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Jaap van Beethoven
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Periódico La Jornada
Sábado 12 de enero de 2019, p. a12

He aquí un hallazgo: Jaap van Zwedeen. New York Philharmonic. Beethoven. Symphonies Nos. 5 & 7.

Flamante, flameante.

Se trata de la presentación discográfica del nuevo director titular de la Filarmónica de Nueva York, el holandés Jaap van Zwedeen.

Es la inauguración, también, del sello discográfico Decca Gold.

Oro molido.

Transparencia, es el concepto. Relieves, texturas, bordado fino, la imbricación.

El tejido es tan elegante que podemos observar/escuchar/palpar con claridad pasmosa la manera como fagotes y violas se abrazan. Se abrasan. Vemos/oímos/tentamos la profundidad cetácea del coro de violonchelos, sumergidos más hondo aún por los chicotazos de atrás, los de los contrabajos.

El brillo de las trompetas bruñido con los ornamentos Brancusi de los cornos franceses.

La incandescencia in crescendi de los oleajes de toda la sección de cuerdas, impelida por una marea lapislázuli.

El fraseo del holandés no yerra, errabundo en su sabiduría arquitectónica, diestro en el arte de pulsar migajas de pan en el bosque para desandar los laberintos.

El asombro.

Uno se mantiene al filo del asiento, cierra los ojos, siente vibrar cada poro, cada milímetro de epidermis, mientras el cerebro danza en su hipotálamo, su región reptiliana, la más arcaica pero donde suceden los procesos más sofisticados. Es pleamar y bajamar en ritmo de clepsidras.

Y uno no deja el asombro, la ensoñación, la atención consciente.

Los méritos de este disco vuelan como polen. Los motivos de entusiasmo son vastos, variados, valiosos.

Es momento de responder lo que ya todos imaginaron: ¿otra grabación de la Quinta de Beethoven? No es otra grabación. Es LA grabación.

Desde que Nikolaus Harnoncourt grabó en marzo de 2016 las sinfonías 4 y 5 del músico de Bonn con su orquesta Concentus Musicus, meses antes de morir, ese testamento invaluable no había merecido parangón. Helo aquí: la nueva grabación de Jaap van Zwedeen merece tal reconocimiento por las razones arriba enumeradas y también por:

Su capacidad evidente de lograr una nueva lectura sin estridencia alguna, es decir: sin manipular los tempi, sin alterar un ápice la partitura, sin truco alguno (como gustaba tanto de jugar al efectismo el mismísimo Herbert von Karajan), sin exagerar los repentinos cambios de ánimo, ritmo, velocidad y furia y solaz, elementos típicos beethovenianos.

Hay que añadir a los méritos, el hecho de que se trata de una grabación en vivo. Eso tira por la borda cualquier intento de manipulación a la hora de registrar el máster para el disco, sin ninguna maniobra de edición, como es costumbre en la industria discográfica. Aquí no hay posibilidad alguna de enmienda, zurcido invisible, remiendo, parche, engaño.

Eso, verosimilitud. El valor máximo de este disco es su pasión, su entrega, su sinceridad, su lealtad, su coherencia. No hay traición alguna, no hay engaño ni doble agenda. Es Beethoven. Es la pasión ardiendo. Es la música en su más pura expresión: inteligencia, intuición, naturalidad.

Este disco, ya imprescindible, es también una invitación estupenda para la formación de nuevos públicos. Ya quiero que sea la hora en que me siente a escucharlo nuevamente, ahora junto a mi querido amigo Ruy, quien a sus 11 años de edad es un experto en Beethoven, y cerrar los ojos y sentir crecer la marea de la música en el cerebro y en el corazón.

Lo único que pide este disco al escucha es eso: abrir los oídos y el corazón.

Y eso forma parte de mi respuesta a la pregunta: ¿otra grabación de la Quinta de Beethoven?

Y la versión de la Séptima Sinfonía, complemento de este disco, es aún más exquisita, honda, interesantísima.

Si en la Quinta Sinfonía apreciamos un fraseo inteligentérrimo y palpamos los bordes de cada frase, cada acento, cada cambio sutil de intensidad, en la Séptima danzamos.

Pasajes como el alud creciente, la salida impetuosa de magma desde el fondo del volcán, ese crescendo alucinante en contrabajos en la Séptima Sinfonía, equivale a un alarido de valquirias, un graznar en masa de flamingos, el ascenso de mil alondras, la lluvia de polen sobre pétalos de rosas.

Trepidante. Los crescendi llegan a clímax monumentales. Cada instante de la sinfonía representa capítulo aparte, no solamente los intersticios entre cada compás, sino todos los recovecos de la partitura quedan expuestos bajo lupa, amplificada su intensidad.

Si cerramos los ojos, percibimos el movimiento de nuestro cuerpo entero. Danzando. Si Wagner bautizó a esta sinfonía como la apoteosis de la danza, Jaan van Zwedeen, experto wagnerita, lleva el vaivén hasta los confines. Péndulo de Foucault.

Las proporciones áureas, los números de Fibonacci, el fluir de la sangre en nuestras venas, la savia que recorre el árbol desde la raíz hasta la flor que lo corona, allá en el cielo. Todo es armonía. He aquí a Beethoven de cuerpo entero: una persona con capacidad mayúscula de asombro.

Es la tercera ocasión en que Jaap van Zwedeen graba estas sinfonías. La anterior ocurrió con la Sinfónica de Dallas, esa orquesta que en su momento el mexicano Eduardo Mata (1942-1995) elevó a una de las mejores 10 de Estados Unidos y en ambas oportunidades, al igual que la primera vez que grabó el ciclo completo de las sinfonías de Beethoven con la Filarmónica de Hong Kong, el director holandés lo hizo con humildad extrema: mientras audicionaba para ser elegido como director de las tres orquestas mencionadas.

Fue el concertino más joven en la historia de una de las mejores orquestas del planeta, la del Concertgebow de Ámsterdam, desde los 18 años de edad y hasta 1995, cuando Leonard Bernstein, otro director cuyas versiones de las sinfonías de Beethoven son insuperables, lo indujo al podio y desde 1997 se convirtió en director de orquesta.

Con la Filarmónica de Nueva York ahora, Jaap van Zwedeen inicia periodo prometedor, luego del desgaste que acusaba la orquesta neoyorquina con Alan Gilbert, cuyo ciclo de ocho años culminó recientemente mientras Jaap se pone pasos adelante, pues con esta grabación prodigiosa inicia prácticamente los festejos por el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven, que ocupará la atención mundial todo 2020.

Un pulso interior, el espíritu de la danza, la alegría de vivir, animan este nuevo disco, ideal para comenzar 2019. Con un hallazgo.

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