19 de enero de 2019     Número 136

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

La lucha de las mujeres por el
acceso a la tierra en Sudáfrica

Vanessa Anaya 

Creo que las mujeres tienen que luchar para combatir estas políticas de nuestro jefe tradicional. Nosotras, como mujeres, tenemos que tener tierra porque somos las mujeres de Sudáfrica. Debemos tener los mismos derechos, al cincuenta por ciento. No hay diferencia entre yo y mi marido. Tenemos que tener los mismos derechos”.
Nomvuso Nopote (CALUSA y Siezaka Movement, Xhalanga District, Sudáfrica)

Abordar la cuestión de los derechos de las mujeres al acceso y uso de las tierras en el ámbito rural en África es fundamental cuando hablamos de desarrollo, ya que, como afirma Schapera (1938), la subsistencia del pueblo está ligada con su sistema de tenencia de la tierra. Las mujeres han sido históricamente el eje central de la agricultura, el pilar de la familia y la comunidad.

La antropóloga Soledad Vieitez describía la propiedad y uso de la tierra en la época precolonial en África: “(…) la propiedad individual de la tierra era más limitada, mientras que grupos de descendencia (matrilineales o patrilineales) organizaban hogares para la producción, el consumo, la residencia y la reproducción: matrimonio, herencia, crianza de los hijos, fuerza de trabajo, etc. Existía variabilidad de formas de organización económica en torno a dichos hogares, pero lo fundamental es que los recursos naturales, también la tierra, era poseída conjuntamente por el grupo de descendencia, quien la administraba para todos (…)”.


Las mujeres han sido históricamente el eje central de la agricultura y la comunidad.

A pesar de que en la época precolonial la tierra estaba en manos de los hombres, el origen de la falta de derechos femeninos sobre la tierra procede en gran parte de las intervenciones coloniales que tuvieron un fuerte impacto en las relaciones de poder y de género. Existen evidencias —antropológicas, arqueológicas y de transmisión oral— de que las mujeres gozaban de importantes derechos sobre la tierra en las comunidades en la época precolonial. Investigadoras como Claassens (2008:9) argumentan que hay suficiente material histórico y etnográfico que muestra que las mujeres en Sudáfrica tenían fuertes derechos sobre la propiedad de la casa familiar y que ellas, incluidas las solteras, podían tener tierras, trabajarlas y beneficiarse, siendo figuras imprescindibles en la familia y en agentes económicos activos.

En Sudáfrica, con la llegada de la colonización primero y del régimen racista del apartheid después (1948), las mujeres tuvieron un papel desigual en los movimientos sociales, si bien tuvieron un rol importante en la lucha antiapartheid. En los años ochenta, el movimiento antiapartheid se radicalizó en respuesta a la aplicación de los Planes de Ajuste Estructural y las políticas neoliberales que incentivaron el mercado de tierras en África en beneficio de Occidente. Estas intervenciones acabaron por afianzar “legalmente” la propiedad individual a nombre de los hombres. Esto provocó mayores dificultades en el acceso y uso de las tierras para las las mujeres.

En esta época algunas figuras tradicionales, el derecho consuetudinario, el matrimonio, la propiedad e incluso la dote se distorsionaron y transformaron en una adaptación de los valores occidentales (Claassens, 2005, 2008, 2013; Mann, 2000, Ntsebeza 1999, 2005, entre otros). Y es en el periodo colonial cuando en Sudáfrica se dio una mayor pérdida en la capacidad de decisión y acción de las mujeres. Esto se debió a las políticas racistas del gobierno que sometió a las mujeres a una doble discriminación: por ser negras y por ser mujeres. Y también se debió al creciente empoderamiento de las autoridades tradicionales colocadas en el poder por el gobierno racista y que han seguido en el poder con la llegada de la democracia (Claassens, Walker).

Las consecuencias de esto han sido desastrosas no solo en Sudáfrica, sino en todo el continente. Una de ellas es la feminización de la pobreza, que ha favorecido el éxodo del campo a la ciudad de mujeres y hombres jóvenes, con el consecuente empobrecimiento y las dificultades de supervivencia en el entorno urbano, la precariedad laboral y la desigualdad de género.


