16 de febrero de 2019     Número 137

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

El cierre de la actividad pesquera
en el Golfo de California, un desafío
de la cuarta transformación

Gloria Ciria Valdez Gardea El Colegio de Sonora


Pescador-artesano vendiendo adornos con
estrellas de mar y conchas de almeja
en Popotla, Playas de Rosarito, Baja California.

Las reformas institucionales neoliberales han influido en los cambios que las pesquerías y costas mexicanas han experimentado en los últimos años. La industria del turismo y la presión política de grupos conservacionistas estadounidense hacia el gobierno mexicano, han ocasionado que los pescadores y sus familias sean desplazados de su espacio y sus recursos marinos. El proceso de descapitalización de la industria pesquera por parte del gobierno mexicano no es nuevo. A mediados de la década de los 80 se observa una política de ajuste estructural que llevó al desmantelamiento de la flota camaronera y a la bancarrota del sector cooperativo, la venta de barcos de alta mar, el cierre de BANPESCA y otros organismos que habilitaban al sector. En la década de los 90 la situación empeoró para el sector con las políticas neoliberales que llevaron a la privatización del sector y a la declaración de una Reserva de la Biósfera del Alto Golfo y Delta del Río Colorado encaminada a preservar especies en peligro de extinción como la vaquita y la totoaba. Las comunidades pesqueras no son homogéneas, las políticas de conservación han perjudicado enormemente a las comunidades que dependen principalmente de esta actividad como El Golfo de Santa Clara, en Sonora. Desde entonces la narrativa ha cambiado de una produccionista a otra conservacionista. El chivo expiatorio ha sido el pescador y sus familias, el lema: sacarlos de pescar pues son los responsables de las muertes incidentales de especies en peligro de extinción.

A mediados del 2000 se implementó el programa PACE-Vaquita con el objetivo de intercambiar las artes y permisos de pesca por presupuestos para servicios e infraestructura turística. En el 2014 se anunció una veda temporal de dos años para la pesca trayendo consigo conflictos y tensiones en el tejido social de El Golfo de Santa Clara, una comunidad históricamente golpeada por la pesca clandestina, la precariedad y el narcotráfico. En el 2015 el expresidente Peña Nieto mandó a realizar estudios previos para decretar como reserva de la biosfera la región comprendida en su totalidad por los estados de Baja California Norte y Sur, Sonora, Sinaloa y Nayarit.

A 25 años de la declaración de la Reserva de la Biosfera, cuyo objetivo inicial era terminar con la actividad pesquera en las comunidades del Alto Golfo, los pescadores y sus familias siguen observando la reducción de su espacio pesquero lo cual ha ocasionado entre otras cosas: conflictos al interior de las comunidades, especulación de la tierra, y liderazgos políticos encabezados por pescadores cuestionados por sus comunidades. Las políticas y proyectos gubernamentales de reconversión productiva han fracasado.


La pesca del día en Popotla, Playas de Rosarito, Baja California.

El nuevo gobierno alienta la expectativa de que la situación de las comunidades pesqueras cambiará a una donde la prioridad sea el bienestar social y económico de las comunidades. Hay mucho que hacer. Para empezar, destrabar la especulación de la tierra en comunidades como El Golfo de Santa Clara, la comunidad más vulnerable, pues casi el 75% depende de la actividad pesquera. Es necesario que se escuche a la comunidad de científicos que han demostrado la complejidad multifactorial del ecosistema, además de cómo la narrativa política ha creado una atmosfera en donde se criminaliza al pescador. Un censo para conocer quién es el verdadero pescador, y metodologías adecuadas para abordar a la comunidad pesquera, que se compone por la interrelación del ecosistema humano y marino.

El reto del nuevo gobierno es alejarse de guiones académicos preestablecidos donde se presupone que la conservación y la sobreexplotación de los recursos son las marcas identitarias de las comunidades pesqueras.  La apuesta metodológica del nuevo gobierno es permitir a los actores presentar sus propias narrativas sobre las identidades complejas que, en sus prácticas cotidianas, ellos creen poseer. La apuesta es tratar de ver a las comunidades pesqueras no como una organización formal o cerrada, sino procurar entenderla como multiorganizacional.

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