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Las academias de la lengua española se convierten ‘‘en curiosidades culturales’’

Escritores, periodistas, medios de comunicación y profesores deben defenderla, sostiene Fernando Iwasaki en charla con La Jornada; el autor presentó su obra Las palabras primas

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▲ ‘‘Me encanta la palabra rosicler que es la luz de la mañana, pero cuando la escribo en el teléfono la cambia por reciclar; eso es algo penoso’’, explica el escritor peruano Fernando Iwasaki (Lima, 1961), en entrevista con La Jornada.Foto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Sábado 1º de septiembre de 2018, p. 2

En momentos en que las academias de la lengua se han convertido en curiosidades culturales, queda en los escritores, periodistas, medios de comunicación y profesores la tarea de cuidar al español que hablan alrededor de 570 millones de personas pero que, pese a ello, no ha logrado erigirse en una lengua que domine las ligas mayores del conocimiento, la filosofía, las finanzas o la diplomacia.

Esas son algunas de las reflexiones que el escritor Fernando Iwasaki (Lima, 1961) hace en entrevista con La Jornada, con motivo de su libro Las palabras primas (Páginas de Espuma), con el que obtuvo el noveno Premio Málaga de Ensayo, el cual fue presentado en la Fundación Elena Poniatowska Amor.

Esa obra la escribió desde la melancolía por las palabras que se fueron y el idioma que hablaban su abuelo y su padre –japonés, en una variante muy particular.

‘‘Toda la importancia que los hispanohablantes tenemos en el arte, la música, la poesía, el cine o la gastronomía no se refleja en la filosofía, la ciencia, la diplomacia de alto nivel o la economía (…) para que un académico mexicano, por ejemplo, sea reconocido en todo el mundo por sus conocimientos sobre Sor Juana, tiene que publicar en inglés”.

Rescatar vocablos

El futuro del español, considera Iwasaki, tiene que verse desde tres aspectos: ‘‘La parte relacionada con el proceso de escritura o lectura del español y que se vincula con los aparatos que ponemos sobre la mesa (teléfonos inteligentes y tabletas); eso condiciona muchísimo el desarrollo de una lengua, desde mi punto de vista.

‘‘En segundo lugar está el tema de los hablantes y nuestra relación con nosotros mismos, la cual creo es la más saludable porque los latinoamericanos somos menos intransigentes que los españoles a la hora de asimilar mutuamente nuestras palabras. Y el tercer aspecto, el que más me preocupa, es el futuro del español en el dominio de las ligas mayores del conocimiento. En Europa sería impensable que el español sea alguna vez lengua oficial de la Unión Europea, porque sólo lo hablan en España y a veces ni siquiera. Por eso el futuro de nuestra lengua está en América Latina.’’

–¿A quién le correspondería proteger el idioma: a los jóvenes, las academias, los periodistas y los escritores?

–La academia es una especie de notaría, un lugar donde se almacenan previo registro las palabras que se sabe que las personas utilizan, no tienen otra función. Las academias son casi una curiosidad cultural. Hay algunas, como la Mexicana, que son muy influyentes, pero son notarías. Lo verdaderamente jugoso se hace fuera.

‘‘Creo qué son los medios de comunicación, los que escribimos en prensa, los que publicamos libros, los que impartimos clases, los que tenemos que expresarnos bien. Los jóvenes están para transgredir las normas, entonces que un chiquito diga: ‘yo no voy a poner las tildes’, bueno, pues que no las ponga, pero un día las pondrá porque no es lo mismo: ‘la pérdida de tu madre’ que ‘la perdida de tu madre’.”

–¿Y qué hacemos con todas esas palabras que ya se perdieron?

–Se me ocurren algunas cosas: así como pagamos por Netflix, Spotify o iTunes, por no hablar de las plataformas para ver futbol, las academias podrían crear algo para patrocinar una palabra que está en peligro de desaparecer. Si eso supone que a lo mejor yo les deje 25 dólares al año para que ese vocablo exista es que ya estoy haciendo algo importante.

‘‘No lo hará todo el mundo, pero los que trabajamos con las palabras y las amamos a lo mejor nos lo pensamos, y pueden ser palabras de tu país o del Siglo de Oro. Me encanta la palabra rosicler que es la luz de la mañana, pero cuando la escribes en el teléfono te la cambia por reciclar; eso es algo penoso.”

–¿Qué palabra patrocinaría?

–Es una palabra que utilizo mucho, aunque no se usa tanto, coruscante. La uso porque me dijo una vez el director de la Real Academia Española que cuando escribimos en la prensa –y esto es bueno que lo sepan todos los profesionales de la comunicación–, los algoritmos cazan las palabras y van indicando a las academias esta palabra se está usando; entonces podemos hacer eso con especies de animales, nombres del los aperos de labranza, porque estos instrumentos de México serán los mismos que los de Perú, pero se llaman diferente, y como nadie quiere ser un campesino hoy, se van a perder los nombres.