Opinión
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Ignacio L. Vallarta y la defensa de nuestra soberanía
L

a lectura de las tesis vallartianas sobre la soberanía nacional iluminan la comprensión y ubicación de México en los nuevos y emergentes patrones que empiezan a configurarse para dar un orden adecuado a las relaciones internacionales. En ese sentido, la visión dialéctica de que la soberanía nacional se afirma o se niega históricamente vis a vis nuestro vínculo con Estados Unidos, aunque pudiera para algunos mantener cierta vigencia, precisa en nuestros días, de un enfoque que amplíe su interpretación, incluyendo, como contrapeso, el vigor e impulso que ha logrado el México actual y la visión de un mundo cada vez más interdependiente y la importante acción de una serie de organismos internacionales liderados por las Naciones Unidas, para tratar de solucionar los problemas de alcance mundial, que sin duda restan influencia a las potencias para imponer su voluntad sin consulta con actores relevantes en una determinada situación.

Sobre algunos de estos conceptos que rigen nuestra vida como nación, el politólogo Adolfo Aguilar Zínser (q.e.p.d.) quien nos honró durante el tiempo que prestó sus servicios como miembro del Servicio Exterior Mexicano, refiere, en el preámbulo de la obra Artífices y operadores de la diplomacia mexicana, siglos XIX y XX, publicado en 2004, que en los últimos tiempos ha surgido en México un debate que pretende establecer un desencuentro o incluso contradicción entre los principios tradicionales de la política exterior emanados de nuestra experiencia histórica e incorporados en nuestra Carta Magna y los intereses inmediatos de la nación bajo el argumento de que las relaciones de México con Estados Unidos han evolucionado, que la vecindad geográfica con esta gran potencia nos ofrece hoy más oportunidades que retos y tomando en cuenta también los procesos de globalización se argumenta que la política exterior está obligada a ubicarse de manera más definitiva en el pragmatismo y tomar como elementos de sustentación las necesidades del desarrollo nacional que exigen un proceso de integración a la economía estadunidense con todo su poderío, que si bien puede no ser del todo coincidente con la motivación histórica que dio nacimiento a los principios de nuestra política exterior, es un imperativo para sacar adelante al país y procurar sus intereses.

Aguilar Zínser señala sobre ese problema, que las instituciones educativas que copatrocinan dicha obra ofrecen una revisión muy oportuna y pertinente para abordar con inteligencia y una justa perspectiva histórica, este debate. Con ese sentido nos muestran de manera fehaciente cómo la política exterior de México con algunos deslices es obra de un muy hábil y en ocasiones astuto manejo de situaciones históricas muy complejas que llevan a identificar determinados principios y valores como rectores de la actuación internacional de nuestro país. Es decir, que contrario a lo que algunos estudiosos perciben hoy en día, la política exterior de México no es una elaboración intelectual ideal, sino obra precisamente del pragmatismo, de la capacidad de adaptación a las difíciles circunstancias geopolíticas y de los intentos de reconciliar las grandes diferencias nacionales en torno a un proyecto común en defensa de los intereses nacionales. Los principios son de esa manera, sigue diciendo dicho autor, resultado del pragmatismo, van constituyendo una línea de defensa de la soberanía nacional, de la integridad territorial y en ocasiones del proyecto social y de desarrollo de México frente a otros estados, así como de los intentos de sujeción del país a intereses extranjeros.

México, a través de los años, ha logrado constituir la arquitectura de una política exterior de Estado, precisamente porque tuvimos la habilidad de responder a los retos de la historia extrayendo de cada experiencia lecciones útiles a largo plazo. Encontrar hoy una contradicción inherente entre los principios de la política exterior y los intereses nacionales es ignorar la historia y desestimar el realismo, y las habilidades con que en la mayor parte de las etapas históricas que ha vivido el país, la diplomacia mexicana ha actuado.

*Embajador emérito de México