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Ver día anteriorMartes 11 de septiembre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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UNAM: los hilos
L

a UNAM ha vuelto a vivir una conmoción enardecida, acompañada por estudiantes y académicos de otras casas de estudios. El artero ataque contra estudiantes por parte de porros, algunos ya identificados, y la más que explicable protesta de los estudiantes, impulsó esa conmoción que podría ser una oportunidad para corregir dificultades endémicas de la institución. La UNAM no puede hacerlo por sí misma: es evidente que se trata de una responsabilidad de Estado.

El poder de la convocatoria a la protesta se explica por las redes sociales. El ataque de los porros, la convocatoria a la protesta, y la protesta misma alcanzaron mas de 100 mil citas en redes sociales en tres días, y continuaron.

El fallido modo en que la hoy ex directora del plantel del CCH Azcapotzalco María G. P. Márquez afrontó la demanda de estudiantes sobre la asignación de profesores en las aulas, y el retiro de sus pancartas de los muros del plantel, creó el conflicto de origen. Cuando alguna autoridad universitaria no procesa correctamente las decisiones, se crean problemas, no soluciones. Además, es claro: reprimir la expresión de los estudiantes de la UNAM es una vía eficaz para amplificar un conflicto.

Un problema escolar creado por la ex directora llevó a su renuncia y a la ex­plicable demanda de los estu­diantes del plantel a la Rectoría. Y en ese escenario aparecieron los porros, un enorme escollo grave de larga data en la UNAM, que ha dado lugar a la ­conmoción.

Los campus universitarios han sido escenarios en los que fuerzas políticas mayores y menores dirimen intereses inconfesables. El artero ataque de los porros el lunes de la semana ­pasada se da en el medio de la transición de un gobierno que, por la fuerza con la que fue elegido y por los propósitos que ha anunciado, deja ver que está suscitando grandes desplazamientos de posiciones de poder descarnado: de poder que no sirve a nadie, sino del que se sirven grupos agazapados con intereses ilegítimos.

Es imposible no sospechar de grupos que buscan un lugar en el gran reacomodo político que viene forzando la victoria de Morena. Son grupos de intereses por necesidad obscenos que preteden vender, en este caso, estabilidad de la UNAM, al próximo gobierno, mediante violentos métodos gangsteriles. La UNAM los ha padecido mil veces; son grupos del panpriísmo que están en esos rejuegos ruines, o están al tanto de ellos.

Esos grupos se han valido de jóvenes cuasi lumpen infiltrados en las instituciones para propiciar el negocio de intereses siniestros, que operan desde las cavernas. Fuera porros de la UNAM, sí; sean también desarbolados los grupos que los manipulan.

Ese es el mayor reto y podría ser la mayor oportunidad para limpiar a la UNAM de un azote que nada tiene que ver con la vida universitaria. ­Sería momento para que los universitarios acompañados de la sociedad exijan que sean eliminados esos lastres ruines que asuelan a la institución. Pero la confusión mediática ya está en marcha y es parte del lance contra la UNAM.

El primer paso la PGR lo ha dado hacia atrás, zafándose del bulto: lejos de mostrar una seria disposición por resolver un problema de la universidad de la nación, decide que, por su parte, los delincuentes intelectuales permanezcan en la sombra..., no importa que con esa postura genere dudas, reservas, o sospechas. ¿Quién tomó la decisión de no tomar la responsabilidad, que en la limpia de esos flagelos de la UNAM, tiene el Ejecutivo?

La Procuraduría General de Justicia de Ciudad de México dijo inicialmente que respetaba, pero no compartía los criterios y la decisión de la PGR: parecía tener sus razones jurídicas, e incluso había agregado que bajo las premisas de acceso a la justicia, derecho a la verdad y respeto al debido proceso, la procuraduría capitalina acepta la competencia y asume el compromiso de trabajar de manera profesional y decidida para esclarecer hasta las últimas consecuencias los eventos suscitados en Ciudad Universitaria.Sus decisiones posteriores parecen un ­arrepentimiento.

Los autores materiales, todos, deben recibir el castigo que la ley indique, pero es decisivo erradicar de una buena vez la infamia que se ceba en la UNAM en busca de prebendas espurias. Estamos frente a un problema político de gran magnitud y de larga data, que las fuerzas del Estado deben resolver errádicándolo de la Universidad Nacional. Es increíble que ninguna fuerza política de nivel de Estado haya resuelto en definitiva este asunto de fondo y sí, en cambio, alegue minucia jurídica respecto de dos presuntos porros. Es claro: esta situación sólo se explica si son esas mismas fuerzas las manos que mueven los hilos que causan tan graves alteraciones de la vida ­universitaria.

Si las fuerzas políticas de nivel de Estado no proscriben la atrabiliaria intervención externa, las manos que mueven los hilos continuarán ahora mismo actuando. Lo harán en la institución y, en adelante, infiltrados en el movimiento de los estudiantes: es lo que buscan.