Opinión
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Ciudad Perdida

Comicios con final incierto

Rocas en el camino

Riesgos de romper la ley

C

onforme se acerca el día de los comicios la duda sobre cómo concluirá el proceso y cuál será la reacción del árbitro electoral frente a su devenir se acrecienta, y sólo el voto ciudadano copioso podrá vencer todos los peligros que ahora enfrenta.

Y más allá de los riesgos del fraude en las urnas con los sistemas ya conocidos, que emanaron casi todos del PRI y que, aseguran los expertos, no se dará, los otros peligros pesan como nunca. No nos referimos sólo a la compra del voto.

El camino hacia el primer domingo de julio se diseñó sobre el filo de una navaja. Las condiciones para tratar de que la contienda se diera en un ámbito de justicia e igualdad –por ejemplo, el monto de dinero que se puede gastar en propaganda– hacen muy difícil, visto lo que se ha hecho hasta ahora en la ciudad, que cada uno de los participantes de las organizaciones más fuertes pueda cumplir con los topes impuesto por la autoridad.

Un ejemplo claro son las tarjetas que se han repartido en la delegación Coyoacán, que significan, por sí solas, un gasto mayor al previsto en la ley. Pero no sólo eso: las acciones que buscan impedir que algún candidato utilice ciertas partes de la plaza pública y recursos oficiales para actos proselitistas, como en el caso de los bomberos o el reparto de agua en pipas que pertenecen a alguna delegación, son acciones que se reportan día con día al organismo sancionador, en este caso el Tribunal Electoral local.

Según la ley, estas acciones podrían anular una elección en caso de que el infractor resultara ganador, aunque eso, como otras muchas cosas, apenas es un decir, y así lo demuestran los candidatos y sus partidos, que siguen rompiendo la ley a su gusto como si eso, la ley, no fuera sino un decir, sin mayores consecuencias.

Así las cosas, la contabilidad de las campañas se ha convertido en la espada de Damocles que podría hacer que las elecciones en la ciudad se declararan nulas. Ya hay voces que lo exigen dado el riesgo que entraña para la legalidad del proceso y la legitimidad de quien pretenda gobernar.

Pero si en la capital hay muchos focos rojos encendidos, en el país la cosa no cambia, sólo que a todas esas condicionantes se debe agregar el de la violencia, que cada día va en aumento y podría convertirse en el argumento que se necesita para evitar que el proceso llegue a su fin.

Y es en el ámbito federal donde las voces que enarbolan la violencia como amenaza electoral se empiezan a hacer oír. Cada vez pesan más los crímenes relacionados con la elección, y cada vez parece menos probable que estén lejos de los intereses sólo del crimen organizado. Por eso la pregunta es una sola: ¿a quién beneficia este ambiente y su desenlace?

Lo malo es que como nunca en los años posteriores a la Revolución el ambiente se mira tan enrarecido, tan sugerente de acciones fuera de lo común, como el que se vivirá dentro de poco. No hay vacuna contra la violencia, sólo hay razones para hacer de la vida un valladar en su contra.

De pasadita

El muchacho no tiene más de dos décadas, viene con la cabeza rasurada y tiene ojos verdes, o azules, no estamos seguros. En la parte interna de su brazo tiene tatuada el águila nazi. Usa una camiseta ajustada a su cuerpo que se mira trabajado en gimnasio, pantalón tipo militar y botas. Nos comenta que votará por Anaya porque su corte de cabello –estilo skinhead– es una señal que ellos sí entienden. Sin comentarios.