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Por primera vez exhiben las manchas en pequeño formato de Sorolla

La muestra Cazando impresiones, montada en la capital española, reúne más de 200 obras de esa faceta poco conocida del pintor valenciano

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En la playa de San Sebastián, 1900-1901, obra de Joaquín Sorolla incluida en la exposición Cazando impresiones, que aloja el Museo Sorolla en Madrid. Concluirá el 29 de septiembre.Foto cortesía del museo
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 26 de marzo de 2019, p. 5

Madrid. El pintor Joaquín Sorolla acudía en numerosas ocasiones a un mecanismo creativo muy habitual en los artistas: antes de realizar una obra hacía apuntes, ‘‘manchas” o ‘‘notas de color” en soportes de pequeño formato, ya fueran cartones o tablillas. Esos experimentos le servían de inspiración y de manual para formular sus propuestas estéticas.

Por primera vez, el madrileño Museo Sorolla expone gran parte de esas reflexiones a pequeña escala, quizá los registros más íntimos del artista valenciano, mediante 227 óleos, de los cuales al menos 44 nunca se habían mostrado al gran público, en la exhibición Cazando impresiones: Sorolla en pequeño formato.

En un intento por mostrar al espectador una de las facetas menos conocidas de Sorolla (1863-1923), la pinacoteca madrileña que lleva su nombre decidió reunir esos pequeños apuntes o notas de color que el artista hacía de modo permanente y que le servían para guiarse en la creación de una nueva pieza o simplemente para jugar o plantearse nuevos desafíos estéticos. En las salas del museo se muestran 227 piezas, la mayoría de la colección, pero alrededor de 50 proceden de acervos privados.

Se calcula que Sorolla pintó más de 2 mil óleos sobre cartones o tabillas de muy pequeño tamaño. Él mismo los definía como ‘‘apuntes, manchas o notas de color” y explicó que fue un formato que comenzó a utilizarse con mucha frecuencia entre los artistas en el siglo XIX, pues permitía recoger con rapidez ideas o impresiones de cosas vistas en obras independientes que iban más allá de un simple boceto.

Consideradas en un principio obras íntimas o productos inacabados del pintor, ‘‘pronto se apreció en ellas su libertad creativa, y empezaron a exponerse y a cotizarse como muestras de lo más personal y original del artista”, explicó la historiadora del arte María Luisa López, curadora de la muestra.

‘‘Las obras, cuyo tamaño no supera 20 por 30 centímetros, guardan siempre relación con algunos de los trabajos mayores que el pintor estaba realizando en cada momento. Así que los a veces minúsculos cuadros aquí reunidos, ejecutados sobre lienzo, tabla o cartón, pueden contemplarse casi siempre como creaciones terminadas. Sólo que con el valor añadido de que develan lo que los clásicos llamaban la prima idea del pintor”, explicó la especialista y añadió que uno de los parámetros para elegir las piezas expuestas fue precisamente el valor de ese ‘‘apunte” en la obra que inspiró con posterioridad.

Sorolla se convirtió a partir de la segunda mitad del siglo XX en uno de los artistas más admirados de España, tanto por su profundidad en el trazo como por el singular color de sus obras, casi siempre inspiradas en el mar Mediterráneo. Desde su etapa formativa en París, el valenciano se interesó en utilizar las obras de pequeño formato para conjugar sus posteriores creaciones, así lo hizo incluso cuando era un estudiante inexperto en su ciudad natal.

Caja de apuntes, emblema de la pintura al aire libre

Para apuntalar la exposición, en cada sala se expone una gran fotografía de algunos lugares donde colgó cierta cantidad de esos cuadros: su taller en Madrid, convertido en lugar de encuentro y exhibición, una exposición en Nueva York, otra en París o sus rincones más íntimos de Valencia.

Además Cazando impresiones: Sorolla en pequeño formato incluye una vitrina con algunos de los utensilios y herramientas especiales de los que los pintores de la época se dotaron para salir a la calle y trabajar en contacto con la naturaleza: tubos metálicos, entonces relativamente nuevos; una paleta plegable y una ‘‘caja de apuntes”, artilugio este último que se convirtió en emblema de la pintura al aire libre. El invento tenía dos partes unidas por bisagras metálicas: una inferior que servía de paleta y contenedor de colores, con un espacio para pequeños pinceles, y otra superior que permitía sujetar la tablita donde se pintaba. Todo lo necesario para ‘‘cazar impresiones”. Y Sorolla las utilizaba de manera habitual.

La exposición de Joaquín Sorolla, montada en el museo del artista, concluirá el 29 de septiembre.