18 de agosto de 2018     Número 131

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Agroecología en la cuarta transformación

Francisco J. Rosado, Valeria B. Cuevas, Wilder Camacho, Julio Cámara, Carlos Chacón, Lilia Fraire, Miguel A. Hernández, Rutilo López, Francisco López, Apolinar Oliva, Ramón Mariaca, Carlos Ortiz, David Palma, Octavio Ruiz, Arturo Tello, Laura E. Trujillo


Necesitamos una dieta variada, saludable y producida localmente. FOTO: Gustavo Castro Jo

México tiene rezagos en diferentes áreas: educación, derechos, combate a la corrupción e impunidad, salud, energía… y alimentación. Para atender la producción de alimentos se ha hablado de alcanzar la soberanía alimentaria.

El modelo de producción alimentaria del país ha descansado, desde hace varios sexenios, en el paradigma de seguridad alimentaria y nutrición, lo que llevó a políticas públicas que favorecieron la investigación e implementación de tecnologías convencionales. Pero, ¿cuál es el éxito en el sector agropecuario cuando nuestro país se ubica en los primeros lugares de obesidad? ¡Esto es desnutrición! El Estado dice que “garantiza” la alimentación y nutrición, pero no dice cómo lo hace ni cuáles son sus efectos colaterales.

México no es ajeno a los grandes retos globales relacionados con la contaminación y uso inadecuado del agua; pérdida de biodiversidad; daños a la salud de humanos y animales; erosión de suelos, de tejido social, cultural y de saberes ancestrales; emisión de gases de efecto invernadero; resistencia de hierbas, insectos y patógenos a los biocidas;  concentración de ganancias por la producción de alimentos en manos de unas pocas empresas transnacionales; disrupción del tejido social; demeritamiento del papel de la mujer y la familia; dependencia tecnológica, entre otros factores asociados con la producción convencional de alimentos.


No hay revolución agroecológica sin las mujeres FOTO: Gustavo Castro Jo

En México y en el mundo existe una alternativa real al modelo convencional de producción de alimentos, se llama agroecología, ciencia, práctica y movimiento que nació en Tabasco en el extinto Colegio Superior de Agricultura Tropical con la participación de instituciones como Chapingo, ColPos y UNAM. Agroecología se basa en el paradigma de soberanía alimentaria, cuya implementación no solo cubre la seguridad y nutrición alimentaria, sino que lo hace sin la contaminación ambiental ni la erosión biocultural. Nace y descansa en saberes y conocimientos de las culturas originarias y evoluciona con los avances de la ciencia y la tecnología. Adicionalmente toma en cuenta temas relacionadas con la equidad de género, tenencia de la tierra, seguridad patrimonial, entre otras. Los muchos sistemas agroalimentarios sostenibles en cualquier parte del planeta se basan en principios agroecológicos.

Las políticas públicas difundidas por el gobierno recién electo giran en torno a la soberanía alimentaria, lo cual tiene total coincidencia con la agroecología. En forma natural se le debe impulsar si se desea que las nuevas políticas públicas tengan éxito. Quizá los tomadores de decisiones hayan leído lo que en materia de producción sostenible de alimentos publicó El país el 17 de abril de 2018, o La Jornada el 2 de mayo de 2018, o The New York Times el 26 de junio de 2018, o los resultados del 2o Simposium sobre Agroecología organizado por la FAO, abril de 2018, en el que participantes de 72 países concluyeron que la agroecología es la mejor alternativa de solución a problemas globales causados por la insostenibilidad de sistemas convencionales de producción de alimentos. La agroecología merece atención prioritaria por el nuevo gobierno federal.


El modelo convencional de producción de alimentos es insostenible FOTO: Gustavo Castro Jo

Para implementar el paradigma de soberanía alimentaria se deben llevar a cabo acciones en diferentes frentes: reunir, articular y generar conocimientos; adaptar la política pública; reformar normatividad; formar recursos humanos de alto nivel técnico y social; recomponer el tejido social comunitario; buscar, encontrar y aplicar procesos viables de conversión de sistemas convencionales a sostenibles; todo ello con el fin de mejorar las condiciones socioeconómicas de los agricultores, de empoderar a comunidades, familias y mujeres, de asegurar producción suficiente de alimentos, condiciones para su distribución y condiciones favorables de mercado, así como asegurar alto nivel nutritivo de los productos y de coadyuvar a lograr las metas de desarrollo sostenible establecidas por la ONU para el año 2030.

