Opinión
Ver día anteriorSábado 27 de octubre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Cervantino a vuelapluma
G

uanajuato, Gto. Teatro Juárez. En ausencia de Ustad Shahid Parvez Khan, se arma al vapor un trío de música clásica de la India con Azeem Ahmeld Alvi al sitar, Danish Ali Khan al violín y Hindole Majumdar en la tabla. El repertorio: tres extensas piezas de la tradición hindustani (del norte de la India), dos de ellas basadas en tintal, el entorno rítmico más usual de esa tradición. Música profunda, tocada sin interrupción, de un singular nivel expresivo y con un protagonismo notable del violín. Virtuosismo, sí, pero antes que nada, esa actitud casi mística que es común a los buenos músicos de cualquier latitud, que en el caso de estos tres se convierte, de parte de ellos, en un sofisticado ritual y, para nosotros, en una ofrenda. A destacar, la luminosa y contagiosa sonrisa del muy joven sitarista Azeem Ahmed Alvi, expansivo gozo de tocar que contrasta con la densa actitud huesera que encontramos en tantos músicos de nuestro entorno.

Teatro Juárez, tres noches más tarde. Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato, con la batuta de Roberto Beltrán Zavala, su director artístico. Estudio sobre el olvido, del mexicano David Hernández Ramos, es una obra severa y recia, construida antes que nada sobre tensiones: tensión armónica, tensión dinámica, tensión tímbrica, tensión expresiva.

Como fugaces puntos de contraste, un par de referencias memoriosas al pasado, como hitos o anclas, y una buena conducción estructural que lleva a una coda de particular interés sonoro, construida sobre arpegios de pizzicati. Una buena obra sinfónica mexicana, sin duda. Y como centro del programa, la Sinfonía Leningrado de Shostakovich. Monumental alegato que tiene más de antibélico que de patriota, y con un largo y complejo anecdotario a su alrededor, esta Séptima de Shostakovich es de muy difícil preparación y ejecución, y esa noche se notó el esfuerzo puesto en ambas fases por Beltrán Zavala y su orquesta. Bien la disciplina rítmica de la ‘‘marcha fascista” que conforma el primer movimiento, bien la exploración de algunos abismos fúnebres en el Adagio, bien en general los numerosos solos planteados por el compositor, pero mejor aún la paciente construcción de la furibunda (que no triunfal) coda que corona a ésta, la más notoria (aunque no la más redonda) de las Sinfonías de Guerra de Shostakovich. Un programa demandante, y por ello más satisfactorio que los caballitos de batalla, y bien resuelto en lo musical.

Auditorio General de la Universidad de Guanajuato. El grupo taiwanés Ka Dao Yin, que transita por el jazz y otras expresiones, presenta su proyecto Taiwan Graffiti, con su inusual combinación de piano, saxofón, sheng (órgano de boca) y guzheng (cítara china). Influencias multiculturales combinadas en distintos grados de prioridad, mezclas tímbricas ciertamente insólitas, peculiares trayectos desde el jazz hacia otras manifestaciones menos encasillables y de regreso, referencias a la tradición musical Nanguan, de singular importancia cultural e histórica. Todo muy serio y profesional… de hecho, demasiado serio y profesional. Buenos músicos, instrumental insólito, habilidades evidentes, pero quizá faltó un poco de eso que es indispensable en este tipo de música: el saludable dejarse ir y soltarse el pelo.

Teatro Cervantes. Otra ausencia de última hora: la de la Compañía Michèle Noiret de Bélgica. A falta de la bailarina y coreógrafa epónima se proyectó (y en buenas condiciones técnicas, justo es decirlo) la versión en video de su obra Solo.

Trazo coreográfico sólido, abstracto y sin narrativas superfluas, muy bien filmado en un banco y negro denso y de alto contraste, editado eficazmente y con una pista sonora técnicamente sobresaliente. Nada sustituye al ejecutante en vivo, pero ésta resultó ser una videodanza de altos vuelos.

Como complemento, y de nuevo ante la ausencia de Michèle Noiret, Thomas Besnard y William Duncombe (piano y clarinete) hicieron una notable interpretación del Tierkreis (Zodiaco) de Karlheinz Stockhausen, una de las piezas clásicas de su repertorio. Caso curioso: una sesión de danza que se convirtió en video/música, pero con buenos resultados.