Política
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Mar de Historias

Aunque...

¿Q

uién se iba a imaginar que todo terminaría así? Ahora que ya lo sabe, la familia trata de olvidarlo. Pero ¿cómo? Aunque no queden huellas, los hechos siguen presentes; aunque haya silencio, los gritos siguen escuchándose; aunque Bella esté más lejos que nunca, su presencia sigue flotando en la habitación que fue suya hasta el día en que decidió irse con quien, sin saberlo, iba a ser su verdugo.

I

Que en su presencia no vuelvan a pronunciar su nombre, ordenó la madre descorazonada. Ella misma no lo ha vuelto a decir, ni siquiera cuando recuerda la tarde en que se despidió de Bella. Antes, para convencerla de que no se fuera, le confesó su ­extrañeza y sus temores. De ese hombre sabemos muy poco. El hecho de que haya venido a visitarnos tres o cuatro veces no ­significa que lo conozcamos. Y tú ¿qué sabes de él? ¿Es casado, tiene familia, a qué se dedica?

Soltero, comerciante. Eso fue lo que te dijo, pero ¿será verdad? Ojalá pudiera estar segura. Eres mi hija, comprende que quiera saber con quién te vas a vivir. Lo digo y me pongo chinita, me angustio. Sabía que en algún momento ibas a hacer tu propia vida. Es lo natural. También lo hice, pero no así; no me aparté de mi familia ni me fui de mi casa como si estuviera huyendo.

Otra cosa: ¿por qué no viene él y habla con nosotros y nos dice qué planes tiene? Que vivan juntos, ya me lo habías dicho. ¿Y después? Me imagino que han ha­blado de eso. ¿No? Mal hecho. Deberías interesarte en el futuro si es que van a formar una familia. ¿Qué dices? Me esperaba todo de él menos que no quisiera tener hijos. ¿No te parece mal que haya decidido algo tan importante sin consultarte? Si crees que vas a hacerlo cambiar de opinión, permíteme decirte que estás equivocada; pero en fin, ojalá y lo consigas.

II

Hija: no te vayas tan pronto. Por lo menos espera a que llegue tu padre para que se lo digas. ¿Por qué? Por ser quien es y porque merece que le des su lugar. Sabes muy bien lo mucho que te quiere, lo que significas para él, y sin embargo no te importa lastimarlo. Espero que lo resista. Y a tu hermano ¿tampoco piensas decírselo? Él siempre ha visto por ti, te ha apoyado en todo. Si no por respeto, por agradecimiento, deberías tomarlo en cuenta.

Si no quieres pensar en ellos, piensa en mí. Fíjate en qué situación me dejas: cuando me pregunten a dónde te fuiste ¿qué les respondo? Ni siquiera sé adónde te llevará a vivir ese hombre. Me parece muy raro que no te lo haya dicho. ¿Por qué será? Ah, porque quiere darte una sorpresa. ¿Eso crees? ¿No será más bien que piensa alejarte de la familia? Hay hombres así. ¡Cuidado! No te lo digo para ponerte en su contra, sino porque es mi obligación advertírtelo. Sí, ya sé que eres mayor, sabes lo que haces y tienes derecho a tomar tus decisiones; pero creo que no es la mejor elección irte a vivir con un individuo tan autoritario...

Te equivocas. No me cae mal, sólo que no me gusta la manera en que te domina ni la forma tan precipitada en que ha dispuesto que se hagan las cosas. ¿Qué necesidad tienes de irte como si fueras huyendo? No, perdóname, no te entiendo; es más: te desconozco. Siempre has sido una mujer de carácter, con iniciativa y ahora te veo completamente doblegada a la voluntad de ese hombre. Querer a una persona no significa entregarse a ella con los ojos cerrados y es precisamente lo que estás haciendo.

III

No te quedes callada. Di lo que piensas. O qué ¿también te prohíbe pensar? No invento. Lo estoy viendo y tú también, pero te da miedo reconocerlo. En fin, no sé para qué insisto. Todo lo que te diga me lo tomarás a mal, como un ataque a... De acuerdo: será mejor que hablemos otro día. ¿Cuándo? Sí, comprendo que estarás ocupadísima atendiendo a tu... ¿cómo debo llamarlo: prometido, novio, jefe, Dios? No me estoy burlando, sólo quiero que me aclares la situación.

Te adoro, pero no voy a insistir en que te quedes. Retenerte contra tu voluntad sólo servirá para que me guardes rencor y pienses que por mi culpa eres infeliz. Y a tu padre y a tu hermano, les diré que los dejaste... No me estás escuchando, sólo piensas en irte. Hazlo. ¿Mi bendición? Lo siento. Esta vez no puedo dártela.

IV

Aunque su esposo y su hijo le hayan suplicado que no lo haga, la madre sigue pensando que nada sería tan doloroso e irreparable si, en el momento en que se despidió de su hija, le hubiera dado la bendición. La tortura pensar que habría podido correr tras Bella, alcanzarla y decirle por lo menos las palabras que le decía cuando se iba al trabajo: Que Dios te acompañe. En vez de hacerlo cerró la puerta y se puso a recorrer la casa, como cuando Bella era niña y jugaban a las escondidas.

V

Entonces nadie imaginaba que su destino sería el de una mujer maltratada –Me tropecé y me pegué en la cabeza–, temerosa –No tiemblo de miedo, es que aquí hace frío–, sometida –Tengo que pedirle permiso porque si no...–, aislada –Mi casa está muy lejos. No vengan hasta acá. En cuanto pueda voy a visitarlos–, sola y al final destrozada debajo de una sábana.

Aunque los vecinos trataron de impedírselo, la madre se quedó mirando el cuerpo de Bella teñido de sangre; aunque se diera cuenta de ya que era inútil, le dio la bendición; aunque a nadie se lo dijo, ella sabía el nombre del violento, el asesino; aunque lograron apartarla de la escena, ella siguió mirándola. Aunque haya aceptado la muerte de su hija, a veces cree reconocerla en una extraña que camina a su lado. Entonces, movida por la ilusión le sonríe y pronuncia un nombre: Bella. (l988-2017. Nunca te olvidaremos.)