Opinión
Ver día anteriorJueves 17 de enero de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad perdida

Combate al crimen requiere cirugía mayor // Guardia Nacional, una ley incompleta

E

star de acuerdo o no con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, hoy, es lo de menos. El problema es que la violencia y el crimen se han metido hasta la médula del hueso de este país y extirparlas requiere de cirugía mayor sin anestesia.

Desmontar negocios criminales como el del narco o el huachicol que durante cuando menos durante 18 años han ido carcomiendo la voluntad de los hombres y el poder de las instituciones, ahora requiere de decisiones firmes, extremas.

La guerra simulada que creó el panismo, y a la que se sumó el PRI, mataba hombres, destruía familias, pero permitía que los grandes capitales obtenidos del crimen organizado siguieran fluyendo, es decir: morían los necesarios, pero vivían bien los importantes.

Tarde o temprano esta distorsión de la vida pública tendría que reventar, y mientras más rápido se interviniera menores serían los daños colaterales que sufriría el país. La ecuación más simple es, por tanto, muy fácil: unos arriesgaban todo y otros se enriquecían, casi sin peligro, por todo.

En este espacio fijamos nuestra postura en contra de que un mando militar se hiciera cargo de la Guardia Nacional, y eso porque este nuevo cuerpo, que nace indudablemente –no hay más– con la bandera de la represión enarbolada –estrategia que ha demostrado poca o nula efectividad–, debería tender a convertirse en un cuerpo que mire hacia la prevención del delito, y eso, nos parece, no se incluyó en la ley que ayer fue el centro de atención en la Cámara de Diputados.

Dudar de la urgencia de crear un nuevo método para pacificar al país sería tanto como cerrar los ojos a la muerte violenta de cuando menos 20 mexicanos todos los días, pero decirle al señor de la guerra que genere paz es contra natura. Un mando civil que entienda la importancia de la prevención es, a todas luces, la diferencia.

Los gobiernos de corte neoliberal perdieron la calle, y sin el dominio de esos espacios la guerra esta irremediablemente perdida; ahora, el gran problema es recuperar la calle, reconquistar el terreno. ¿Para ello hace falta la represión? Sí, pero si además de los programas sociales no se buscan las formas de prevención que pongan al gobierno en el terreno de todos sólo se habrá perfeccionado el fracaso.

La Guardia Nacional, dice la ley, será un cuerpo policiaco, pero estará construido con miembros de los cuerpos represivos del país, cambiar el chip de las mujeres y los hombres que se alisten en la guardia no será tarea fácil, y quizá el mejor método deba ser el adiestrarlos en las tareas que obligan al respeto a los derechos humanos, sin duda, pero que en sus labores tiendan a buscar las forma de prevenir el crimen y la violencia sería un verdadero triunfo.

La ley está aprobada y como ya hemos dicho, lo peor sería que nada se hiciera y que las cosas siguieran como estaban en el pasado inmediato. Por eso cuando se miran las quejumbres del panista Jorge Romero, diputado de la última Asamblea Legislativa y miembro distinguido del grupo de los tres marranitos que no hicieron llegar los fondos de reconstrucción a los damnificados del sismo, es imposible tomarlo en serio, y menos cuando uno recuerda que parte importante de eso que hoy se busca combatir es el producto de los gobiernos de su partido; y lo peor, el diputado federal pretende que el latrocinio y la impunidad sigan igual que en los gobiernos panistas, pero le tenemos una mala noticia: de eso ya no hay. Ni modo.

De pasadita

Y ya que andamos por ahí, sería bueno que el jefe de la policía local, el señor Jesús Orta Martínez, no se fíe tanto de sus policías o les haga la prueba antidopaje por eso que vieron en las gasolineras, y que sólo ellos vieron. Debe ser producto de algún alucine y más que ayudar a la jefa de Gobierno la hace quedar en ridículo. Aguas.