Cultura
Ver día anteriorViernes 15 de febrero de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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No, no pasa nada
N

o, no pasa nada. México está detrás hacia dentro lo alto en una infinitud que siempre es tragedia.

Estallidos de cuetes ‘‘o huachicoles”. Fiesta globera que requiere de muertos calcinados para negar el dolor pasado, por uno nuevo. Que arrastra, mece y lleva seducidos cautivados al peligro.

Velas en el mar atraídas al desorden, lo caótico y la desintegración.

Esta semana los 69 cuerposaparecidos en fosa clandestina en Colima.No, no pasa nada.

Un día
los caballos vivirán en las tabernas
y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos que
se refugian
en los ojos de las vacas.
Otro día
Veremos la resurrección de las
mariposas disecadas
y aun andando por un paisaje de
esponjas y barcos mudos.
Veremos brillar, nuestro anillo
y manar
rosas de nuestra lengua.

Fantasía de Federico que anuncia nuestro fatalismo. Sólo pensamientos negros esta semana, tan negra, como el humo de Tlahuelilpan –horror de imaginar las quemaduras de difícil sanación de los heridos–. Sólo afiladas ruedas de lenguas de fuego que manan rosas negras. Semana que confronta con el desamparo original entre pesares y recuerdos ahumados.

México, mientras tanto, mientras tanto, ay, enfrenta su propia muerte, frente al fantasma del riesgo tecnológico. Días tristes de los humos azul marrón. Humos que gimen ecos de fracaso, enfrentan a lo irrepresentable de la muerte. Muerte que se canta quejumbrosa a los dioses y ofrece la vida como tributo a su omnipotencia.

Silencioso está México reflejado en el neblumo que penetra por las pieles y en infernal abrazo nos cautiva con el espectáculo único de la destrucción. Sollozante ritmo de pesados lamentos que agoniza en intensas penumbras y paisajes desolados. Sólo lenguas de fuego que destruyen, regresan a la naturaleza impura, como quería el poeta granadino, al llegar a Nueva York.

Mientras tanto, mientras tanto, ay,
mientras tanto...
ha de gritar loca de fuego
ha de gritar loca de nieve
ha de gritar con la boca llena
de excremento

como quería Federico García Lorca.