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Caminata migrante

Nancy y Rosa huyen de la homofobia

En busca de una vida donde nadie discrimine a nadie
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▲ Nancy y Rosa Idalia quieren que su hijo Adrián se eduque en una sociedad sin prejuicios.Foto Alfredo Domínguez
 
Periódico La Jornada
Sábado 10 de noviembre de 2018, p. 12

Nancy Madrid y Rosa Idalia Cáceres son pareja. Buscan una ciudad en el mundo donde puedan vivir su relación sin discriminación y sin miedo a ser ultrajadas; un lugar donde Adrián, el hijo de Nancy, que ahora también es de Rosa, pueda ser educado sin prejuicios. Una vida donde nadie discrimine a nadie, ese es su sueño.

Vivían en Tegucigalpa, repudiadas por sus respectivas familias. Y en la calle yo no la podía tomar de la mano a ella así, como lo hago ahora. Me daba miedo. Demasiada violencia contra las personas gay.

Allá en Honduras, cuentan, darse un beso en público o abrazarse es hasta peligroso. Los varones se refieren a una con palabras vulgares, nos dicen que nos van a quitar eso a punta de violarnos para hacernos mujeres, según ellos. Por eso las personas así como nosotras sufrimos violaciones. A mi a los 20 años me ultrajaron.

Rosa, sostén de la familia, se dedica al comercio ambulante y también era activista en un grupo de apoyo mutuo de la comunidad LGBT, la Asociación Arcoíris. Y ahí recopilaban datos y exponían las fotografías de las personas homosexuales golpeadas y hasta asesinadas. Crímenes de odio.

Hasta allá llegaron las noticias de que una caravana intentaría caminar hasta la frontera con Estados Unidos y ellas no dudaron. Se lanzaron a caminar. La travesía ha durado ya 29 días para ellas; algunos días peores que otros.

Cuando llega la noche es una de las partes más difíciles, dice Nancy. Toca dormir donde sea. Acomodar al niño no es fácil. Y Matías Romero, Oaxaca, es quizá uno de sus peores recuerdos. Pasamos toda la noche bajo el agua. Con un solo plástico para los tres, nos hicimos bolita, como animales, las dos resguardando a Adrián para que no se mojara. Otras veces las cosas no han ido tan mal. En las carpas del estadio Palillo, a pesar del hacinamiento, hasta cómodas se sienten, durmiendo en colchonetas y bajo cubierta.

Cuando se les pregunta por sus planes, por el futuro, callan por largos minutos. No lo han pensado demasiado. Lo que quieren, en México o en Estados Unidos es una vida digna, libre y para lograrlo estamos dispuestas a trabajar fuerte.

Sobre el derecho que les asiste como parte de la comunidad homosexual perseguida en su país, que es una de las causales por las cuales el Estado mexicano debería concederles refugio, lo desconocen casi todo. Necesitamos que alguien nos asesore.