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Paguen justos por pecadores
P

aguen justos por pecadores dice el Antiguo Testamento, dándose un resbalón en su sabiduría. Y sí, en México estamos en ese estado. Vivimos un momento de dolorosas irradiaciones de esa afirmación. Por los pecadores dan muestra, el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, en su desvergüenza, el señor Fox burlándose de todo y en ello burlándose de su propia estulticia, Mancera, hoy bravo crítico y su vergonzoso abandono de compromiso, los senadores Osorio Chong justificando el desastre en que dejó tanto al sistema político como a la seguridad, Ruiz Esparza y su castidad, Ángel Aguirre el escapista de Ayotzinapa, Rosario Robles filántropa, Alberto Elías Beltrán, nuestro procurador, el senador Enrique Ochoa benefactor de PRI, el soñador rockstar Ricardo Anaya, el propio presidente EPN que no puede enfrentar sus yerros. Es una abreviada relación reveladora de que algo grave le sucede a nuestra forma de vida. Es a la par vergüenza e ira.

En un solo párrafo se concentran el cómo luce hoy mismo la descomposición en la esfera pública. Una sociedad cautiva de la degeneración que iniciaron los de arriba pero que ha infestado al país. En julio hubo gran aportación de votos porque a las conductas vergonzosas se unió el escándalo por la gran corrupción e ineptitud. Los de arriba, mientras usaron el escritorio como trinchera hacían que se les viera como semidioses. Privados de la atalaya son simplemente viles. Con esos botones de muestra sobra cualquier explicación del porqué del sismo electoral.

Los justos que bíblicamente pagan la deuda, son lo de siempre, los que conforman la jodidez que cada día es mayor. Pagan una miseria que no sólo es material, el sustento humanamente exigible. En paralelo va creciendo la pobreza moral en el sentido de vivir en un ambiente de paupérrimos valores que desalientan todo y que está conduciendo a excesos en busca de seguridad (los guardias comunitarios) o a actos criminales en busca de la justicia que el Estado no sabe proveer. Es un ambiente de luto.

Una arenga de la campaña fue Amor y Paz se entendió como un camino a moralizar el ambiente, pero los tiempos son otros. La prueba lastimosa, salvaje de que el pueblo demanda justicia son los crímenes que las mismas comunidades han cometido. Hemos visto en semanas anteriores el linchamiento de supuestos criminales, se les ha quemado vivos, apedreado, acuchillado. El pueblo cree propio hacer justicia por su mano. Esperemos que no surjan Brigadas Justicieras.

Se equivoca en las formas, es intolerable el crimen para sancionar a un supuesto criminal, pero tiene razón en no tolerar más violencia. Es el pueblo noble en su esencia, pero que exige cambiar todo. Está al borde de lanzar arengas justificativas de la violencia propia, como una postura ya intolerante de un ánimo de condescendencia agotado. Se está en esa situación y seguirá la tragedia si los pecados del pasado siguen surgiendo. La podredumbre no ha sido desenquistada en su amplitud. Seguirán nuevas revelaciones.

Inaceptable la frase bíblica Pagan justos por Pecadores. La mansedumbre se terminó. A la satisfacción de una elección como la lograda no le ha llegado el tiempo de actuar y lastimosamente la justicia no vendrá de un día a otro. Debe entenderse que por encima de tanto dolor está la necesidad de tiempo insustituible para alcanzar la satisfacción. Es un reto, pero no pagarán justos por pecadores. Los hoy desnudados pueden irse creyendo que no se equivocaron. El sentimiento nacional no busca vendettas, pero exige paz y justicia y ya se vio que está dispuesto a todo.

En este marco el ruidoso diputado Mario Delgado no es ejemplo a seguir, su explosividad huele a la venganza que nunca ha sido constructiva. Recuerda a Robespierre, al que al final le dieron una sopa de su propio chocolate. No se desea Amor y Paz, se demanda enérgicamente justicia, ¡nada más y nada menos! Pero no con la versión aldeana de aquella época francesa.