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Cuba, en la mira imperial // Trump: sueños húmedos

E

l demencial cuan permanente empeño estadunidense en contra de Cuba y su legítimo derecho de proceder como a ella convenga ha sido invariablemente condenado por la comunidad de naciones, pero el gobierno gringo no quita el dedo del renglón: su agresión a la isla es constante, creciente e ilegal, al tiempo que, en franca violación del derecho internacional, amenaza a terceros países si mantienen relaciones comerciales y financieras con la mayor de las Antillas.

Desde 1992, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas ha condenado, abierta y contundentemente, el ilegal bloqueo comercial, económico y financiero que Estados Unidos impuso a Cuba desde el triunfo revolucionario. Por ejemplo, en la más reciente votación (noviembre de 2018) solo dos países, de 191 en total, se pronunciaron en contra de acabar con el asedio (el propio Estados Unidos e Israel).

Tímidamente, sin tocar el fondo de la cuestión, en diciembre de 2014 el presidente Barack Obama intentó suavizar las relaciones con Cuba, pero ello no llevó al levantamiento del embargo. En aquella ocasión el ex mandatario estadunidense anunció el fin de un enfoque caduco que, durante décadas, ha fracasado en hacer avanzar nuestros intereses y, en su lugar, empezaremos a normalizar las relaciones entre nuestros dos países.

El en ese entonces mandatario cubano, Raúl Castro, indicó que el deshielo fue producto de un diálogo al más alto nivel, que permitió avanzar en la solución de algunos temas de interés para ambas naciones, aunque persisten profundas diferencias entre ambas naciones De cualquier suerte, los países tienen que aprender a vivir con sus diferencias de manera civilizada, con base en la igualdad soberana y sin menoscabo de la independencia nacional y la autodeterminación de nuestro pueblo. Así, con todos los bemoles, porque el bloqueo se mantuvo, reanudaron relaciones diplomáticas tras más de medio siglo de ruptura.

Paso a pasito, pues, pero poco después en la Casa Blanca se instaló un salvaje émulo de Hitler, con la intención de controlar al planeta, echó todo a la basura y no solo se pasó por el arco del triunfo el contundente pronunciamiento de la Asamblea General de la ONU, sino que apretó tuercas y retomó la amenaza de represalias a terceros países por el simple hecho de mantener relaciones económicas, comerciales y financieras con Cuba, en franca violación del derecho internacional por su efecto extraterritorial.

Al salvaje de la Casa Blanca se le ocurrió activar –a partir del 2 de mayo– el título III de la nefasta Ley Helms-Burton (de 1996, en pleno gobierno de Bill Clinton, el cual lo suspendió temporalmente por seis meses prorrogables, hasta ahora), el cual permite demandar, en tribunales estadunidenses, a extranjeros con negocios en Cuba o interesados en ellos.

De acuerdo con la información disponible, en declaración conjunta la Unión Europea y Canadá subrayaron que la decisión de Estados Unidos es lamentable y tendrá un impacto importante en los operadores económicos legítimos de la UE y Canadá en Cuba, al tiempo que advirtieron sobre la innecesaria espiral de acciones legales por la decisión de la Casa Blanca, cuyo primitivo inquilino tiene en la cabeza gruesas telarañas macartistas y sueños húmedos con la doctrina Monroe.

El gobierno cubano, por medio de su canciller, Bruno Rodríguez, rechazó categóricamente la decisión del salvaje Trump, porque es un ataque al derecho internacional y a la soberanía de Cuba y de terceros Estados; la agresiva escalada de Estados Unidos fracasará. Recién, el Ministerio de Relaciones Exteriores de la isla advirtió: Washington tiene un propósito de tutelaje, como si Cuba fuera un territorio bajo su dominio.

Las rebanadas del pastel

Y el vendedor de pollos marca Kentucky, John Bolton (quien en sus ratos libres trabaja como asesor de Seguridad Nacional de Trump), no encontró mejor foro para hablar de los logros de la política exterior gringa que con la derrotada gusanera en la fallida invasión a Cuba de 1961.

Twitter: @cafevega