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Apuntes postsoviéticos

Sainete

T

ras fingir su muerte a manos de un sicario, la milagrosa resurrección del periodista ruso Arkadi Babchenko, refugiado en la vecina Ucrania por las amenazas que recibía a raíz de sus críticas al Kremlin, se está convirtiendo en todo un sainete, en el cual el personaje principal de la tragedia se vuelve, al final de la función, un simple bufón.

Podría concluirse que el autor del guion, el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU), quería demostrar que, a dos semanas de que empiece el mundial de futbol en Rusia, el Kremlin nada tiene más importante que exhibirse ante el mundo como un monstruo capaz de devorar, de manera artera y torpe, a quien se atreva a cuestionar las bondades de su política.

Y si el riesgo de un atentado contra Babchenko realmente existió por parte de algún desquiciado que nada tiene que ver con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, resulta grotesco que se le quiera endosar al Kremlin la presunta conspiración de ciudadanos ucranios, que por la grandiosa suma de 40 mil dólares estarían dispuestos a matar a 30 figuras políticas de Ucrania, sin que se sepa quiénes son y que a partir de ahora reciben protección del Estado.

Afirma el SBU que los conspiradores recibían órdenes de un individuo que nadie conoce y que encabeza un fondo que lleva el nombre de Putin, cuya finalidad es desestabilizar el gobierno de Petro Poroshenko, y del cual nadie había oído hablar antes.

Con un relato lleno de contradicciones e incoherencias, los émulos de los protagonistas de Una Novela Criminal, de Jorge Volpi, quisieron demostrar que el simulacro del atentado –la víctima bañada en sangre de cerdo, con una camiseta prestada, llena de agujeros de bala, transportada en una ambulancia sin que nadie se diera cuenta que estaba viva y que, apenas llegar a la morgue, se puso a ver la tele (Babchenko dixit)– era indispensable para desenmascarar a los miembros de la red de agentes al servicio de Rusia, en que un conocido le encargó a otro conocido que buscara a alguien que…

Se supone que el sicario tenía que adivinar que su víctima decidió de repente salir a comprar pan y, al regresar 10 minutos después, lo acribilló por la espalda, y que el intermediario, que le encargó matar al periodista, actuaba a petición de otra persona y, al enterarse por las noticias de que éste había muerto, corrió a la mañana siguiente a entregar el dinero al pistolero, junto con la lista de las siguientes víctimas.

Pero esto –que parece el guion de un bodrio digno de figurar entre las peores películas de la historia– es, según el gobierno de Ucrania, un gran éxito del SBU, que logró, sostiene, desmantelar la red más peligrosa de enemigos que pretendían acabar con una Ucrania libre y democrática.

Aunque nadie llegó a ver su cadáver en las horas que se le creía en el otro mundo, víctima de un cobarde atentado que nunca existió, Babchenko pasó de llorado súper héroe post mortem a repudiado personaje de por vida debido al papel nefasto que se prestó a interpretar en esta farsa tan inexplicable como innecesaria.