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Del ogro filantrópico al vampiro desobligado
L

a debilidad del Estado. El hilo conductor de estas elecciones es un sentimiento de desamparo que lleva a la desesperanza o a la rabia. La gente se siente abandonada por el gobierno. El abandono puede ilustrarse en la carencia de efectiva protección social, de acceso a una educación adecuada, de ausencia de mecanismos de impulso productivo y social para la juventud, de falta de mecanismos seguros para navegar en la vida en condiciones de discapacidad o para la tercera edad. En el trasfondo de todo ello, están las terribles condiciones de inseguridad que privan en el país. Realmente se han dañado los mecanismos que permitían que la máquina funcionara y que pudieran permitirle desempeñarse de otra manera.

Confianza y representación. Uno de estos mecanismos es la dotación mínima de confianza entre los ciudadanos y sus gobiernos y entre los ciudadanos mismos, que constituye el lubricante para que la maquinaria funcione. El otro mecanismo es el que desempeña la función de agregación de intereses. Nuestro país transitó de un régimen autoritario con inclusión desigual a partir de mecanismos corporativos de representación, a otro en donde esa intermediación política recayó en el sistema de partidos. Dañada la pieza central de la transición, el sistema de partidos, ¿qué sigue?

Empezar por un buen diagnóstico. Para mí, el punto de referencia es el ensayo El ogro filantrópico. Señala Paz que el Estado moderno es una máquina que se reproduce sin cesar. Como en el periodo Meiji en Japón, el Estado mexicano crea a la clase capitalista a través de una legislación adecuada y de una política de privilegios, estímulos y créditos. Para gobernar se generan tres estratos: el primero compuesto por administradores y tecnócratas; constituye el personal gubernamental y es la heredera histórica de la burocracia novohispana y de la porfirista. Es la mente y el brazo de la modernización. La segunda apuntada por Paz está formada por profesionales de la política y es la que dirige, en sus diversos niveles y escalones, al PRI. Pero hay un tercer escalon compuesto por lo que llama la sociedad cortesana, producto del patrimonialismo. Postula Paz: El patrimonialismo es la vida privada incrustada en la vida pública. Termina Paz señalando premonitoriamente la división del PRI como salida deseable. Tal vez su ala izquierda, unida a otras fuerzas, podría ser el núcleo de un verdadero partido socialista.

Pero el mayor énfasis de Paz está en lo que llama volver al origen quiere decir: tratar de insertar la reforma política en las prácticas democráticas tradicionales de nuestro pueblo. Y llama a buscar nuestra propia modernización, que requiere como precondición la crítica de nuestros propios pensadores, de los escritores hispanoamericanos.

El nuevo régimen. En efecto el PRI se dividió: la fracción tecnócrata que se quedó con el partido terminó destruyéndolo bajo el peso de la corrupción y la insensibilidad. Desoyó la sabia máxima del príncipe del corporativismo, Fidel Velázquez: para formar parte del poder no hay que disputar el poder. La fracción que se salió fundó un partido democrático y después fue expulsada de ahí por los mercenarios. La transición mexicana debilitó la gobernabilidad del régimen autoritario, pero sin generar una nueva forma de relación entre los poderes, y entre éstos y los ciudadanos. El estancamiento económico, las dificultades para procesar acuerdos, el desmoronamiento del centro político y el fortalecimiento de poderes paralelos al poder del estado bloquearon la transición democrática y generaron una forma de régimen especial: el Estado de los poderes fácticos. Se debe buscar, por tanto, restablecer el poder del Estado limitando y restringiendo a los poderes fácticos.

En mi siguiente artículo reflexiono sobre el concepto de revolución pasiva en Gramsci y el momento actual.

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