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Inundaciones por desidia y corrupción oficial y privada
N

o es la primera vez que la ciudad de Guanajuato se inunda. Ni que la presa de La Olla es la causa. En un documento presentado por Joel Audefroy en el Taller de Manejo de Riesgos de Inundación celebrado en la Universidad Nacional Autónoma de México en enero de 2013, ofreció un recuento histórico de esas ­inundaciones. El investigador de la Escuela ­Superior de Ingeniería y Arquitectura del ­Instituto Politécnico Nacional señala que la ciudad se localiza entre ríos, y el cauce de uno está dentro de ella y tenía por bordes las paredes mismas de las casas. Por ello hay inundaciones cada que llueve torrencialmente.

Con datos fehacientes, Audefroy ­demuestra que son fruto de lo que él llama una construcción social del riesgo y de una traza urbana que ha ­contribuido a la vulnerabilidad de la ciudad.

Audefroy resume los efectos de las 20 inundaciones más graves en la ciudad declarada Patrimonio de la ­Humanidad por la Organización de Naciones ­Unidas para la Educación, la Ciencia y la ­Cultura (Unesco). Este siglo van ­cuatro: en 2005, 2007, 2011 y el ­miércoles pasado la más reciente. Ese día se ­desbordó la presa La Olla, que desde mediados del siglo XVIII sirve para ­dotar de agua a la población. Otras ­fuentes la complementan en la ­actualidad. Pero La Olla, rodeada de frondosos árboles y con una fauna ­propia de la zona, sigue como atractivo turístico y local. Sin embargo, está deteriorada por la contaminación y su embalse cada vez con menos capacidad por la deforestación que padecen las partes altas de la ciudad y que ocasiona la erosión de los suelos. Cuando llueve, el arrastre de tierra afecta al embalse y al área urbana. Y como ésta crece sin control alguno, habrá más catástrofes en perjuicio de la población y las actividades económicas, en especial el turismo.

Tres días antes, domingo, una tormenta inundó diversas zonas de Guadalajara y Zapopan, Jalisco, causando severos daños a personas, negocios, casas y vehículos. Por fortuna, no hubo muertos. Nada nuevo, pues desde hace años el agua hace de las suyas en la urbe que conforman ambas ciudades, además de Tlaquepaque y Tonalá. Existen más de 350 sitios que padecen este problema. Hay un atlas de riesgos que de nada sirve. Esta vez se inundó el Tren Ligero con todo y pasajeros, avenidas y una plaza comercial, Patria. Las pérdidas son millonarias en los bienes de familias y negocios.

Las autoridades estatales y locales reconocen que todo se debe a un proceso de urbanización anárquico sobre áreas agrícolas que impide la filtración del agua al manto freático, a construir fraccionamientos y negocios diversos por donde va el cauce de arroyos. A ello se une la deforestación de las partes altas que rodean la cuenca donde se ubican las cuatro ciudades. Y como es costumbre, algunas instancias oficiales trataron de minimizar lo ocurrido diciendo que todo se debió a la intensa lluvia. La explicación de siempre, cuando en realidad no existe la infraestructura para captar el agua de lluvia y retenerla en beneficio de la población. Tampoco un drenaje adecuado para evitar inundaciones. En cambio reina la corrupción de funcionarios, políticos y empresarios, gracias a la cual la urbe crece desmedidamente sobre áreas críticas.

Y en cuanto a Ciudad de México y su área conurbada apenas comienza la temporada de lluvias y ya hubo inundaciones por doquier. Esta vez la peor parte la llevaron los habitantes y negocios del oriente de la capital de la República. Cinco estaciones de la línea A del Metro quedaron fuera de servicio, igual que buena parte del transporte público. La calzada Ignacio Zaragoza se volvió intransitable. En el colmo: el ex titular del Metro Jorge Gaviño dice que existe un colector de 160 metros lineales entre las estaciones La Paz y Los Reyes, pero estará funcionado después de las elecciones por motivos políticos.

El entonces presidente Felipe Calderón inauguró costosísimas obras que –dijo– terminarían para siempre con los problemas que originan las lluvias. Igual lo ha hecho Peña Nieto. Proyectos faraónicos, y bajo sospecha de corrupción, para sacar el agua de la cuenca, en vez de retenerla para recargar el manto freático o reutilizarla en diversas actividades.

Falta lo peor, debido al efecto de los huracanes sobre la franja litoral y el resto del país.