16 de junio de 2018     Número 129

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Lo bueno, lo malo y lo feo de la
educación sexual en zonas rurales

Ricardo Baruch  Federación Internacional de Planificación Familiar


Ni un paso atrás, en la educación sexual de las escuelas

Rosaura estudia el primer año en un tele-bachillerato en la comunidad de Tlacotepec, municipio de Zacualpan de Amilpas, Morelos, junto con otros 38 jóvenes de entre 15 y 18 años. Aunque las clases relacionadas con temas de sexualidad que recibe a través de materiales audio-visuales no son muy buenas, la directora de la escuela se ha asegurado de ella misma hablarles a los estudiantes sobre cómo evitar los embarazos, además de procurar que haya condones disponibles en la dirección de forma gratuita para quien los necesite. Rosaura puede explicar correctamente cómo se usan los principales métodos anticonceptivos, pero dice que a pesar de todo eso que tienen disponible, algunas de sus compañeras han quedado embarazadas y han dejado la escuela.

Hablar de sexualidad con adolescentes en las escuelas urbanas de nueva cuenta se está volviendo complicado. Los movimientos anti-derechos tienen una nueva cruzada contra la educación integral en sexualidad, basada en prejuicios y mentiras, esto sumado al hecho de que la Secretaría de Educación Pública nunca estuvo realmente dispuesta a abordar el tema con mayor amplitud. Pero hablar de sexualidad con adolescentes en escuelas rurales puede ser complicado por otros factores.  

En el 2014, investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública realizaron un estudio para analizar el conocimiento de estudiantes de secundarias y preparatorias en áreas urbanas y rurales. En él, encontraron que no había diferencias significativas en el nivel de conocimiento sobre métodos anticonceptivos o de prevención de infecciones de transmisión sexual.  Sin embargo, el hecho de que casi la mitad de adolescentes de zonas rurales de entre 12 y 19 años no vayan a la escuela hace que un primer problema sea el acceso a los espacios educativos.

A pesar de que puedan tener igual nivel de información, otra brecha que se crea entre adolescentes de ámbitos urbanos y rurales es el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva. Estos últimos presentan mayores problemas para obtener anticonceptivos modernos y servicios amigables, de acuerdo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

Si bien, los contenidos sobre sexualidad en el currículo escolar deberían ser los mismos para todas las escuelas a nivel nacional, la capacitación de los docentes en el ámbito rural representa otro obstáculo importante. Si bien muchas escuelas normales, incluyendo normales rurales, han incluido en sus programas los temas de sexualidad, éstos no son obligatorios y tiende a dejarse a la decisión de los profesores el abordarlos o no en las aulas.

De acuerdo con Mariana Cruz de la Federación Internacional para la Planificación Familiar (IPPF/WHR), organización que trabaja en toda América Latina y el Caribe, ofrecer educación integral en sexualidad en contexto rurales debe sustentarse, por un lado, en el reconocimiento de expresiones culturales y estructuras sociales distintas, y por el otro, en un diálogo intercultural equitativo que reconozca sus necesidades y el dinamismo de su propia cultura. La sexualidad no es monolítica y se deben reconocer las particularidades de las expresiones de la misma en el campo. 

Otra de las carencias en materia de educación integral en sexualidad es el enfoque actual, que sigue privilegiando una visión biologicista en lugar de dar paso a temas fundamentales como las relaciones de noviazgo, el placer y la violencia de género, todos ellos con muchos tabúes en zonas rurales, según el Centro de Estudios Demográficos de El Colegio de México. El machismo y la violencia que se deriva de él son uno de los grandes problemas que podrían evitarse con una mejor educación sexual.

A través de diferentes instrumentos internacionales como el Consenso de Montevideo sobre Población y Desarrollo, el gobierno de México se ha comprometido a implementar la educación sexual integral desde la primera infancia para todos los niños y adolescentes, con particular énfasis en los que pertenecen a grupos más vulnerables como los indígenas, habitantes de zonas rurales y urbano-marginales. Sin embargo, falta mucho para que el alcance sea real y no esté sujeto a las autoridades en funciones, si no que exista un marco normativo y un presupuesto asignado para la implementación de programas verdaderamente integrales sobre sexualidad en las escuelas de nivel medio y medio superior en México.

Tampoco hay que olvidar las condiciones estructurales: si no hay escuelas preparatorias o bachilleratos, la educación sexual integral no se puede dar al momento en el que la mayoría de las y los adolescentes están comenzando su vida sexual activa; si no hay buenas oportunidades de educación o empleo, seguirá habiendo embarazos tempranos, aunque haya información sobre cómo evitarlos; si no hay servicios de salud, incluyendo aquellos de detección oportuna, seguirá habiendo casos de transmisión de VIH, aunque los jóvenes sepan cómo prevenirlos. 

Rosaura es una de las adolescentes privilegiadas que tiene acceso a contenidos sobre sexualidad basados en evidencia científica, en su propio salón de clases, lo que le permite tomar decisiones informadas sobre su cuerpo y su sexualidad. Sin embargo, millones de jóvenes en zonas rurales no tienen esa oportunidad.

Ante el embate de los conservadores que quieren sacar la educación sexual de las escuelas, no se debe dar ni un paso atrás. Ante la indiferencia de las autoridades educativas, hay que hacer más presión tanto a nivel federal como estatal. La juventud de México no puede seguir esperando y menos aún, la juventud del campo.

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