15 de septiembre de 2018     Número 132

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Río Jaguaribe, sujetos en conflictos y sentidos de la naturaleza en Ceará, Brasil

Anderson Camargo Rodrigues Brito y Claudio Ubiratan Gonçalves


Anderson Camargo R. B. Crato, Baixio das Palmeiras, agosto de 2015.

El lugar conocido hoy como Ceará está ubicado en el nordeste del territorio brasileño, con estratégica y prolongada salida al Océano Atlántico. En esa cohesión territorial y discursiva artificialmente moldeada e impuesta por el Estado se encuentra una sociobiodiversidad que ha vivido diversos acontecimientos en siglos recientes, donde prevalece el eco de una sonoridad ancestral de relaciones con la naturaleza en variadas formas de denominar las cosas y relacionarse con ellas.

En la meseta del Araripe, límite sur del estado, los habitantes de las estribaciones acostumbran decir que en las madrugadas se escucha el gemido de la sierra. El transcurrir de las aguas en los nacientes chorros, saltando en las piedras como ríos-niños que se van juntando con brazos de pequeños riachuelos y forman el Río Jaguaribe, es acogido por esos oídos como una voz.  Gemir es típico de quien pasa alguna información, un susurro, un mensaje, de quien revela un dolor. Entonces la naturaleza es tratada por esos nativos, en su dinámica integrada de realización y movimiento, como sujeto que se comunica. Matriz cognitiva distinta del entendimiento racionalista moderno, dualista, que comprende la naturaleza como un instrumento de control, una forma de dominación y extracción.

Esos ecos sonoros, a veces musicales, que no encajan en las partituras con las notas y alfabetos austeros de los límites occidentales, marcan el ritmo del tiempo con las flautas indígenas de los Irmãos Anicetos, banda de música cabaçal de la región do Cariri, que, con machetes, cuerdas y palos, teatralizan el cuerpo y tejen sus espectáculos de sus relaciones con las aguas y seres de ese lugar.

El agua en todos los locales del planeta cumple una centralidad en las formas de organización social, espacial y territorial, siendo un instrumento de poder por excelencia. Toda forma de organización social que consiguió subyugar sujetos sociales e imponer relaciones de trabajo, control y de dominación de los cuerpos, precisó controlar antes los ciclos de las aguas. El recurso poético de la metáfora es bien útil para pensar al respecto.

Existen cuerpos prohibidos y autorizados que necesitan ser escondidos o revelados, adaptados para ser aceptados, invisibilidades u objetivados a la luz del día en esa ceguera contemporánea que apuntó Saramago. Así son los cuerpos de los ríos en ese lugar, así también son los cuerpos de las travestis. Prohibidas, vetadas, violentadas, desautorizadas, represadas como los ríos. Por no encajar en las ropas, notas musicales, alfabetos, dogmas, normas, oraciones. Así fueron tratados los cuerpos y existencias originarias, necesitaron convertirse en ecos para continuar existiendo y desviar de la vigilancia católica y del alto gobierno de los cuerpos. Los ríos no caben en las estructuras de concreto que los visten y, por eso, desobedecen esa rigidez como sujetos, dueño de ese lugar, inundan en sus crecientes, provocan miedo. Cobran su lugar de origen. Son clamados a retornar cuando disminuye su flujo. Ríos sujetos, con voluntades propias. 

Esos ecos en amalgama con las propagandas luminosas del progreso y el clamor mesiánico del desarrollo provocan conflictos territoriales que mueven contenidos de clase, género y étnicos en una sociedad que escogió repetir permanentemente el atraso, asentándose en una organización territorial latifundista. Son enfrentamientos estructurales y epistémicos, no ocasionales.    

Estructurales porque el acto fundacional del Estado de Ceará, fruto de la expansión territorial lusitana, fue una enorme guerra por el control del río Jaguaribe. Después de siglos de tentativas de penetraciones efectivas y de una geografía política desconocida de articulación étnica por existencias diversas, hizo emerger en el transito del siglo XVII para el XVIII uno de los mayores enfrentamientos bélicos por el control colonial de América Latina, la Guerra de los Bárbaros. Garantizando por un lado la posibilidad de expansión de sesmarias por parte de la corona portuguesa y la re-existencia de esos otros mundos y matrices de pensamientos en la forma de ecos, trazos, saberes. Por eso son luchas epistémicas.  Las comunidades y pueblos tradicionales como la comunidad quilombola do Cumbe en Aracati, indígenas como Almofalasy Genipapo-Kanindé, campesinos del Cariri como Baixo das Palmeiras, que circundan los afluentes del Jaguaribe, no re-existen solamente para apropiarse de las aguas y sus usos, sino también por la existencia de sus formas de relacionarse y sus conocimientos sobre el río y la naturaleza.  

La marcha del progreso y formación del Estado a lo largo de los siglos, reforzó y profundizó ese conflicto-matriz y todas las grandes movilizaciones que ocurrieron en el Estado repercutieron en la tentativa de control del río y la persistencia de los ecos originarios. Las costumbres cotidianas de observar la naturaleza, el movimiento de las hormigas, el canto de los pájaros que indica si habrá invierno o si se podrá plantar son conocimientos y visiones de mundo aprehendidos con ese lugar. Vivir gestando las pocas lluvias, los ríos intermitentes, las largas secas, la reutilización del agua, la construcción de pequeñas barreras con piedras para alongar la permanencia del agua que insiste en fluir y desobedece la rigidez militar de la propiedad privada.

Las transposiciones, grandes represas, centros de investigación meteorológicas, grandes obras de ingeniería son instrumentos de poder impulsados, vendidos como progreso, por un entendimiento de mundo que se sustenta en el conocimiento científico como farol de la verdad para garantizar su ejecución.

Por eso, las luchas por las aguas en Ceará demuestran el vigor de los sujetos que re-existen y la sed insaciable del capital en un continente cada vez más asediado por las grandes corporaciones. Aguas turbias tornadas mercancía que reflejan imágenes distorsionadas de tiempos difíciles, donde se leen las armaduras del capital que buscan aprisionar la naturaleza y las acciones reales de construcción de otros mundos posibles.

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