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¿La Fiesta en Paz?

Legisladores como compasivos // Talavante: pataleta // ¿El problema son los toreros?

“L

a vida para cumplirse no necesita ser perfecta, necesita ser completa, y para eso se requiere una ‘espina en la carne’. El dolor y la imperfección también son necesarios para avanzar y progresar”. Esto no lo dijo un taurino sanguinario ni un predicador dolorista, sino el agudo pensador suizo Carl Gustav Jung, en contraste con el buenismo del que se disfrazan animalistas globalizonzos y diputados obtusos con brújula pero sin imán.

Flamantes legisladores: el problema de fondo de esta humanidad sin propósito de enmienda no es de sexos, es de sesos. Procuren tomar esto en cuenta cuando suban a la tribuna para hacer como que defienden algo, a alguien o a algunos, porque a la sociedad mexicana nadie le quita los agravios de que ha sido y es objeto luego de incontables legislaturas que sólo conocen la austeridad en las ideas, no en impúdicos salarios de más de 300 mil pesos mensuales. Tradicionales cofradías de cogotes de hule, tan derrochadoras como oportunistas, olvídense ya de gastar la pólvora parlamentaria en infiernitos antitaurinos y recuerden que tienen un imperativo histórico: respaldar, sin exclusiones, a la ciudadanía que les dio su voto o seguir atizando, por última vez, el fuego.

Por diferencias económicas con su apoderado, no por el lamentable manejo que se hace de la fiesta de toros desde los insaciables despachos, Alejandro Talavante anunció su retiro de los ruedos por tiempo indefinido. No denunció los abusos de empresas imprevisoras y de figurines veta-toreros y ganaderías, habida cuenta que los últimos años él ha sido uno de los diestros de élite, sino que responsabilizó del actual pudridero a su antiguo apoderado Antonio Matilla, empresario de varias plazas, ganadero y nuevo mentor de Morante de la Puebla. Nadie mete las manos al fuego por Matilla, que trabaja con y para los capos de la fiesta: Simón Casas, de Las Ventas; Alberto Bailleres, de México, y Ramón Valencia, de la Maestranza de Sevilla. Pero de ahí a convertirlo en el factótum de la degradación del espectáculo actual, media un abismo. Hay otros cómplices: figurines, gremios, críticos, autoridades y público.

El principal problema son los toreros, afirmó Juan Pablo Corona, ganadero de San Constantino y una de las dos cabezas de Casa Toreros, en el segundo Congreso Internacional de la Tauromaquia del Siglo XXI, celebrado en Murcia en días pasados. Agregó Corona: Más que por negocio, me mantengo aquí por pasión. Y refirió una experiencia reciente: “Para sustituir a Paco Ureña en Lima, llamamos a un torero de Puerta Grande en Las Ventas, Diego Urdiales, y dijo que él no sustituía, que él era figura…”

El problema principal, don Juan Pablo Corona, es el coloniaje, la dependencia deliberada y sistemática que en México y Sudamérica prefiere seguir importando figuras, en vez de producirlas. Luego de tres años al frente de la plaza limeña de Acho, Casa Toreros no modificó esta añeja dependencia ni ha dado más juego a buenos diestros latinoamericanos. Sin querer convencerse de que en nuestros países hay otros Roca Rey en potencia, los empresarios de acá siguen encandilados con las figuras que España es capaz de producir y de exportar, por más vistas que estén, comodinas que sean y estorbo que representen para el urgente surgimiento de valores toreros nacionales. A este coloniaje taurino se le acumulan facturas. Depender más de nuestros recursos y menos de los de fuera, es otra forma de pasión y de hacer buenos negocios taurinos… si creemos en nosotros, claro.