Política
Ver día anteriorMiércoles 12 de diciembre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Macri: el futbol y la política estresan
E

n la aciaga noche del domingo pasado, luego de la goleada de River Plate a Boca Juniors en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid (3-1), Juliana Awada suministró a su esposo un estabilizador del sueño, le dio el besito de buenas noches, y apagó las luces del velador.

Una hora después, la primera dama fue expulsada del lecho matrimonial con una violentísima patada. Mauricio Macri había despertado a los gritos: ¡No puede ser!, ¡no puede ser! Juliana se recuperó con prontitud y trató de contenerlo, meciéndolo en sus brazos. Fue inútil.

Sacado de sí, el presidente porfiaba: “¡A mí…! ¡Que esto me pase a mí!” Juliana, entonces, envió un wasap al gurú del gabinete: Te vienes ya. Jaime Durán Barba respondió: ¿Ahorita? La turca (así le dicen), ordenó: “‘Ahorita’, boludo”.

Presto con lo puesto, el ecuatoriano atravesó la noche de Buenos Aires pitando desesperadamente el claxon del coche. Una misión difícil. No era el momento de atropellar a las decenas de miles de personas que obstaculizaban las calles, celebrando la victoria junto con Los borrachos del tablón, la barra brava de River.

Sin aire, el experto en neurociencias llegó a la residencia de Olivos, donde la turca lo invitó a tomar un tecito de hierbabuena en la cocina. “Se volvió loco –dijo ella–. ¡Óyelo!” El gurú paró la oreja y, en efecto, Macri seguía gritando: A ver si haces algo, suplicó Juliana.

El gurú subió a los aposentos, y con suavidad tocó a la puerta: “Mauricio, soy yo. Tu hermanito… Jaime”. Silencio… El gurú insistió: ¿Puedo entrar?. Macri corrió el cerrojo, y al ver al hermanito lo abrazó, redoblando el llanto: “¡Justamente a mí…!” Expectante, Juliana se mordía las uñas.

El gurú tranquilizó a su jefe, recordándole que él también era de Boca, y que la reunión del G-20 había sido exitosa, proyectándolo como líder mundial: “Mauricio… ¡en 48 horas estuviste con Putin, Xi Jinping, Macron, Theresa May, con todos! Y el día que arribó Trump hubo un sismo que se sintió en toda la ciudad. ¡Sos un grande!”

Sonándose los mocos con el papelito que Juliana le ofrecía entre sus dedos, Macri recuperó algo de serenidad, diciéndose con los ojos hinchados: Esto fue la venganza por el gas pimienta que le echamos a los jugadores de River en la Copa Libertadores 2015. Y volvió a estallar: “¡El ‘culón’ de Gallardo tiene la culpa!” (Marcelo, director técnico de River).

El lunes, con retraso y ojeras marcadas, el presidente asistió, sin muchas ganas, a la reunión de gabinete en la Casa Rosada. Sin decir pío, los ministros revisaban sus papeles, o tomaban café mirando por la ventana. El anodino canciller Jorge Faurie rompió el silencio:

–Francia reclama una explicación porque nadie esperaba a Emmanuel Macron en el aeropuerto Jorge Newbery. Que al salir del avión, sólo había un empleado de la terminal aeroportuaria con chaleco amarrillo, como el que usan los que en estos momentos echan fuego en las calles de París.

Macri: díles que Argentina también ha sido víctima del terrorismo internacional. Uhmmm… ¡Mejor, no! Diles que la vicepresidenta (Gabriela Michetti) lo estaba esperando, y que a ella –según me dijo– se le enganchó el pantalón en la silla de ruedas.

–También protesta el rectorado de la Sorbona por la conferencia de prensa conjunta con Macron, en la que pusiste en duda su excelencia académica.

–¿Qué puse en duda qué?

–Dijiste que nuestras ‘macanas’ (tonterías) las aprendimos allá, en la Sorbona, con algunos dirigentes que mandamos hace algunos años.

–Diles que Argentina mira hacia el futuro.

–Parece que en México también cayó mal que Gabriela haya comentado a la esposa de Macron que le hubiera encantado estar en la reunión del G-20, pero que lamentablemente le tocaba asistir a la transmisión del mando de López Obrador.

–Ganas de joder. Conozco Cancún y adoro sus playas. Saluda al nuevo presidente y diles que a finales de mes, con el desembolso del FMI, podría comprarles el fabuloso avión en el que llegó mi amigo Peña Nieto.

–Nicolás Maduro también protestó. Dijo que la final de la Copa Libertadores no debió jugarse en la ex metrópoli colonial, y en el 194 aniversario de la batalla de Ayacucho.

–Ayacucho… ¿Dónde queda eso?

Agotado, Macri hizo sonar su anillo en la mesa con dos golpecitos (tal como Kevin Spacey en House of cards), dando por terminada la reunión. Debo ir a la clínica donde internaron a Daniel (Angelici, presidente de Boca). Parece que no está bien.

A la salida, Durán Barba aguardaba por él. Y en el trayecto, el presidente no dejaba de mascullar: “No hay derecho… ¡después que le di a Boca 17 títulos y 11 internacionales en ocho años! El futbol y la política ‘estresan’ a uno”. El gurú volvió a calmarlo: “Tenés razón, Mauricio: ‘es tres a uno’”