Trabajo doméstico y trabajo productivo.

Durante el apartheid, a pesar de la presencia de las mujeres en las luchas, los líderes eran hombres jóvenes. El machismo de la sociedad no permitía interiorizar la equidad, por lo que muchas mujeres por no retar a sus maridos y romper su matrimonio no participaban en los movimientos  (Ntsebeza 2003: 27; Ntsebeza 2005: 208). Tras el apartheid, que finalizó en 1994 con la llegada de Nelson Mandela al poder, y durante la transición de los años noventa, la creación de foros de mujeres supuso la visibilización de estas tensiones de género y el empoderamiento de ellas. 

La llegada de la democracia en 1994 supuso una mejora de la situación en Sudáfrica, aunque hoy en día, 25 años después, muchos problemas continúan sin resolverse: corrupción, mala gestión gubernamental, ineficaz aplicación de las políticas públicas y las reformas que polariza más a la sociedad, entre otros.

Algunas de esas reformas tenían como objetivo restituir las tierras a los sectores de la población que durante años sufrieron el desplazamiento y el arrebato de sus tierras y conseguir una mayor igualdad de género. Pero tras ponerse en marcha la reforma agraria iniciada por el African National Congress en 1994, la restitución de tierras no se ha resuelto. Esta reforma pretendía trabajar en pro de los sectores más pobres y de las mujeres, lo que no se ha conseguido. Según algunas autoras, el motivo es la invisibilidad de las mujeres entre los grupos beneficiarios.

El conflicto generado entre equidad de género y autoridades tradicionales en la Constitución de 1996 —figura distorsionada negativamente por el régimen colonial y el apartheid— ha sido un jarro de agua fría en este proceso democrático, sobre todo para las mujeres. Teniendo en cuenta el carácter patriarcal de las autoridades tradicionales, la esperanza de una situación mejor para las mujeres con la llegada de la democracia se diluyó; se intentó resolverlo con la implantación de leyes en el 2000, pero tampoco dieron el resultado esperado. La Communal Land Right Act del año 2004 y su posterior declaración de inconstitucionalidad en 2010 es un ejemplo del fracaso de muchas de estas medidas.

La ley de 2018 “Expropiación sin compensación”, aún en proceso de implantación, aún no se sabe cuál será su impacto y si logra cumplir sus objetivos.


La democracia no bastó para garantizar el acceso a la tierra para las mujeres.

Ante este panorama, las mujeres rurales de Sudáfrica se han organizado en asociaciones de comunidades de base, ONG y grupos para lograr que la reforma agraria las beneficie y les permita acceder a las tierras de la misma manera que los hombres, para que se valore su trabajo y se resuelvan los problemas a los que se enfrentan por ser mujeres (violencia de género y abusos sexuales, principalmente). Hoy son muchos los movimientos femeninos y feministas en Sudáfrica que luchan por la igualdad de género, tanto en los movimientos sociales como en el ámbito académico. La organización y agrupación de las mujeres africanas muestra su participación en sus comunidades y en la vida política, social y económica de su territorio.

Las mujeres africanas han sido capaces a lo largo de la historia de asegurar su acceso a la tierra para poder así asegurar su subsistencia y la de su familia. Esto ha venido definido por el contexto legal y político que ha facilitado o empeorado sus condiciones, pero no hay que olvidar, ni menospreciar su capacidad de acción para conseguir su acceso a la tierra y otros logros, tanto de forma individual como colectiva. Tampoco el potencial del derecho consuetudinario como empoderador de las mujeres, ya que es a través de este derecho y de su aplicación práctica, que las mujeres pueden acceder a la tierra, cosa que no ocurre con algunas medidas legales como la titularidad de las tierras (Claassens y Mnisi, 2009).

Son cada vez más mujeres las que saben que con la democracia las cosas han cambiado, son cada vez más conscientes de sus derechos y cada vez más se están revelando contra las prácticas culturales y contra el sacrificio de sus intereses en nombre de la cultura (Mann 2000).

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