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De los festivales de aficionados a prisiones moscovitas

Aventuras y desventuras de la fanaticada en tierras mundialistas
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 22 de junio de 2018, p. 7

Moscú

Apenas acaba de terminar la primera jornada de la fase de grupos –16 partidos que pusieron en evidencia a los grandes favoritos y, para alegría de los dueños de los bares locales, sumieron en la desesperación a sus respectivas aficiones: uno perdió (Alemania), tres empataron (Argentina, Brasil y España) y el otro ganó de chiripa (Francia)–, y las aventuras y desventuras de los extranjeros en Rusia ya ofrecen material para publicar varios tomos.

Desde nuestra mexicana óptica, después del caso de las señoras atropelladas por el taxista kirguiso Chinguiz, la situación más dramática es la de los tres mexicanos a quienes se les acabó el dinero y, por razones obvias, están viviendo un auténtico calvario al no poder darse a entender en ruso, ninguno de sus interlocutores sabe español y casi no hablan inglés, que se encuentran apiñados en celdas separadas de una prisión moscovita, como presuntos culpables de haber cometido un delito tipificado en el artículo 158 del Código Penal de Rusia, esto es, acusados de robo.

Pensaba que sólo era un poco de dinero

Vine al Mundial desde México. Me gusta mucho el futbol. Durante mucho tiempo estuve ahorrando para poder viajar a Moscú. El camino es largo, con escala en París. Pronto se me acabó la lana. ¿Cómo ir a ver el partido de México contra Alemania? ¿Con qué dinero comprar el boleto? ¿Me equivoqué y me voy a ir en blanco? En el aeropuerto Domodiedovo tomé un pequeño bolso ajeno. No podía imaginar que contenía mucho dinero, pensaba que era sólo un poco, contó en inglés Marco Antonio C. S. a la periodista rusa Eva Merkacheva, quien dio a conocer su historia, el único de los tres detenidos que puede ligar frases elementales en la lengua de Edward de Vere, decimoséptimo conde de Oxford, quien según la más reciente hipótesis, en una polémica interminable, fue el verdadero autor de las geniales obras que se atribuyen a William Shakespeare.

Al llegar Marco Antonio a su hostal se llevó la sorpresa de su vida y pensó que la virgen de Guadalupe le hizo un milagro, y eso que aún faltan meses para que cumpla 55 años, al encontrar en el bolso hurtado nada menos que 8 mil dólares contantes y sonantes. De inmediato invitó a sus cuates Gonzalo y Denis a unos tequilas y, como a la quinta ronda, al improvisado aprendiz de caco se le apareció el coco, la policía rusa, que sólo tuvo que seguir la ruta desde que salió del aeropuerto a través de las grabaciones de las cámaras de seguridad, las cuales están por todos lados, aunque nadie pueda detectarlas.

Como ninguno de los tres detenidos, considerados por la policía rusa autor material del delito y compinches, ha amanecido uno de los días de cautiverio parlando en ruso, gracias a la xenoglosia –la capacidad sobrenatural que, en la tradición cristiana, permite a alguien hablar otro idioma sin haberlo aprendido nunca–, no pueden pedir ni una botella de agua, que en una cárcel rusa, como en los reclusorios de todo el mundo, no es gratis.

No son, ni mucho menos, los únicos extranjeros que vinieron para disfrutar los partidos del Mundial en los estadios, o de perdida en las pantallas gigantes de los festivales de aficionados y que ahora no pueden verlos ni en los televisores de los bares y restaurantes, no se diga en las prisiones rusas, que sólo prenden ese diabólico aparato, según la Iglesia Ortodoxa –que se ha dado en llamar la caja idiota y funciona como el mejor anestésico para la mente– cuando el presidente Vladimir Putin dirige un mensaje a la nación.

