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Nosotros ya no somos los mismos

Eva Leonor López Sámano: su soledad no sólo fue en Los Pinos // Costos imperiales estilo Las Meninas // Celebrar y conmemorar: diferencias

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▲ Lázaro Cárdenas, recordado hoy a 81 años de la expropiación petrolera.Foto La Jornada
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igantesca disculpa: el anunciado recado de parte de don José Emilio Pacheco, que yo oficiosamente trasmitiría al académico don Sergio Goyri, por causas de fuerza no mayor, pero sí de consideración, se pospone.

Encontré hace meses una esquela que daba a conocer la muerte de la señora Eva Leonor López Sámano (77 años), hija única del presidente Adolfo López Mateos y de su esposa doña Eva Sámano. Madre e hija se distinguieron por su vida discreta y sobria. La profesora Sámano fue víctima de una soterrada campaña de rechazo no sólo por esta actitud, sino además porque la clericalla y el popoferío rastacuero, cuya panorámica nos presentó Luis Spota en su inolvidable Casi el paraíso, descubrió que la digna y humilde maestra que siempre fue doña Eva estaba marcada por un estigma inaceptable: no profesaba la fe católica. Era, quién lo creyera en un país de fanatismo galopante, feligrés protestante.

Avecita vivió sus veintes como la infanta solitaria de Los Pinoles (expresión popular para llamar a la casa presidencial). Su comportamiento no dio pábulo ni siquiera a maledicencia o murmuraciones, infaltables cuando en la vida real no se dan hechos ciertos para la crítica. No imagino siquiera a la adolescente Avecita rodeada de los miembros del Estado Mayor, cuya honrosa encomienda es asistir al Presidente de la República, fungiendo como asistentes de un inteligentísimo mozalbete que, merced a miles de estúpidos mozalbetes, ha logrado fama y fortuna, por su exquisito arte de perforar la piel humana. Me refiero obviamente a don Jonathan Valena, conocido en los medios cutáneos más refinados como: Jon Boy, el príncipe de la decoración de exteriores.

Ignoro el costo total del insulso y frívolo caprichito imperial, pues a los inconcebibles honorarios habrá que agregar transportes, viáticos, hospedaje y todas las sustancias ingeribles, aspirables, inyectables, bebibles, inhalables y demás atenciones. Confío en que no hayan superado el pago que el soberano Felipe IV le proporcionó a don Diego Rodríguez de Silva y Velázquez por el retrato de familia conocido mundialmente como Las Meninas, cuyas dimensiones son 3.18 metros de largo por 2.72 de ancho. Sería una majadería comparar las dimensiones de la letra J que tatuó a la encantadora Sofía en su tobillo, y las iniciales ML, en el antebrazo de Paulina. Menos mal que esto sucedió a tres meses de abandonar Los Pinos. Por poco y no les da tiempo.

Existen en nuestro idioma dos verbos a los que la Real Academia de la Lengua les hace compartir algunos significados. Es decir, que no es tajante en diferenciar entre un vocablo y otro: celebrar y conmemorar. En cambio, para el lenguaje oficial es lo contrario: ambos verbos nos hablan de recordar, de hacer memoria, sin embargo, con sentimientos encontrados. Celebramos el 5 de mayo y el 15 de septiembre. Conmemoramos el sacrificio generoso del Batallón de San Patricio, de los cadetes del Heroico Colegio Militar y el cobarde asesinato de Madero. En un caso la alegría, la fiesta. En el otro, luto, coraje, tristeza.

Hace 81 años que Lázaro Cárdenas reivindicó ante el mundo nuestra vocación por la dignidad y soberanía nacionales. Pregunto a la multitud hoy lunes 18 de marzo de 2019: ¿Conmemoramos o celebramos?

Una linda maestrita coahuilense, Elizabeth Carrillo, me hizo llegar un viejo recorte de prensa que no tuve oportunidad de corroborar, pero que me gustó tanto que en todo caso a ella se lo adjudico. Me dan el dato de que el 27 de septiembre de 1960, después de la firma del decreto de nacionalización de la industria eléctrica, el presidente López Mateos emitió una carta al pueblo mexicano en estos términos:

“Devuelvo a los mexicanos la energía eléctrica que es de la exclusiva propiedad de la nación. Pero no se confíen, porque en años futuros algunos malos mexicanos intentarán por medios sutiles entregar de nuevo el petróleo y nuestros recursos a los inversionistas extranjeros. Ni un paso atrás, fue la consigna de Lázaro Cárdenas al nacionalizar nuestro petróleo.

“Hoy le tocó a la energía eléctrica. Pueblo de México, los dispenso de toda obediencia a los futuros gobernantes que pretendan entregar nuestros recursos energéticos a intereses ajenos a la nación. Es obvio que México requiere de evolución tecnológica y una eficiencia administrativa para lograr nuestra independencia energética; sería necio afirmar que México no requiere de la capacitación tecnológica en materia eléctrica y petrolera, pero para ello ningún extranjero necesita convertirse en accionista de empresas públicas para apoyarnos.

Sólo un traidor entrega su país a los extranjeros; cuando un gobernante extranjero me pregunta si hay posibilidad de entrar al negocio de los energéticos o a la electricidad, le respondo que los mexicanos sí queremos invertir en el petróleo americano o en su producción de energía eléctrica, por si quieren un socio extranjero. La Constitución es muy clara: los recursos energéticos y los yacimientos petroleros son, a perpetuidad, propiedad única y exclusiva del pueblo mexicano. Industrializar el país no implica una subasta pública de nuestros recursos naturales, ni la entrega indiscriminada del patrimonio de la Patria.

Twitter: @ortiztejeda