20 de abril de 2019     Número 139

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Hacia una caracterización de las juventudes rurales de México


Las jóvenes rurales dedican 5 horas más que las jóvenes urbanas a trabajos no remunerados. Iván Cruz y Cruz

Isidro Soloaga  Profesor del Departamento de Economía de la Universidad Iberoamericana y responsable de la Cátedra de Investigación Dinámicas Territoriales y Bienestar

A pesar de que cuatro de cada diez jóvenes en México viven en el campo, la política pública ha sido en general ciega a sus realidades y la juventud ha sido mayormente retratada y estudiada desde una mirada urbana. En estas líneas aproximamos elementos que esperamos ayudarán, a través del contraste de situaciones, a  hacer visible a las juventudes rurales. Las estadísticas disponibles nos muestran que hay 38 millones de jóvenes de entre 12 y 29 años en México (el 31% de la población total). De estos jóvenes, alrededor de 23 millones viven en áreas urbanas y más de 14 millones habitan en localidades de menos de 15,000 habitantes, por lo que se les puede considerar como jóvenes rurales.

La distribución de esta población no es homogénea en el territorio nacional. El mapa muestra una mayor proporción de jóvenes en los estados del centro y, principalmente, del sur del país (ver mapa). Participación de la población joven rural en la población total de cada entidad.

Seis de cada diez jóvenes rurales vive en situación de pobreza multidimensional y dos de cada diez en pobreza extrema. Uno podría pensar que esta mayor pobreza relativa es lo que explica menores niveles de logro de los jóvenes rurales ya que, por ejemplo, los hogares rurales gastan en educación menos de la tercera parte de lo que gastan los hogares urbanos (720 pesos por mes contra 2,400 pesos por mes, lo que representa el 3.6% y el 5.6% del gasto total de los hogares, respectivamente). Sin embargo, aun comparando hogares en similar situación socioeconómica, al alcanzar los 23 años existe una diferencia de más de 2 años en escolaridad, a favor de las juventudes urbanas. Claramente, “hay algo” en lo rural que determina estos menores niveles de logro y éste es un espacio en el que la política pública debe incidir.

Un abordaje integral

Para comenzar a abordar de manera integral la situación de la juventud rural, es importante impulsar una agenda de políticas que tenga el ciclo de vida como eje central y que incluya las siguientes propuestas:


  • Integrar plenamente en las acciones y programas de política pública del Estado mexicano el concepto de ciclo de vida y trabajar desde ahí en la  desigualdad específica que enfrentan niñas, niños y jóvenes en el ámbito rural (incluyendo comunidades rurales aisladas e intermedias).


  • Definir claramente una población objetivo por edad y criterios de ruralidad, y dirigir acciones diferenciadas a hombres y mujeres, con base en que el trabajo que realizan (y sus alternativas para la inclusión laboral y el desarrollo de negocios) es distinto.


  • Crear el Padrón Único de Beneficiarios de Programas Sociales que diferencie a las y los jóvenes rurales y que permita, en materia de atención a la juventud, conocer la forma en que se atienden los diversos problemas de la juventud rural a lo largo de su ciclo de vida.

Algo similar pasa con el empleo. La proporción de jóvenes “no-conectados/as” (que no asisten a la escuela y no indican estar trabajando en tareas remuneradas) es mayor en áreas rurales (28%) que en áreas urbanas (20%). Esta diferencia se agranda al contrastar a las jóvenes rurales (45% no-conectadas, ¡casi la mitad!) con las jóvenes urbanas (29% no-conectadas). Como es sabido, en realidad las jóvenes rurales sí trabajan, pero lo hacen en actividades no remuneradas. En ambientes rurales las mujeres dedican en general 5 horas más que las que dedican las jóvenes urbanas a trabajos no remunerados, y los hombres rurales dedican en promedio 3 horas más que sus contrapartes en las ciudades. 

Como el porcentaje de jóvenes estudiando es mucho mayor en áreas urbanas que en áreas rurales, está claro que es la inserción laboral temprana de los/las jóvenes rurales lo que compromete la continuación del estudio. Al efecto de poner más luz sobre esto, hemos realizado un cálculo simple, comparando dos tipos de hogares de acuerdo con el grado de escolaridad y el empleo del principal sostén de familia. Hogares en relativa desventaja (escolaridad menor a preparatoria y empleo en el sector primario) y hogares con relativa ventaja (escolaridad mayor a prepa y con empleo en servicios o industria). Al contrastar mujeres y hombres jóvenes que viven en estos dos tipos de hogares encontramos que los jóvenes de hogares relativamente aventajados tienen 25 puntos porcentuales más de probabilidad de estar estudiando que sus contrapartes de hogares rurales desventajados.

En cuanto a la “no conectividad”, ésta es 11 puntos porcentuales mayor en los hogares más desventajados, y mucho mayor aún si solo se calcula esto para las mujeres (de vuelta, esto es trabajo familiar no remunerado). Estos son indicadores del tamaño de las brechas que existen hoy en México entre las realidades rurales y urbanas. Ya a los 15 años un joven rural de hogares con menores ventajas relativas tiene una probabilidad de 60% de estar trabajando, mientras que esa probabilidad es del 20% en hogares urbanos de mayor escolaridad y con empleos en sectores no-agrícolas.

Otra característica diferencial importante entre ambientes rurales y urbanos es la del acceso a servicios de salud. Menos del 20% de la juventud rural tiene acceso al IMSS, ISSSTE u otros servicios considerados servicios de calidad en México, en tanto que este porcentaje llega casi al 40% en zonas urbanas. Estas diferencias también ocurren en otras variables de importancia, tales como la violencia y el embarazo adolescente. Con respecto a este último, se tiene que en ambientes rurales la prevalencia es más de dos puntos porcentuales superior a la de ambientes urbanos (21% contra 19%).

Como se ve, los problemas que enfrenta en la actualidad la juventud rural son multicausales, por lo que necesitan ser abordados de manera integral. Se requiere una comprensión más fina de la complejidad de las dinámicas que están influyendo en las condiciones de inserción  social y productiva de la juventud rural, para así propiciar una agenda de políticas que pueda favorecer la reducción de la pobreza, el empoderamiento, el acceso a empleos decentes y, en general, a elevar los niveles de bienestar de los y las jóvenes. •


Nota: Las opiniones vertidas en este artículo son del autor y no comprometen a ninguna de las instituciones mencionadas.

opiniones, comentarios y dudas a
[email protected]