Opinión
Ver día anteriorSábado 7 de julio de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Infancia y Sociedad

Lenguaje y democracia

“L

os límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” –es el célebre postulado del filósofo, lingüista y matemático austriaco Ludwig Wittgenstein. El lenguaje y la capacidad de aprendizaje nos definen como animales superiores. Mas sólo conocemos lo que podemos nombrar, y de lo que conocemos depende en gran medida lo que podemos aprender.

Por eso, en la construcción sólida de una democracia es fundamental que, desde muy pequeños, los niños desarrollen no sólo la capacidad de hablar, sino de hablar bien, de expresarse con claridad, riqueza y creatividad: de comprender metáforas y de construir argumentos. La llamada lectura comprensiva, la escritura de textos libres, la conversación como práctica formal, el intercambio de ideas en el aula y la exposición de temas por parte de los alumnos, son actividades vitales en una nueva reforma educativa.

Ante la pérdida de riqueza del lenguaje, la escritora donostiarra Luisa Etxenike advierte: No es lo mismo poseer mil palabras que 40 mil, en ningún orden de la vida. Por eso creo que hay democracias de mil y de 40 mil palabras. Para Etxenike, directora del festival literario Un mundo de escritoras, la relación con el lenguaje es la relación estelar de nuestras vidas, y el perder esa noción se convierte en catástrofe personal y social. Del mismo modo que ha surgido una conciencia ecológica para proteger selvas y bosques, hay que promover –dice ella– una ecología lingüística, del pensamiento, una ecología que proteja bienes culturales.

Existe una excesiva identificación de la cultura con el mundo del entretenimiento, y la cultura no es una actividad del tiempo libre, sino lo que nos hace libres todo el tiempo. La cultura está mucho más cerca de la creación artística que del entretenimiento.

También la columnista de El País y Premio Euskadi 2009 de literatura en castellano, opina que desterrar las humanidades de los sistemas educativos contribuye al empobrecimiento del lenguaje.

Es necesaria la siembra lingüística y defender las apropiaciones indebidas que es llamar a las cosas por lo que no son. La democracia requiere sujetos receptores que capten matices, que puedan hilar fino, para evitar así ser manipulados por los medios y por los discursos políticos.

Para Juan, mi hermano.