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Caminata Migrante
Tres mil almas bajo el sol o la lluvia sin poder avanzar y sin querer retroceder
Enviada
Periódico La Jornada
Sábado 20 de octubre de 2018, p. 4

Ciudad Hidalgo, Chis., Esta noche, desde la orilla del río Suchiate, en los muelles de donde zarpan los balseros que constantemente cruzan de México a Guatemala a los pasajeros que evaden la garita fronteriza, se escucha el rumor de cientos de personas por encima de la cinta de agua. Se calcula que son más de 3 mil migrantes indocumentados, varados en el puente internacional que une la población guatemalteca de Tecún Umán con Ciudad Hidalgo.

Son más de 100 metros de puente y los hondureños que alimentan el éxodo histórico que ha irrumpido en la frontera sur llevan ahí más de 12 horas, al rayo del sol o bajo la lluvia, sin poder avanzar y sin querer retroceder. Ahí pernoctarán niños, mujeres, ancianos.

Se espera que en las próximas horas la columna humana crezca, ya que llegarán nuevas caravanas que vienen desde otras latitudes de Honduras. Por primera vez en la historia, recuerdan los pobladores fronterizos, las garitas de ambos lados se encuentran cerradas: jamás había visto esto, comenta el bicitaxista Sergio.

A esa hora muchas mujeres que trabajan en las plantaciones de banano de los alrededores intentan regresar a casa del lado guatemalteco. Imposible. Los cámaras –así llaman a los balseros que montan lanchones hechizos sobre cámaras de llantas– hacen su agosto; les habían prohibido cruzar gente ayer, pero nunca habían tenido tanta clientela. Aunque la noche está oscura y el río crecido, seguirán laborando toda la noche, afirma uno.

En el parque de Ciudad Hidalgo también acampan, insomnes, unas 500 personas. Algunas lograron entrar en el primer momento de la irrupción de los migrantes, cuando cerca del mediodía un primer grupo derribó la reja de la garita del lado guatemalteco e ingresar a México, rebasando con una fuerza incontenible una barrera de no más de 400 policías federales desplegados en ese momento para contenerlos.

Las autoridades mexicanas ­afirman que las fuerzas de seguridad –Policía Federal, Gendarmería y marinos– vienen desarmadas. Sin embargo, en un momento crítico, al comenzar la tarde, fueron lanza­dos gases lacrimógenos. En los corrillos de hondureños circula sin verificar el rumor de que dos niños murieron en el episodio.

Estuvo presente la Comisión de Derechos Humanos, pero para ellos los hondureños somos desechos humanos. Nadie nos está defendiendo, comenta un joven hondureño, uno de cerca de 200 que espera el improbable acceso a través del puente internacional.

A partir de las 9 de la noche, custodiados por la Policía Federal empiezan a ingresar al área de la garita mexicana autobuses pullman. La explicación la da un marino a los voceros de los migrantes. Les asegura que al despuntar el día habrá paso para todos siempre y cuando la entrada sea ordenada. Lo que no queda claro es cómo se puede documentar y administrar el ingreso de esta masa de migrantes desesperados, acompañados de cientos de niños, que pese al agotamiento siguen decididos: Es que tenemos que llegar. Sí o sí. No hay de otra, expresa una joven mulata de la zona de Choluteca, de las que acampan en el parque. Su rostro es la imagen misma de la determinación.