16 de junio de 2018     Número 129

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

VIH y pueblos indígenas:
lo que no se sabe y no se habla

Patricia Ponce y Rubén Muñoz Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Golfo


Lo étnico determina una vulnerabilidad en los hombres
que tienen sexo con hombres

En Latinoamérica, incluido México, el fenómeno migratorio, la pobreza y la inequidad de género han sido analizados como factores de vulnerabilidad para la infección de VIH, lo que no sucede con la etnicidad ni mucho menos con su relación con la sexualidad o con la diversidad amorosa o sexual, tal y como sostuvo Guillermo Núñez Noriega, en su conferencia “Pueblos originarios y afrodescendientes, diversidad sexual y genérica y vulnerabilidad al VIH/SIDA”, impartida en 2008.

Son pocos los países latinoamericanos que poseen un registro epidemiológico desagregado por etnicidad, que nos permita encontrar cifras y datos sobre el impacto del VIH en los pueblos indígenas de la región y, cuando existen, por lo general se registra de manera poco precisa. Pareciera ser que la intención de quienes deciden y programan las políticas públicas en la materia es borrar a este sector de la población de la epidemia, bajo la suposición de que “la prevalencia es baja”, lo que se traduce en una discriminación desde el Estado (Ponce P. y otros, Estado del arte sobre VIH y pueblos indígenas en América Latina: Informe Final, ONUSIDA-SIPIA, 2016).

La falta de visibilidad tiene que ver con varias causas: 1) pensar en la salud sin tomarlos en cuenta; 2) los estereotipos sociales sobre quiénes son y cómo viven, en tanto son percibidos como algo exótico, que viven en lugares inaccesibles, el VIH no significaría una amenaza para ellos; 3) la creencia sobre que su sexualidad es “natural”, orientada sólo a la procreación, de que no existe disidencia sexual; 4) la todavía presente asociación de la epidemia con la homosexualidad, que lleva a pensar que no tienen riesgo de  contraer el virus; 5) se considera que al desarrollar programas para la población rural o migrante están incluidos, lo cual no es cierto, pues no se están implementando medidas que tomen en cuenta su especificidad sociocultural en un contexto nacional caracterizado por prácticas racistas y discriminatorias (de nuevo, Guillermo Núñez, en “Pueblos originarios y afrodescendientes, diversidad sexual y genérica y vulnerabilidad al VIH/SIDA”, impartida en 2008.).

Es importante resaltar  que la vulnerabilidad específica de la población indígena no se debe exclusivamente a no recibir mensajes en su lengua, la condición étnica es un factor de vulnerabilidad en la medida en que implica estar colocado en estructuras diversas: 1) de explotación económica que los perpetúa en la pobreza y los impulsa a la migración; 2) de marginación social a los sistemas de salud y educación adecuados; 3) de subordinación política y cultural que les impide el pleno ejercicio de sus derechos humanos y  colectivos como pueblos y, 4) de dominación simbólica -racista, homofóbica, clasista- vivida a través de actos discriminatorios cotidianos en sus dinámicas familiares, sociales, emocionales, afectivas y sexuales (de acuerdo con Núñez N y Ponce P., en Pueblos indígenas: sexualidad, diversidad sexual y genérica, revista Facultad Nacional de Salud Pública. 2015).


No al sida, sí a la vida: mensajes básicos de prevención.

Lo étnico también determina una vulnerabilidad adicional en los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres, no solo por tratarse de una población con una alta prevalencia, sino también porque las formas de discriminación, estigma y racismo en los contextos migratorios condicionan conductas sexuales de riesgo (Núñez G., Vidas vulnerables: hombres indígenas, diversidad sexual y VIH-SIDA. México: EDAMEX, CIAD).

La realidad es que existe un gran desconocimiento sobre sus prácticas amorosas y sexuales, sobre la diversidad sexo-genérica y, sobre el comportamiento de la epidemia. Sin embargo, los resultados de algunas investigaciones, nos permiten saber que diversos pueblos indígenas de Latinoamérica se encuentran en una condición de vulnerabilidad mayor frente al VIH con relación a la población mestiza o blanca. Además de ello, presentan especificidades que les dificultan el acceso a la atención, al seguimiento oportuno, a la atención -con calidad y calidez-; lo que resulta catastrófico en términos de la transmisión perinatal, la morbilidad, la mortalidad, la esperanza de vida de aquellas personas con el virus que no pueden acceder al tratamiento; así como la falta de políticas públicas para este sector de la población (de acuerdo con Segura M. VIH y mujeres indígenas en Morona Santiago: ¿Persiste el silencio de las políticas públicas?, ponencia en III Congreso Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales, 2015, con Núñez G. Vidas vulnerables: hombres indígenas, diversidad sexual y VIH-SIDA, y con Ponce y otros, Pueblos indígenas, VIH y políticas públicas en Latinoamérica: una exploración en el panorama actual de la prevalencia epidemiológica, la prevención, la atención y el seguimiento oportuno, Revista Salud Colectiva, 2017).

Conocer y empezar a nombrar esta situación permitiría elaborar estrategias de prevención, atención y mitigación del daño. Silenciarlas, esconderlas bajo el prejuicio de que entre los indios no existen esas prácticas o bajo el argumento de que de eso no se habla para no provocar más estigma hacia las comunidades o sostener a ultranza la preservación de usos y costumbres, sin cuestionar sus repercusiones es condenar a mucha gente a una situación de vulnerabilidad al VIH, que se agrega a la falta de acceso a los servicios públicos de salud y educativos de calidad para la prevención y atención; así como a las condiciones económicas justas que les permitan vivir sin inseguridad alimentaria, sin la negación de su lengua y su cultura, sin pobreza y sin racismo.

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