasmó a unos cuantos pero asustó a muchos más.

Más allá de esos detalles está claro que Vox será el partido que más desfonde a los populares, mientras se da por hecho que también dañará en menor medida a Ciudadanos, algunos de cuyos votantes optarán por dar su voto a un partido que habla sin complejos, sin esconder sus retógradas intenciones. Vox será, según los pronósticos, la gran revelación de la contienda electoral.

A este primer debate acudió el líder de Podemos como el patito feo de la carrera por la Moncloa. Nadie discute el declive de un partido que ilusionó a jóvenes y adultos con un discurso fresco por rompedor. Llegaron para asaltar los cielos y hoy están a un paso de los infiernos. Sus luchas cainitas en la cúpula erosionaron su credibilidad. A pesar de ello, Iglesias tuvo una participación en el debate muy propositiva al decidir no sumarse a la refriega de sus tres rivales de viaje.

Nombrar ganadores y perdedores no tiene mucho sentido, aunque la mayoría de los medios coinciden en apuntar que Casado fue el que peor parado salió del envite. Este martes toca el segundo y último rifirrafe.