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Los hechos y sus posibles significados
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l miércoles pasado concluyó el Conversatorio para el Análisis del Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI), que reunió a numerosos científicos gracias a la convocatoria de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados y el Foro Consultivo Científico y Tecnológico. De manera simultánea, el mismo día y a la misma hora, se realizó otra reunión en las instalaciones del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt); se trata del foro titulado Ciencia por México: los ejes del nuevo Conacyt, encabezado por la directora de ese organismo, la doctora María Elena Álvarez-Buylla Roces.

El producto del conversatorio realizado en San Lázaro fue un documento que señala la necesidad de un marco jurídico que garantice la libertad de investigación, respalda los cambios constitucionales por una política de Estado para la ciencia, plantea un mecanismo para el aumento del presupuesto a este sector, propone el trabajo conjunto con el sector privado e introduce temas que deben formar parte del Plan Nacional de Desarrollo y el Programa Especial de CTI. Un elemento de gran peso en ese documento son los firmantes, pues incluye a la totalidad de los integrantes de la comisión legislativa, a los rectores y directores generales de las principales instituciones de educación superior e investigación del país, a los titulares de las academias y a representantes del sector privado. Establece, además, la creación de un grupo de trabajo permanente para cumplir los acuerdos alcanzados.

Por su parte, el acto realizado en el Conacyt contó con la participación de algunos investigadores, tanto entre los ponentes como los asistentes; funcionarios, como el subsecretario de Educación Superior, Luciano Concheiro; legisladoras, como Beatriz Paredes, a quien le sorprendió –según dijo– que se le incluyera entre las ponentes. Estuvo presente también la senadora Ana Lilia Rivera, coautoras de la iniciativa que produjo malestar en la comunidad científica. A diferencia de la reunión en San Lázaro, este acto fue a puerta cerrada, pues no tuvo acceso la prensa. No obstante, de un video defectuoso de la sesión matutina que transmitió ese día Conacyt por Facebook, pueden extraerse algunos hechos importantes.

En su intervención, Álvarez-Buylla explicó que el espíritu con el que se está trabajando en el Conacyt partirá de los consensos, los cuales ha ido identificando en sus diferentes contactos con grupos de investigadores. Entre ellos destacan: la libertad en el quehacer científico; la recuperación del rigor a partir del diálogo con las comunidades internacionales; la articulación de las capacidades científicas del país con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, pero también con las prioridades planteadas por el nuevo régimen; la apropiación social de la ciencia y nuevas formas de interacción con el sector productivo. Aunque son conceptos vagos, llaman la atención dos, pues marcan un aparente distanciamiento con la iniciativa de la senadora Rivera: la libertad de investigación y la interacción con el sector productivo (aunque debe notarse su resistencia a mencionar al sector privado).

Un elemento más de distanciamiento con la iniciativa de ley presentada en el Senado (a pesar de que cada día se acumulan más pruebas de la participación de la directora del Conacyt en la creación de la misma, puede verse, por ejemplo, el artículo de Rafael Bojalil en Reforma, 12/3/19), lo planteó al responder a una pregunta de Adolfo Martínez Palomo, de El Colegio Nacional, quien preguntó si el Conacyt seguiría al servicio de las instituciones, estimulando, coordinando y definiendo los grandes planes de ciencia y tecnología del Estado; o quedarían las instituciones al servicio del Conacyt. La respuesta de la directora del consejo fue extraña, pues, por una parte dijo que no se pretende centralizar decisiones, opiniones y mucho menos el poder, y por otro lado, poniendo como ejemplo a los campesinos productores de maíz sano, resaltó la importancia de un diálogo de saberes que debe iluminar el quehacer científico de las instituciones que para ella forma parte de los consensos.

Sobre los posibles significados de estos hechos: dos reuniones simultáneas no son señal de unidad entre el Conacyt y la comunidad científica. No obstante, lo ocurrido trasciende con mucho a la iniciativa de decreto de ley de Humanidades, Ciencias y Tecnologías, la cual, en mi opinión, está muerta, por las conclusiones del conversatorio y porque la directora del consejo da la espalda en dos aspectos centrales: la limitación a la libertad de investigación y la centralización del poder en el Conacyt. No obstante, surgen dudas sobre el segundo tema, pues los consensos estarían definidos por el Conacyt, cuya directora insiste en iluminar a las instituciones con un diálogo de saberes, para trasladar su guerra contra la siembra de transgénicos al terreno de la investigación científica.