Los medios rusos cuentan las andanzas de frustrados rateros, hay varios de Irán y de Marruecos, dos ingleses que rompieron la vitrina de una tienda para celebrar el triunfo sobre Túnez y querían boxear un rato con los policías rusos que, muy corteses, apelaron a las clases de civismo que les enseñaron a los hooligans en la primaria (no sabían los uniformados que los expulsaron de la escuela antes), un grupo de jóvenes suizos que, por los diuréticos efectos de la cerveza, usaron la vía pública como mingitorio al aire libre, entre muchos episodios similares.

Un blanco futuro

La mayoría recupera la libertad tras pagar una multa, otros son deportados a sus países de origen y los que lo tienen peor serán juzgados por una corte local y, como es poco probable un indulto, su blanco futuro (por la nieve que cae aquí en invierno) pasa por dos opciones: o serán extraditados, si lo solicita su patria y hay convenio con Rusia, o tendrán que quedarse aquí unos años entre rejas.

Este último destino, sin lugar a dudas, espera a la peruana Eva Patricia C.A. quien, a una cuadra de la emblemática Plaza Roja de Moscú, en vez de admirar la Catedral de San Basilio o el mausoleo de Lenin, conforme a sus preferencias ideológicas, si es que tiene alguna, tuvo la nefasta idea de meter la mano en el bolsillo de un distraído turista para extraer sigilosamente su cartera. Ni siquiera le dio tiempo de contar los billetes antes de ser detenida por dos agentes de paisano.

Llama la atención que los medios de comunicación locales, sobre todo la televisión pública, no reportan delitos cometidos por rusos. Cualquiera empieza a creer que es verdad el rumor que señala que un alto funcionario del Kremlin reunió a los directores de éstos para pedirles, si quieren seguir recibiendo el trato preferencial que les dispensan, el favor de no contribuir a dañar la imagen de Rusia, para lo cual durante el mes del Mundial sólo tienen que mandar al cesto de la basura los textos de los reporteros de nota roja que no comprendieron el mensaje de la superioridad.

Lo que sí tiene todos los ingredientes de ser la noticia falsa más hilarante de este año en Rusia es la afirmación, basada en una fuente anónima digna de crédito y difundida a través de las redes sociales, de que el presidente Putin se reunió, en vísperas del Mundial, con el líder de los carteristas de Moscú para preguntarle, cara a cara, cuánto sacan sus habilidosos subordinados por día y ofrecer que transferiría ese dinero del presupuesto federal, con tal de que se tomen unas vacaciones de treinta días en el mar Negro.

Pero este prototipo de fake news no mereció desmentido por parte del mandatario Vladimir Putin, por cuanto no pierde el tiempo en las redes sociales, a diferencia de su colega estadunidense, Donald Trump, que si no obtiene el premio Nobel de la Paz seguro reclama que se le conceda, a modo de justa consolación, el título honorario de rey del Twitter.

También hay situaciones ciertas en que los visitantes foráneos se vieron involucrados de modo involuntario como el caso de los tres argentinos que regresaban cabizbajos después del empate con Islandia y no se percataron de que en el sexto piso del edificio donde alquilaron un departamento estaba parado, en el borde de la venta abierta de par en par, un joven en pelotas que lanzaba improperios a los cuatro vientos.

El desdichado agresor verbal tuvo la mala suerte de perder el equilibrio y cayó, desde esa tremenda altura, encima de los argentinos, teniendo que ser hospitalizados los cuatro. El joven encuerado, que al parecer estaba bajo los efectos de un coctel de drogas, no pudo recuperarse de las lesiones causadas por el impacto y murió horas después.

Los argentinos, por suerte, sólo rogaron a los médicos que los dieran de alta ayer jueves y volaron a Nizhni Novgorod para rendir culto a Lionel Messi, su D10os más venerado, cuando Argentina gana, claro, y cuando pierde o empata, porque el genio se levantó con el pie izquierdo (aunque es el mejor que tiene), se vuelve simple hijo de la gran… doña Celia María Cuccittini, su señora madre, quien deviene la mujer más insultada por sus iracundos compatriotas. Así de ingratos son los hinchas.