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Cien años de la primera gran catástrofe del siglo XX (1914-18)

La Primera Guerra Mundial dejó unos 20 millones de muertos, marcó el derrumbe de imperios y allanó el camino del nacionalismo

 
Periódico La Jornada
Lunes 12 de noviembre de 2018, p. 25

Berlín. La Primera Guerra Mundial, la Gran Guerra (1914-1918), ha sido interpretada de muchas formas, pero sobre todo está considerada como la primera gran catástrofe del siglo XX y el fin del mundo tal como se lo conocía hasta entonces. Su final, del que se cumplen ahora 100 años, se produjo el 11 de noviembre de 1918 con el armisticio de Compiègne, que adopta el nombre del bosque ubicado en el norte de París, donde se firmó.

La victoria de los aliados marcó el derrumbe de imperios y el surgimiento de otros poderes hegemónicos, sobre todo el de Estados Unidos. También allanó el camino a los nacionalismos que acabaron desembocando en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), entre otras cosas por las duras condiciones impuestas a la derrotada Alemania en el Tratado de Versalles (junio de 1919).

Este acuerdo selló la paz pero obligó a los alemanes y sus aliados a aceptar toda la responsabilidad moral y material por la guerra, a entregar partes de su territorio y a pagar exorbitantes indemnizaciones a los países vencedores.

El detonante de la contienda fue el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono del Imperio Austrohúngaro, el 28 de junio de 1914. El archiduque murió junto con su mujer en Sarajevo a manos de un extremista serbio. Las grandes potencias del continente se precipitaron entonces en apenas cinco semanas a una guerra marcada por los errores de cálculo, los temores, la incompetencia y la excesiva confianza de sus dirigentes en sí mismos.

Al final, los cuatro años de batallas y matanzas hicieron que se derrumbaran las monarquías de Alemania, Austria, Rusia y el Imperio Otomano. Además, cambiaron las fronteras en todo el mundo y surgieron nuevos países.

La Gran Guerra fue el caldo de cultivo para el surgimiento de la Unión Soviética y el nacionalsocialismo de Adolfo Hitler. Sin ella no habrían existido la Segunda Guerra, el Holocausto, el estalinismo o la guerra fría. Para el historiador Volker Berghahn fue el comienzo de una época más larga que cubrió a Europa y a todo el mundo al final con otra orgía de violencia.

En 1914, Austria-Hungría y Alemania se enfrentaron a Francia, Rusia y Reino Unido. Tras el asesinato de Francisco Fernando, Berlín dio a sus socios austriacos prácticamente un cheque en blanco para atacar a los serbios, sabiendo que eso podía arrastrar a la guerra a sus aliados Rusia y Francia.

Gerd Krumeich destaca: Es seguro que ninguno de los responsables políticos y militares esperaba que hubiese una guerra tan gigantesca. De lo contrario, se habrían comportado de otra forma.

Con la invasión alemana a la neutral Bélgica fue arrastrado al conflicto Reino Unido. En 1915 se sumaron Italia –ex aliado de Berlín y Viena– y Estados Unidos. A la alianza de las Potencias Centrales se añadieron el Imperio Otomano y Bulgaria.

En los frentes de la guerra murieron unos 10 millones de soldados, y millones más sufrieron mutilaciones, secuelas por gas tóxico o gravísimos traumas mentales. Murieron también millones de civiles.

Los militares fueron a la guerra con la mentalidad y tácticas de un siglo atrás.

Pensaban que iba a durar poco, los soldados y oficiales estaban mal equipados y muy poco preparados para la nueva tecnología bélica. Las ametralladoras acababan con miles de enemigos en minutos. Por primera vez se usó gas tóxico, las piezas de artillería destrozaban a los seres humanos a gran distancia. Además, fue la primera contienda con aviones.

En la guerra de trincheras el ser humano es un mero material, y la batalla de Verdún, en 1916, fue el más cruento símbolo de ello. Los británicos perdieron en un solo día a casi 60 mil hombres al inicio de la ofensiva de verano de aquel año. La población alemana no estaba entusiasmada con la guerra, pero tampoco hubo gran oposición. Sin embargo, los años de grandes pérdidas de vidas, el hambre y el sinsentido de las muertes acabaron hartando a los ciudadanos.

Tras la última ofensiva fallida, los comandantes Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff se vieron obligados a reconocer la derrota. El emperador tuvo que abdicar y el 11 de noviembre de 1918 los alemanes firmaron el armisticio.