Opinión
Ver día anteriorSábado 10 de noviembre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Carta a la nueva directora de Conacyt
E

stimada doctora:

El hecho de que importantes funcionarios del nuevo gobierno hayan sido destapados con antelación puede tener sus desventajas, como el caso de que haya ciudadanos descarados, como el suscrito, que se atrevan a importunarla antes de tiempo.

Sin embargo, por la manifiesta vocación de cambios y, sobre todo, de evitar gastos prescindibles de que ha hecho gala el futuro presidente, me parece oportuno hacerle llegar un comentario en mi calidad de beneficiado por el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) desde hace casi 30 años.

Ingresé a él ya como nivel II y no pasaron muchos años antes de que me otorgaran el nivel III. También he acudido siempre que se me ha convocado a participar en alguna comisión, no obstante que me resultaba ciertamente más difícil que a muchos colegas, por el hecho de residir en Guadalajara.

No me atrevo a hablar de otras áreas del Conacyt porque, dado el cierto menosprecio por las humanidades que prevalece, he encontrado pocas posibilidades de ayuda. Como quiera, soy de los agradecidos con el SNI, en cuya concepción y primer diseño participé en el entorno de don Jesús Reyes Heroles, cuando puso atención a las noticias de tantos falsos investigadores que en realidad eran más bien expertos en materia de aviación.

Quizá valdría la pena recuperar el espíritu inicial que ha cambiado en demasía, pero lo que sí ha sido evidente a lo largo de estos años, es la excesiva burocratización y, sobre todo, la imposición de caprichos de esta índole que le han quitado enormes cantidades de tiempo a los investigadores más destacados de este país, a veces multiplicado por los deseos de encuadrar todo en programas informáticos que, como si jugaran con ellos, no han sabido establecer bien.

La idea original era otra: que el investigador en verdad esforzado tuviera ayuda, pero no obligaciones estériles.

Creo que valdría la pena, estimada protodirectora, revisar qué porcentaje del presupuesto de la benemérita institución se va en administración inútil y en nombramientos pomposos, con un aparato de empleados no siempre necesarios. Todo eso en detrimento de la investigación propiamente dicha.

Un ejemplo, solamente para no abusar de su tiempo y que mi jefe en La Jornada no se vea obligado a meter tijera: durante mucho tiempo el ir y venir de los auxiliares de investigación que nos patrocina el SNI, lo cual es bueno para el investigador y para el aprendiz, funcionó como una verdadera seda por el sendero de una modesta oficina. ¡Ah!, pero un buen día se creó una subdirección para el caso y empezaron los problemas y los imperativos perentorios.

Lo que han padecido algunos de los auxiliares durante los últimos meses, justificado por exceso de trabajo, constituye una gran falta de responsabilidad, máxime que se trata de gente de bajos recursos; pero a eso agréguese la obligación de entregar documentación directamente en las elegantes oficinas de la avenida Insurgentes, con frecuencia reclamada con menos de 48 horas de anticipación. Uno se pregunta dos cosas: ¿Sabrán en tan importante dependencia las enormes distancias que hay en nuestro país y el costo de recorrerlas? ¿Y para qué sirven las delegaciones que hay en las capitales de los estados? A lo largo de tantos años, nunca de los nuncas he podido realizar un trámite ahí. La respuesta siempre es la misma: Tiene que ir a México.

Quiero ratificar que prevalece en este llamado la buena fe, aunque no sea mi costumbre, y también que le deseo un gran éxito en su gestión.