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Atropellamiento masivo, un ejemplo

El Mundial, escenario del uso geopolítico de las verdades

EU advirtió a sus ciudadanos sobre el robo de datos en dispositivos móbiles

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▲ Luego de trabajar 20 horas continuas, el taxista Anarbek Chinguiz atropelló a un grupo de turistas en Moscú. Tras el accidente intentó huir para no ser linchado.Foto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 20 de junio de 2018, p. 6

Moscú

En este mundo de la posverdad, al servicio de los intereses económicos y geopolíticos de los más poderosos, en que ya nadie sabe qué es cierto y qué una falacia, y a veces las mentiras parecen más convincentes que los hechos, el Mundial de Rusia no podía ser la excepción, pues ahora nadie decreta una tregua como hacían con pragmatismo los griegos para disfrutar, entre sorbo y sorbo de los caldos elaborados por el dios Dionisio, el primer enólogo de la historia que se conozca, los Juegos Olímpicos.

Pero las puñaladas por la espalda no siempre provienen, hoy por hoy, de laboratorios secretos que se dedican a cubrir de lodo a los países hostiles –sin que pueda saberse quién sirve a quién: los gobiernos a los magnates, o viceversa, o cuando en lucrativa simbiosis resultan un solo insaciable glotón– que intentan arrebatar un trozo mayor del pastel, mientras millones de personas en el mundo se mueren de hambre.

Redes sociales, vertedero de mala leche

A veces basta con que un sujeto vuelque en las redes sociales toda la mala leche que fluye por sus venas desde su nacimiento, y que rara vez le llega al cerebro, para irse a dormir satisfecho de haber puesto en entredicho la versión oficial, que ciertamente no siempre se corresponde con la verdad (sin el prefijo post).

Sembrada la duda, no tarda en aparecer un político que, con tal de desacreditar a sus adversarios, da por buena de manera inapelable la versión que ya nadie se acuerda de dónde surgió.

Esto mismo ocurrió con el lamentable accidente de un taxi que atropelló a un grupo de viandantes, entre los cuales había dos mexicanas, que –a parte del susto, mayor que encontrarse de repente a un oso siberiano con hambre recién escapado del circo moscovita– por fortuna no sufrieron lesiones de gravedad.

En este caso, las cámaras de seguridad de la calle Ilinka dan la razón a las autoridades que aseguran que el atropello no fue intencional, pero un iluminado difundió desde su computadora que se trató de un atentado de un seguidor del llamado Estado Islámico, grupo islamita radical, basándose sólo en el racista argumento de que el conductor era originario de Kirguistán, república ex soviética de Asia central, además de que ataques similares han ocurrido en varias ciudades europeas.

El opositor Yevgueni Roisman, ex alcalde de Yekaterimburgo, afirmó categórico que no cree la versión de las autoridades y que obviamente se trató de un atentado terrorista. Si lo piensa en serio, está en su derecho; si lo dice únicamente para retratar como mentirosos a sus rivales, podría concluirse que le salió el retrato por la culata.

Anarbek Chinguiz, que así se llama el taxista y se metió en un buen lío como sugiere su apellido, vino a Moscú a ganarse el pan y mandarle unos centavos a su familia, y después de buscar suerte como portero (no de la selección rusa: de un edificio), de cargador en una tienda y de ayudante de cocinero en un restaurante japonés (gracias a sus ojos rasgados), llevaba un mes de ruletero.

Al ser detenido por la policía, Chinguiz confesó que llevaba 20 horas sin dormir y, un instante antes de arrollar a las personas, se le cerraron los ojos y lo primero que vio al abrirlos resultó ser la cajuela del lujoso Mercedes deportivo que estaba delante, trató de esquivar el choque y dio un volantazo que le hizo subir a la acera y, por los nervios, pisó el acelerador en lugar del freno hasta que se estrelló con una señal de tránsito. Después de que unos compatriotas abrieron a puñetazos la puerta del coche, trató de huir para no ser linchado y perseguido por una enardecida multitud, por supuesto, no llegó muy lejos.

Unos días más tarde, otro taxista, esta vez nacido en Uzbekistán, estampó su coche en un poste en el centro de San Petersburgo, resultando heridos sus dos pasajeros y el propio conductor.

Por desafortunados incidentes como éstos, el Departamento de Estado de Estados Unidos emitió, todavía a comienzos del presente año, una severa recomendación a sus conciudadanos para no viajar a Rusia y, de paso en funciones de asesor de los súbditos de doña Elizabeth Alexandra Mary Windsor, mejor conocida como Isabel II, sugirió a los aficionados ingleses pensar dos veces si vale la pena venir a este Mundial.

Sin siquiera sonrojarse, ventaja que da tener la cara dura para no ver los casi cotidianos tiroteos sin sentido que ocurren en su tierra, los diplomáticos gringos argumentan que Rusia es un país peligroso, con alto riesgo de sufrir atentados terroristas y las arbitrariedades de las autoridades, lamentando no tener personal suficiente, después del reciente intercambio de expulsiones de espías, para prestar asistencia consular a los nacionales caídos en desgracia.

El director del Centro de Contrainteligencia y Seguridad de Estados Unidos, William Evanina, aconsejó a los miles de gringos que decidieron no hacer caso al Departamento de Estado no traer sus celulares, ni computadoras portátiles ni ningún otro dispositivo electrónico, por cuanto puede usted estar seguro de que cualquier dato que contengan éstos, sobre todo su información privada, puede caer en manos del gobierno ruso o de delincuentes cibernéticos.

El que maneja los hilos de las redes sociales

Nótese que lo advierte un gran conocedor del tema, en su calidad de alto funcionario de Estados Unidos, el país que controla todos los hilos de la red de redes.

La carcajada de Edward Snowden, el antiguo empleado de la Agencia de Seguridad Nacional de EU (NSA, por sus siglas en inglés) que se exilió en Rusia tras denunciar los métodos del espionaje masivo que practica la Casa Blanca, se escuchó hasta Fort Meade (nada que ver con el candidato de la Coalición Todos por México) en Maryland, donde tiene su sede la NSA y donde, algún amigo habrá dejado allá, un grupo clandestino se reunirá el sábado siguiente para celebrar el cumpleaños número 35 de su ex compañero.

Pero el gobierno de Australia es el que merece el premio a la preocupación de sus ciudadanos al recomendarles pensar tres veces (una más que los gringos) si vale la pena viajar a ese país (Rusia).

Dice la parte medular del texto de su desvelo: Por la creciente tensión política, debe usted saber que no se excluyen ánimos antioccidentales (eufemismo para no decir contra Estados Unidos y sus aliados) y persecuciones. El gobierno aún no tiene conocimiento de qué dificultades críticas pueden encontrar los australianos que viajen a Rusia, pero sugerimos que cuiden con especial esmero su seguridad.

Hasta ahora, la principal dificultad de todos los visitantes foráneos, y no sólo australianos, es caminar por la atestada calle peatonal Nikolskaya del centro de Moscú, donde se dan cita todos los curiosos para ver las batucadas de los brasileños, cumbias de los colombianos, tangos de los argentinos y sombreros de charro que lucen orgullosos nuestros compatriotas, sobre todo después de que el golazo del Chucky Lozano cayó como balde de cerveza helada sobre la cabeza de los germanos.