Opinión
Ver día anteriorMartes 7 de agosto de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Ciudad perdida

La democracia según demócratas // El voto y la resistencia al cambio

S

eguramente la maleabilidad de la democracia es una de las virtudes que más aprecian los demócratas, porque siempre puede ser ajustada, en su forma, a lo que ellos requieren.

Así las cosas, cuando es chaparra, la agigantan; cuando es flaca, la robustecen, pero siempre la acomodan a sus democráticas necesidades o a sus discursos. Así lo han hecho desde hace buen rato esos demócratas que siempre encuentran cómo señalar, cómo acusar de no democrático al que plantea caminos y formas diferentes a los que hasta ahora se han consumido en el fracaso.

La democracia empieza con el ejercicio libre de la voluntad ciudadana en el momento de decidir quién habrá de regir los destinos de la comunidad a la que pertenece, quién impondrá las reglas de convivencia. Por eso, el voto es tan importante, porque, por ejemplo, ahora, es decir, en el siguiente sexenio, la ciudadanía tendrá la oportunidad de remover del cargo, a partir del sufragio, a Andrés Manuel López Obrador en caso de que incumpla, por ejemplo, las promesas de campaña.

Entonces, el voto puede ser la mejor arma en contra del conservadurismo, que levanta la voz para acusar de antidemocrático a quien fue votado precisamente para impulsar los cambios que rompan con los modelos que han metido al país en un pantano de sangre y corrupción, del que no se quiere salir porque beneficia a los conservadores que siguen acumulando, y da razón a los neoliberales, a quienes sólo el gobierno del mercado les satisface.

Desde luego que hay quienes preferirían que las elecciones desaparecieran, antes que desde ellas se escribiera una historia diferente a la que les conviene, y son esos demócratas los que incluso hoy pretenden que el voto no es un mandato, sino la circunstancial ocurrencia de un país harto de los aplausos que han inhibido la critica de los críticos, año tras año.

Andrés Manuel López Obrador está obligado a cumplir con las ideas que se han expresado en su visión de gobierno, porque ese fue el resorte que lo impulsó, y el próximo miércoles, cuando reciba la constancia de mayoría que lo acredita como Presidente de la República, tendrá que insistir en que los cambios no se hacen con los mismos personajes ni con las mismas recetas.

Pero seguramente también habrá de mostrar la capacidad de escuchar la crítica que abona a la propuesta, que echa luz sobre los puntos oscuros del mandato, porque también en eso debe estar comprometido. Lo que López Obrador deberá desdeñar, sin arrogancia pero con razón, con el acuerdo y respaldo de quienes por él votaron, es el interés que se resiste al cambio y grita su despecho.

Nadie mejor que López Obrador deberá entender el valor del voto, porque sin él no hay democracia, aunque le pese a los demócratas.

De pasadita

Sin sorpresa. Nadie podía esperar que en el Tribunal Electoral de la capital del país, que más bien parece un atolladero para la justicia, se fallara en contra de los grupos de choque que en actos casi criminales intimidaron al ciudadano que sintió el peso de la amenaza sobre sus vidas cotidianas si atentaba en contra de los poderes reinantes.

Lo grave es que sucedió en esta ciudad, donde se supone que los autoridades electorales ya se han sacudido el peso de la corrupción y el miedo, donde el interés supremo habla sólo de la justicia y la transparencia. Bueno, eso se suponía, pero la realidad es otra, aunque hay que saber que la justicia también tiene sus tiempos. Ni hablar.