Enseguida presentamos propuestas en momentos y acciones:

  1. El nuevo grupo tomador de decisiones en materia alimentaria debe tener claridad en las bases conceptuales y metodológicas que sostienen el paradigma guía, y comunicar en forma clara, eficaz y continua esas ideas. Sumar por convicción y argumentación.


  2. Hay que impulsar sistemas locales como huertos familiares y hortalizas de traspatio.
    FOTO: Vrushal Pendharkar


    La alternativa está en nuestras manos, mentes, corazones... y en la agroecología.
    FOTO: Francisco Rosado May

  3. Conformar grupos de trabajo, células ciudadanas articuladas por estado y por zona agroecológica, para recabar información específica sobre los problemas de sostenibilidad de las redes agroalimentarias. La información debe sistematizarse y desde ahí diseñar las reformas en normatividad y políticas públicas.

  4. Crear la infraestructura operativa, financiera y de capacitación de las personas, tanto para atender casos urgentes como para prever tendencias y prepararse para el futuro cercano.

  5. Diseñar indicadores, evaluar avances y crear condiciones para adaptaciones, en tiempo y forma, ya sea por la evolución natural de los procesos o por información incorrecta recabada al principio.

En lo que se refiere a acciones:

  1. En política pública y normatividad, actualizar la legislación nacional, ambiental y agropecuaria, con base en acuerdos internacionales: la prohibición de pesticidas altamente peligrosos; restricción/prohibición de transgénicos y el paquete tecnológico que los acompaña; empoderar comunidades y organizaciones civiles, especialmente mujeres; apoyar la conservación de saberes, sistemas de aprendizajes locales y germoplasma, entre otros rubros, para proteger y fortalecer nuestro patrimonio biocultural. Asegurar la articulación de la legislación estatal con la federal.

  2. En conocimientos, crear un sistema nacional que recabe los saberes tradicionales y científicos alrededor de sistemas de cultivos, no solo para entenderlos sino para detectar áreas que necesitan mas investigación y desarrollo, respetando los conocimientos locales, sus “dueños” y sus sistemas. Articular con el punto c).

  3. En formación de recursos humanos, aprovechar la intención de crear 100 nuevas universidades para que se incluya un sistema multicampus, ad hoc a zonas agroecológicas, un Colegio superior de agroecología tropical, que atienda formación de licenciatura y posgrado, investigación, extensión, gestión y vinculación comunitaria, que forme parte de una red nacional e internacional con instituciones que desarrollan agroecología, especialmente las interculturales.

  4. Recomponer el tejido social comunitario, base para que funcionen las redes de producción de alimentos. Se puede lograr con la certidumbre jurídica por sus bienes y su trabajo, por el acceso a salud, educación y mercado a sus productos, y con el combate a la corrupción e impunidad y a factores de desestabilización como las drogas. Lograr la conexión productor-consumidor.


  5. La agroecología nace y descansa en saberes y conocimientos de las culturas originarias FOTO: Gustavo Castro Jo
  6. Conversión de sistemas de producción dependientes de insumos externos, convencionales, a redes sostenibles. Este trabajo requiere de tiempo, paciencia, convencimiento y, especialmente, del conocimiento del “cómo” hacerlo y hacerlo bien. La articulación oportuna con los puntos a-d es clave para contar con la información y el personal capacitado para hacerlo.

  7. Reconocer e impulsar sistemas locales como huertos familiares, milpa, agrosilvopastoriles, parcelas escolares, hortalizas de traspatio, rejolladas, canchés, chinampas, campos elevados, rotación y diversificación de cultivos, etc.

La agroecología tiene mucho que ofrecer, pero sus bases pueden tergiversarse. La idea no es simular o cooptar, a la ciencia, a la práctica o al movimiento, sino aprovechar su potencial para atender grandes rezagos y prepararnos para el futuro que demandó nuestro país en las pasadas elecciones federales. La agricultura convencional implica alimento para hoy, pero para mañana hambre, desolación y tejido social roto. La alternativa está en nuestras manos, mentes, corazones… y en la agroecología.

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